El pasado 6 de abril, un terremoto en Abruzzo (Italia) dejó 287 fallecidos y a decenas de miles de personas sin hogar. Este verano, universitarios que frecuentan centros del Opus Dei han acudido a diversos pueblos para ayudar a los afectados y aprender de ellos.
Otros veranos, estos universitarios se han reunido para debatir sobre cuestiones académicas y tendencias culturales. Este año, no. Este año, un terremoto asoló la región del Abruzzo (Italia) y desde entonces miles de personas viven bajo tiendas de campaña, llorando algún familiar o amigo, añorando su vida anterior, sufriendo el terrible calor de estos días y sobrellevando un día a día esta tensión con tantas otras familias.
«Italia y los italianos han respondido con eficacia a este sufrimiento, sin perder un minuto de tiempo. Nosotros, jóvenes universitarios de todo el país, queremos responder a esta llamada de auxilio y, de acuerdo con la Protección Civil, hemos organizado diversas actividades, especialmente dirigidas a niños y ancianos». Así explica esta iniciativa Giorgio Fozzati, director de la Academia dei Ponti (Florencia), uno de los organizadores de esta iniciativa.
Los universitarios, coordinados por la Asociacion Centro Elis , han hecho compañía a 110 ancianos de la localidad de Fontecchio. También han organizado una escuela de verano para los niños de varios pueblos cercanos al epicentro de aquel 6 de abril: San Felice d'Ocre, San Martino d'OCre y Succiano. «Uno de nosotros, Darío, es un estudiante de Ingeniería que ha preparado un invento para que los niños comprendan la energía eólica. Con juegos didácticos intentaremos que recuperen los meses de curso perdidos hasta ahora», explica Fozzati.
También los universitarios tienen sus sesiones, de formación cultural y de formación cristiana. «Así que con este centenar de universitarios hemos logrado una mezcla de enseñar y de aprender, de teorizar y de meter las manos en la masa».
Ettore Cristoni es uno de los universitarios que participa en estas jornadas. «Me ha impactado mucho la realidad que viven estas personas, muy diferente de la que puedes imaginar a través de los medios de comunicación. Su día a día en las 'tendópolis' (ciudades de tiendas de campaña) es bastante dura: el calor, los vecinos, el no tener nada que hacer, la incertidumbre sobre el futuro...».
«El hecho de realizar esta actividad solidaria con otros universitarios italianos me ha facilitado hacer amistades increíbles. Ayudar juntos a personas que están sufriendo, y asistir a cursos sobre cuestiones de actualidad han dado un rumbo inimaginable a mis vacaciones», concluye Ettore.
UNIVERSITARIAS EN OVINDOLI
Asimismo, diversos grupos de universitarias italianas, han centrado su labor solidaria en otros lugares afectados por el temblor, cercanos a las poblaciones de Ovíndoli y L'Aquila. «Estos días han dejado una huella en cada una de nosotras explica Anna Sartea. Hemos venido desde Milán, Nápoles, Roma y otras ciudades para ayudar a las familias, sacrificando una parte de nuestras vacaciones y cuando entras en sus tiendas entiendes que esas personas son heroicas».
«Te reciben con una amabilidad sorprendente. Y aunque viven en una misma tienda 10 ó 12 personas, no dejaba de sorprendernos el ánimo con que aguantan esta situación», continúa.
«Nuestro trabajo se ha centrado con los niños de entre 6 y 13 años, aunque también hemos hecho compañía a los ancianos y pasado largos ratos con los adultos, que necesitaban desahogarse. Nos decían: Gracias por vuestra ayuda, gracias por jugar y educar a nuestros hijos. Solamente tenéis un defecto... estáis aquí menos tiempo del que querríamos. ¿Verdaderamente no podéis quedaros más tiempo?"»
«Hemos jugado con los pequeños, les hemos leído libros, ayudado a hacer puzzles...», relata Anna. Son niños contentos, pero la huella del terremoto es profunda. «Una niña, Antonella, nos ha entregado un dibujo de unas casas que lloraban; poco más tarde, una de las madres nos ha confiado que su pequeño de 6 años, desde la tragedia, come con dificultad... De todas formas, esta gente no se rendirá».
«Volveré a casa cambiada explica Laura, de 17 años. No tener tu propia casa, tus cosas, tu intimidad... es duro. Hemos compartido una pequeña porción de su dolor, incluso ayer, cuando asistimos al funeral de un niño atropellado por un camión. La ceremonia fue en la plaza porque la iglesia está destruida desde el terremoto. Y allí estábamos nosotras, con nuestras camisetas amarillas de voluntarias».
«Es una situación difícil concluye Laura, pero tras estos días aquí, ayer entendí que el año que viene volveré y seguiré viendo la esperanza en las caras de esta gente».
Enlace relacionado:
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