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La encíclica social de Benedicto XVI, "Caritas in veritate" rebasa el ámbito de saberes como la política, la economía o las teorías sobre la globalización para entrar de lleno en el debate filosófico-social contemporáneo, explica un filósofo.
Para acercarnos a esas intuiciones del nuevo documento pontificio ZenitEl Observador entrevista a Rodrigo Guerra López, doctor en Filosofía por la Academia Internacional del Principado de Liechtenstein, miembro de la Academia Pontificia para la Vida, y director del Centro de Investigación Social Avanzada (www.cisav.org).
Entre sus libros destacan "Volver a la persona" (Madrid 2002); "Católicos y políticos: una identidad en tensión" (Bogotá 2005) y "Como un gran movimiento" (México 2006). Recientemente ha publicado en coautoría "Vida humana y aborto" (México 2009).
¿Cómo se ubica la encíclica "Caritas in veritate" en el debate filosófico-social contemporáneo?
La nueva encíclica del Papa no pretende competir con los análisis que desde la teoría social se realizan sobre la situación que guarda el desarrollo en el contexto del mundo globalizado. Sin embargo, "Caritas in veritate" ingresa a la discusión desde su propio estatuto: la Doctrina social de la Iglesia. Esto significa que la sabiduría práctica nacida del encuentro con Cristo permite emitir un juicio sobre las condiciones que posibilitan el desarrollo y sobre las disfunciones que la actual globalización posee.
Ampliando un poco los conceptos, podríamos decir que el Papa Benedicto XVI ofrece una "teoría crítica de la sociedad", es decir, una revisión de algunos de los más importantes supuestos que sostienen la actual configuración del mundo global. Ahora bien, a diferencia de otras "teorías críticas", Benedicto XVI no sitúa el núcleo de la cuestión en la capacidad que el ser humano posee para auto-redimirse y auto-emanciparse.
Al contrario, una dimensión constitutiva del criterio de juicio utilizado por el Papa es una antropología precisa en la que toda la consistencia del "yo" se reconoce como don, como regalo, y por lo tanto, como apertura relacional hacia el Fundamento, es decir, hacia Dios, que sostiene y que libera. De esta manera, Benedicto XVI insistirá en que "el hombre no se desarrolla únicamente con sus propias fuerzas" (n. 11) sino que requiere ser ayudado desde un horizonte mayor al que puede acceder por sí mismo. Horizonte que brinda Cristo, es decir, el Acontecimiento que nos precede.
¿Qué relación tiene la encíclica "Caritas in veritate" con el resto del Magisterio de Benedicto XVI?
"Caritas in veritate" se encuentra sostenida precisamente en el reconocimiento del cristianismo como "Acontecimiento", y por ello, posee una ligazón estructural con "Deus Caritas est", "Spe salvi" y en general con la ya milenaria tradición eclesial que reconoce la absoluta novedad de la irrupción y permanencia de Cristo en la historia. Así mismo, la nueva encíclica hace continua referencia a la importancia que posee "ensanchar el horizonte de la razón" para que sin reduccionismos podamos abrirnos a la verdad en general y eventualmente a la Verdad encarnada.
De esta manera, "Caritas in veritate" no es un documento secundario en la enseñanza del Papa sino que completa el itinerario inaugurado en el discurso de Ratisbona y que ha continuado en numerosas intervenciones sobre la necesidad de establecer nuevas relaciones entre la razón y la fe. Este itinerario está muy lejos de ser de orden meramente teórico sino que precisamente posee una gran novedad y pertinencia existencial y social debido a que se funda en el carácter "performativo" que el cristianismo posee: el cristianismo es un hecho que afecta la vida y que promueve realmente su desarrollo con dignidad. Por eso, el Papa valientemente señala, en el número cuatro de la encíclica, que "el anuncio de Cristo es el primero y principal factor de desarrollo".
La encíclica "Caritas in veritate" apuesta por la reorientación de la globalización para que esta sirva realmente al desarrollo de las personas y de los pueblos: ¿es esto realmente posible?
La historia reciente ha demostrado que no es posible pretender construir el orden nacional e internacional a partir de premisas puramente instrumentales en el ámbito del Estado y del mercado. La globalización, tal y como hoy está definida, devora a sus propios creadores.
Por ello, es racional y razonable pensar que la vía para corregir el rumbo de la globalización descansa en la introducción de una lógica diversa a la basada en las leyes de la oferta y la demanda. Esta nueva racionalidad tiene como eje sustantivo la gratuidad, la responsabilidad social, la redistribución equitativa de la riqueza, la capacidad para crear nuevas formas de empresa.
Hoy existen experiencias importantes en materia de comercio justo, microfinanzas, economía solidaria y de comunión que muestran que este camino no sólo es posible sino necesario. La globalización no modificará su perfil sino a través de personas concretas que sean capaces de remodelarla. Para ello se necesita un nuevo pensamiento económico y una nueva capacidad de incidencia local, nacional y global.
¿La autonomía de la economía no queda en cuestión a la luz del pensamiento de Benedicto XVI?
Justamente, las economías que hoy están fracasando, se resisten a admitir en el seno de su propio ámbito orientaciones de orden moral. Este es un error epistemológico importante: el objeto de la economía posee a la libertad como una dimensión constitutiva de su propia naturaleza. Por ello, una economía auténticamente humana y auténticamente autónoma no puede ser sino esencialmente ética. ¡Es absurdo que una teoría del valor en economía prescinda de la existencia de valores morales!
Los diversos tipos de valor acontecen en la experiencia y pueden ser reconocidos por la razón práctica, que es la razón que particularmente opera en la actividad económica. Por eso, Benedicto XVI, recupera una potente intuición de Juan Pablo II: toda decisión de inversión, de producción o de consumo posee una ineludible dimensión moral. El subordinar o cancelar esta dimensión por una parte atenta contra la dignidad de la persona que es la principal riqueza de una empresa y de una nación y, por otra, contra la propia economía en sí misma considerada.
¿Qué importancia tienen el Estado y la acción política a la luz de la nueva encíclica?
El Papa explícitamente se encuentra preocupado por los temas que configuran al Estado como "Estado social". Además advierte que un adelgazamiento irresponsable de las competencias del Estado puede conducir a que los trabajadores y los sindicatos se vean vulnerados en sus derechos. Este tipo de consideraciones nos muestran que la comprensión católica de la política no se identifica unívocamente con el Estado liberal ni con la mera presencia de ciertas élites cristianas en espacios de poder.
La acción política tiene que recuperar un sentido social que nunca debió de haber perdido. "Sentido social" no sólo significa "políticas sociales" más profundas y solidarias sino llevar en el corazón una decidida opción preferencial por los pobres y excluidos. Por eso, colaborar verdaderamente en la organización y gestión del bien común se mide más en términos de desarrollo que de triunfo electoral, más en términos de servicio a los más débiles que de activismo.
¿Cuáles son las causas profundas del subdesarrollo según el Papa Benedicto XVI?
El Papa en el número 19 de "Caritas in veritate" dice que las causas del subdesarrollo son fundamentalmente dos: la falta de fraternidad y la falta de pensamiento. Por una parte "la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos". Mientras no entendamos que la caridad, el perdón y la reconciliación son método para la acción política y económica no lograremos avanzar como personas y como sociedad. Así mismo, el Papa constata la ausencia de auténticos pensadores capaces de generar un nuevo humanismo social y político. Sin pensamiento riguroso, capaz de volver a las cosas mismas, la acción política y económica se realiza sin sentido, sin dirección, como puro activismo que no trasciende los intereses mezquinos de la búsqueda del poder por el poder.
El Papa insiste en la necesidad de una nueva autoridad mundial. ¿No es esto algo muy peligroso? ¿No podríamos caer en un nuevo totalitarismo de escala planetaria?
La Iglesia es muy consciente de los riesgos que entraña un nuevo orden político, económico y jurídico para el mundo globalizado. Sin embargo, no es posible darle gobernabilidad a la globalización si no se comienzan a construir las bases para una nueva civilización, para una nueva Res publica mundial, que no debe ser un super-Estado totalitario sino una nueva manera de construir las relaciones internacionales a partir de una "gramática de la acción" como decía Wojtyla, es decir, a partir de un nuevo "Derecho de Gentes" de base iuspersonalista.
¿Quién está llamado a poner en práctica la enseñanza de la encíclica "Caritas in veritate"?
"Caritas in veritate" está destinada a todos los católicos y a todos los hombres de buena voluntad. Sin embargo, como toda enseñanza corre un riesgo: el reducir su contenido a indicaciones meramente formales o abstractas. Es fácil eludir la responsabilidad personal e institucional y pensar que la enseñanza del Papa es "mera inspiración" o que está destinada "para otros", pero no para "nosotros".
Por eso, me atrevo a señalar algo que no me deja de sorprender: los obispos latinoamericanos en el documento de Aparecida han abordado prácticamente todos los temas nucleares de la encíclica de modo providencialmente anticipado. Ellos, siguiendo al Papa, además han reconocido con gran fuerza que el cristianismo es acontecimiento, escuela de discipulado y experiencia de comunión.
En otras palabras, para que la encíclica pueda activarse antes que un "plan estratégico" lo que necesitamos es recuperar lo esencial del método cristiano. Sólo así, podremos mostrar que la fe genera movimiento, creatividad y compromiso solidario. Sólo así volveremos a exhibir que el "sujeto" de la Doctrina social de la Iglesia existe y porque existe, actúa.
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