Todo puede crecer sobre el humus de la libertad, sin imposiciones estatales que la empequeñezcan
Las Provincias
La Tercera de ABC ha acogido un interesante artículo del Ministro de Educación, titulado 'Un acuerdo posible'. Constituye la primera entrega de un asunto de capital importancia por el que suspiramos desde hace años: Por el gran pacto educativo en España, es el título que da el diario a lo que constituirá una serie sobre el tema.
Este primer artículo Un acuerdo posible es alentador por el título y su contenido, propuesto de modo sereno y con objetivos interesantes. Voy a recoger literalmente lo que él llama ámbitos para el diálogo y el acuerdo: "la reducción del abandono y del fracaso en todos los ciclos formativos, la educación infantil, la formación profesional, la modernización tecnológica de la educación, el Espacio Europeo de Educación Superior, la internacionalización y modernización de la universidad, las becas y ayudas al estudio, la valoración empresarial y sindical de la formación como incentivo para la contratación, y la participación y la comunicación con los estudiantes".
Como educador que he sido durante muchos años, me felicito y felicito al ministro por sus propuestas, hechas de un modo positivo y optimista. En mi condición actual de sacerdote, pienso que no debo juzgar si, desde el punto de vista técnico, están ahí todos los objetivos que requiere un pacto escolar.
Sin embargo, el problema principal de los posibles pactos escolares casi nunca han sido los factores técnicos aunque es muy loable mejorarlos, sino los ideológicos, religiosos, y todo lo que constituye la profunda tarea de educar. El Ministro escribe que la formación y la educación son el elemento vertebrador de la cohesión social y del desarrollo, de la ciencia y de la innovación, claves para el progreso.
Pero, como buen humanista que es, Ángel Gabilondo sabe que cuando se emplean las palabras formación y educación, no se habla de la mera instrucción, sino de algo más profundo que instruir a hombres y mujeres que nos proporcionen la sociedad del I+D+I.
Estoy seguro de que el Ministro de Educación sabe que el consenso para el gran pacto educativo puede encontrar sus auténticos y duros escollos ante los interrogantes necesarios para saber qué clase de educación queremos: ¿qué es el hombre?, ¿qué es la verdad?, ¿qué es la libertad?, ¿qué valores se han de hacer presentes al educar?, ¿existe Dios?, ¿somos dependientes de Él?, ¿cuál es el fin último del hombre? Es ahí donde es más difícil el acuerdo dentro de una sociedad pluralista como la nuestra, aunque con una clara matriz cristiana, que ahora mismo se obvia. Pero hay que respetar el pluralismo.
No quisiera ir a la dificultad, pero el gran pacto escolar no puede ignorar que mientras unos deseamos un Estado subsidiario, otros sólo quieren una educación laica y pública; mientras unos defendemos que los primeros y principales educadores de los hijos son sus propios padres, otros piensan que esa tarea es prioritariamente del Estado; mientras unos dicen que el dinero público para la escuela pública, otros afirmamos que el dinero público es para emplearlo en el tipo de educación que deseen los padres, sea en centros públicos o de iniciativa social.
Son sólo unos pocos ejemplos de algo que no puede estar ausente de ese deseable gran pacto escolar en España. Podrían ponerse otros más delicados por interesar a las conciencias de los padres de familia. Usted sabe muy bien que sólo la zonificación dificulta enormemente el cumplimiento completo del artículo 27 de nuestra Constitución y al 26 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre en lo relativo al derecho de los padres a optar qué tipo de educación desean.
Como es obvio que, en éstos y otros temas de parecida índole, el acuerdo será difícil, hay algo muy fácil, que en algún sentido no se está cuidando: todo puede crecer sobre el humus de la libertad, sin imposiciones estatales que la empequeñezcan, como la obsesión por lo público, la imposición del laicismo, relativismo y cualquier asunto que coarte la libertad razonable de las familias. Una sociedad plural requiere pluralidad en las escuelas, con iguales oportunidades para todas.