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Mariano Fazio (Buenos Aires, 1960), historiador y filósofo, acaba de publicar el libro De Benedicto XV a Benedicto XVI, editado en España por Rialp.
Mariano Fazio, que actualmente vive en Argentina, destaca que Benedicto XV y Benedicto XVI son dos Papas que gobiernan la Iglesia en momentos de crisis y explica en esta entrevista a Zenit los paralelismos entre ambos pontífices.
Fazio también se refiere a la sana laicidad que propugna Benedicto XVI.
Este sacerdote es profesor de Historia de las Doctrinas Políticas en la Facultad de Comunicación Social Institucional de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma. Fue el primer decano de esta facultad y Rector Magnífico de dicha Universidad.
Entre Benedicto XVI y Benedicto XVI hay algo más que un número de más. ¿Cuáles son las semejanzas entre estos dos pontificados?
Los dos Papas gobiernan la Iglesia en momentos de crisis. Benedicto XV debe pilotear la tormenta de la Primera Guerra Mundial: el optimismo del fin de siglo acababa (la llamada Belle Époque) y comenzaba la crisis de la cultura de la Modernidad.
Es notable cómo Benedicto XV se esfuerza por centrar todo su magisterio en la caridad cristiana, y pone todos los medios para restañar las heridas del conflicto bélico. En general, fue un Papa poco comprendido, pero ahora se está rehabilitando su pontificado.
Benedicto XVI también enfrenta un momento de cambio cultural (aunque creo que seguimos en la misma crisis cultural que se hace evidente con la Primera Guerra Mundial) y al igual que Benedicto XV pone el primado en la caridad. No olvidemos que su primera encíclica es Deus caritas est.
Y ante las heridas espirituales que provoca la dictadura del relativismo, Benedicto XVI propone una apertura a la verdad, ampliando la confianza en la razón humana.
¿Cómo percibe Benedicto XVI el proceso de secularización?
El Papa proviene de la cultura europea, y en particular de Europa central, quizás el área más secularizada del mundo.
Por eso, en sus escritos anteriores a su elección como sucesor de Pedro se centró en el análisis de una situación cultural signada por la ausencia de Dios y la ruptura antropológica que lleva consigo la cerrazón ante la Trascendencia.
Creo advertir que actualmente el Papa tiene una visión más diversificada del mundo de hoy, y en sus viajes realizados fuera del área europea encontró una apertura a la trascendencia muy distinta a la de las anquilosadas sociedades europeas.
La segunda encíclica es sobre la esperanza, y en todo el magisterio benedictino aletea esta virtud, que quizá no estaba tan presente en sus escritos anteriores a su pontificado.
El Papa advierte que en Estados Unidos, América latina, África, etc., hay señales evidentes del influjo de la secularización como negación de un horizonte trascendente, pero al mismo tiempo impulsa la positividad de tantos elementos presentes en esas áreas que manifiestan la acción de Dios en la historia.
Y está poniendo todo lo que está de su parte para devolver a la cultura europea las energías espirituales que la hicieron tan grande y fecunda en los siglos pasados.
¿En qué consiste la "sana laicidad" que defiende el Papa?
Benedicto XVI, en plena continuidad con sus antecesores, se presenta ante el mundo como heraldo de la verdad sobre el hombre.
Su defensa de la dignidad de la persona y la consecuente defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, de la identidad de la institución familiar basada en el matrimonio heterosexual (en realidad no existe otro tipo de matrimonio), el primado de la solidaridad, la necesaria salvaguardia de la libertad religiosa, etc. no se inscribe en un proyecto de retorno al estado confesional, sino que presenta esos valores como propios de la persona humana, sin distinción de raza, credo, nivel cultural o social.
Y a esa visión tan rica de la persona humana podemos llegar a través de la razón.
Ciertamente, la revelación echa una luz muy profunda acerca de la verdad sobre el hombre, pero no se trata de verdades confesionales.
La sana laicidad sería la actitud de apertura a estos valores antropológicos, que deberían estructurar la vida social, que repito, no son valores exclusivamente cristianos.
Laicidad es el reconocimiento de la distinción entre Iglesia y Estado, religión y política, orden natural y orden sobrenatural, pero no consiste en la independencia de un orden moral natural y universal.
Lo opuesto a la laicidad es el laicismo, que niega toda presencia pública de la religión, y que proclama, como única actitud moral con carta de ciudadanía en la sociedad democrática, el relativismo; y el clericalismo, que desconoce las distinciones apenas mencionadas.
Cuando la Iglesia defiende la dignidad de la persona humana, no está haciendo política partidista, ni está promoviendo una cruzada religiosa: simplemente está ayudando a recordar a todos los hombres su dignidad de personas humanas. Y eso fortalece a la sana laicidad.
¿Dejamos atrás la cristiandad y estamos en una época de nuevo cristianismo?
Si por cristiandad entendemos una sociedad homogénea, regida por principios cristianos, y con instituciones públicas de carácter confesional, es evidente que la hemos dejado atrás.
Todas las épocas de la historia de la humanidad tienen luces y sombras. También la época de la cristiandad, donde la tentación próxima era el clericalismo. En la sociedad occidental actual, la tentación próxima es el laicismo, tan malo como el clericalismo.
En mi último libro lo que he tratado de exponer es la evolución del Magisterio de la Iglesia, que, en plena continuidad con el Magisterio anterior, pero iluminado por el Espíritu Santo y sacando experiencia de las vicisitudes históricas por las que atraviesa la Iglesia, ha visto con más claridad una serie de elementos que están presentes en el Evangelio, pero que el transcurso de los siglos hizo que perdieran incisividad en la presencia pública de los cristianos en la sociedad.
Hoy creo que entendemos mejor que en los siglos pasados cuáles son las consecuencias de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (sana laicidad, alejada del laicismo y del clericalismo); o aquella frase del evangelio de San Juan, que era la preferida de Juan Pablo II: La verdad os hará libres.
Una Verdad, la cristiana, que se identifica con la Belleza, la Bondad, que hay que buscarla libremente (libertad religiosa) y una vez hallada, vivirla en plenitud.
Entrevista realizada por Miriam Diez i Bosch
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