Selección de textos recogidos por CitasDeLaCasa.blogspot.com, del libro de Raúl Williams El Hombre del Huracán, Centro de Estudios Bicentenario, 3ª Edición, Santiago, 2007
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En el mundo y en el hombre hay un desperfecto, una pesada contradicción interna, un desajuste íntimo y profundo, una ruptura entre la grandeza de nuestra vocación originaria y la miseria actual de nuestro corazón. Una evidencia cegadora, consecuencia de un hecho histórico ocurrido en los orígenes, que está más allá de toda verificación posible y que conocemos por revelación divina. Aparentemente incomprensible ante cualquier actitud racionalista, este dogma de fe es la única clave para entender el corazón y la conducta humana. Sin ella, la historia del hombre resulta no sólo misteriosa, sino absurda. El hecho del pecado original ilumina la concepción del hombre, del mundo y de la vida, permite una explicación y un fundamento tanto a la grandeza del hombre como a su miseria. (Pág. 266)
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El pecado original es una realidad fácil de intuir y simple de entender por la experiencia que cada cual tiene de su propia contradicción interna. (Pág. 272)
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El hombre es poderoso para destruir, pero en el orden sobrenatural nada puede construir por sí mismo. (Pág. 273)
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El pecado original ha transformado a los hombres en pecadores y en permanentes conversos. (Pág. 274)
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La Iglesia es Santa, pero camina con los pies de los hombres. (Pág. 274)
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Quienes prestan menos atención a sus propios pecados son los que están más atentos luego a los pecados de los demás. (Pág. 275)
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Menos ecologismo y más ecología. (Pág. 286)
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La religión verdadera no puede ser nunca un escapismo o un mero consuelo para los avatares de esta tierra, sino, sobre todo, un incentivo para amar a Dios y al prójimo, para el cumplimiento del propio deber y para la transformación del mundo. (Pág. 320)
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No hay santo sin oración. (Pág. 358)
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Si se comprendiera lo que es cada Misa memorial de la Muerte y Resurrección del Señor y los frutos que trae consigo, se correría a participar de ella no sólo el domingo. (Pág. 361)
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En la Misa se encierra todo lo que Dios espera de cada uno: adoración, reparación por los pecados, petición, purificación, conversión todas las acciones de la propia vida, las grandes y las más pequeñas en apariencia. (Pág. 363)
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Toda la labor pastoral y apostólica valen lo que vale la Misa de los que participan. La Misa es la oración por excelencia. (Pág. 364)
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El tercer milenio será cristiano. (Pág. 374)
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