¿Tienen los jóvenes europeos, una familia que les entienda y les acompañe en sus luchas?
Gaceta de los Negocios
No es raro que los que se consideran a sí mismos hombres de progreso, den por supuesto que las cosas van mejor, sin necesidad de comparaciones, ni medidas; es, como si dijéramos, algo que está en el ambiente y que el buen observador puede distinguir en los diversos modos en que la información nos llega.
No vale decirle al progresista que, a lo mejor, algo va peor que hace unos años porque su convicción puede superar los datos que resaltan en los medios de información, y una visión global enseña que algunos contratiempos son aparentes y no perturban la noticia de la excelente marcha del conjunto.
Leemos en la prensa que Sarkozy ha decidido tomar medidas, para combatir la violencia en las aulas de los colegios y liceos de Francia y propone una colaboración más estrecha entre los ministerios de Educación y de Interior, entre la segunda enseñanza y las comisarías.
Se propone reforzar a los siete mil gendarmes para cachear a los estudiantes por si van armados. Francia fue durante muchos años un ejemplo para Europa por la calidad de su Enseñanza Secundaria: La crisis francesa quizá nos ayude a reflexionar sobre las dificultades crecientes que se dan en toda Europa.
En el Reino Unido la ley permite examinar a cualquier estudiante, considerándole presunto adicto a la drogadicción, como si fuera un deportista de élite. Y una estadística reciente señala que el suicidio entre los jóvenes ha superado en Europa al número de muertos en accidentes de automóvil.
Pero entre las causas de la situación, no se cita a la inestabilidad de la familia, ni a que en Europa más de la mitad de la población vive sola; cuando está comprobado que casi siempre es la familia la que ayuda a los jóvenes a superar sus dificultades, la familia normal, con un fuerte vínculo de unión.
Los políticos, cuando una medida es acogida con recelo o con inquietud, invitan a la gente a mirar en las naciones de nuestro entorno, considerándolas, sin duda, más avanzadas, que la nuestra; pero en España aunque el número de los que viven solos crece, estamos por debajo de la media europea y la soledad del hombre que vive con su televisor, sus CD, sus iPod, su perro
no es la soledad que fomenta la ilusión de la compañía, sino la que con mucha frecuencia amarra al egoísmo.
Quizá mirando con un poco de atención, se adviertan en Europa las señales de un continente apóstata, en el que H. H. Weiler, famoso constitucionalista judío, en su libro Una Europa cristiana, encuentra signos de cristofobia por la habilidad para eludir nombrar a Cristo, llamando la atención, además, porque en el proyecto de Constitución para Europa, que es diez veces más extensa que la norteamericana, no se cita a Dios ni una sola vez, lo que le llevaría a ser la primera en Occidente en alcanzar esa meta.
El aborto, teniendo presentes todos los daños que acarrea, es un arma de disolución de la familia y cuando se pretende darle el carácter de práctica que hay que normalizar en una sociedad abierta, cerraría las puertas de la maternidad a muchísimas jóvenes, inhabilitándolas para un futuro con todas las alegrías que la familia, alegrías no sólo diversión, proporciona .
¿Tienen los enfurecidos jóvenes europeos una familia que les entienda y les acompañe en sus luchas?, ¿que les riña y se ría y llore con ellos? Pero sin Dios es casi imposible una familia viva.