En "Un alma en el exilio", de Joseph Pearce
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Solzhenitsyn accede a ser entrevistado por Joseph Pearce, incluso a que le publique algunos de sus últimos poemas inéditos y va exponiendo, con la historia de su vida, la Historia del pueblo ruso y la tensión de la lucha del predominio de las ideas totalitarias en occidente.
Solzhenitsyn es fruto de la educación comunista, abandona al Dios de su infancia por el materialismo dialéctico, se apasiona con las obras de Marx, muestra su gran capacidad intelectual complementando su formación humanística con una carrera de ciencias, sirve a su país en la guerra contra Alemania y cae víctima de la represión por ser un "comunista crítico"
Desde el exilio comienza su acercamiento a la humanidad, y de ahí a la divinidad. Esa recuperación de la transcendencia le hace alejarse del mundo de su primera mujer y del comunismo posterior al leninismo.
Recuperada la libertad, rehabilitado y publicando "Un día en la vida de Iván Desinovich" pasa a ser la conciencia crítica de la sociedad rusa; su labor de escritor comprometido con la verdad, de mostrar los horrores de los campos de concentración, le llevan a ser un ser incómodo y es exiliado.
En el exilio, al topar con el materialismo práctico occidental, pasa a ser incómodo no sólo para los comunistas europeos sino para los "progresistas" liberales.
Vuelto a Rusia se topa con la "invasión del consumismo" y la pérdida de la transcendencia y valores del pueblo ruso y sigue siendo incómodo en la "Rusia de la transición".
Joseph Pearce hace un retrato cercano del autor, al que muestra como un profeta del siglo XX, como una voz que, junto con Juan Pablo II, golpea el corazón y la cabeza de Occidente para que "se redima" en transcendencia.
Por otra parte, presenta un retrato humano, de un padre ejemplar, de una persona con gran sentido del humor si bien su papel de "denuncia" le haya dado otra imagen pública, y, curiosamente, con una preocupación ecológica y social que le hacen afín a Shumacher con respecto a "lo pequeño es bello" o a Chesterton en el "distribucionismo".
El discurso de Solzhenitsyn sigue siendo actual porque "ninguna sociedad" le hace caso. El consumismo, la ley del máximo placer y el mínimo esfuerzo, el materialismo práctico, son los axiomas de los dirigentes de Occidente y necesitan de un contrapunto que diga como Unamuno: "No es eso, no es eso", porque ayuna de recursos morales, la sociedad actual camina a otra nueva dictadura, la del relativismo.
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