Cuando en una cultura mandan las apariencias lo real está falsificado
Gaceta de los Negocios
El vendaval que levanta un mal entendido progresismo tiene como desterrada a la nostalgia, porque mirar con simpatía, con afecto o mirar con añoranza algunos aspectos del pasado se toma como señal de un inútil descontento del presente, como no asimilación de las más importantes novedades o sencillamente como un indicio de vejez.
Pero el pasado tiene muchas cosas estimables llenas de lozanía, como enseña la historia, y el presente muchas lamentables, para no contar con la nostalgia como una buena compañía con su magisterio orientador.
Pero la moda ha alabado y alaba la transparencia como una meta indispensable que debería acompañar siempre a la sinceridad y al juego limpio y parece que tener algo escondido sería señal de mala fe o de falta de confianza.
Cuando hablamos del pudor no se piense sólo en la turbación o vergüenza que hay en mostrar el propio cuerpo, sino más aún del recato que acompaña, de ordinario, a los más nobles sentimientos. Hay un cierto nudismo actual que tiene un aire contagioso y la prensa nos cuenta de algún artista fotógrafo norteamericano, que ha logrado hacer fotos a 10.000 personas de ambos sexos, desnudas y tumbadas en la calle en una ciudad española y 7.000 en otra, mientras que en una ópera los cantantes aparecieron desnudos para protestar por su situación económica.
Pero hay algo en la cultura dominante que todavía experimenta desagrado ante el exhibicionismo y una pareja de ancianos que por su ideología se presentó desnuda en una playa la desalojó, porque la gente no quería verles de aquella guisa. Los extranjeros que se desnudan en Pamplona para que se prohíban que se celebren los encierros, lo hacen quizá como un acto de valor para despertar el conformismo cobarde de los que no hacen nada. Pero la mayoría prefiere otros medios para hacer oír reclamaciones.
Los partidarios de derribar todas las barreras para alcanzar una permisividad sin traba alguna, son una minoría pero, a veces, son minorías muy activas, porque las alas radicales de la sociedad son alas muy remeras y la mayoría está en otros asuntos.
Al niño, cuando se siente enamorado, se le nota, a pesar de sus esfuerzos, porque se sitúa lo más lejos posible de la niña amada y este pudor muy espontáneo, indica no sólo timidez, sino, sin duda, la nobleza de su amor.
San Agustín buscó fuera de sí un sentido a la vida, consiguiendo sólo alimentar su desorientación y su tristeza. Su desasosegado pensamiento, tan actual, recorrió todos los aspectos de las cosas creadas sin encontrar reposo. Según Zubiri es aportación cristiana el descubrimiento de la interioridad, cuando llama al hombre a entrar dentro de sí mismo y a mirar el mundo como distinto y asequible a una relación espiritual efectiva y San Agustín manifiesta la desazón que la producía vivir lejos de sí, cuando Dios estaba en su intimidad. Atravesamos una crisis de la vida interior, en la agonía del psicoanálisis, con su profanación de la interioridad.
La Iglesia no encuentra dificultad para aceptar la evolución si se reconoce que el alma ha sido creada por Dios en cada hombre. El prestigioso científico español que trabaja hace años en Estados Unidos, Francisco J. Ayala, une en uno de sus trabajos, los hallazgos de Darwin y el Génesis citando frases de Juan Pablo II, y afirmando que no hay ninguna incompatibilidad para relacionar la selección natural y la Creación. Si el hombre no fuese una criatura de Dios hecha a su imagen y semejanza, sería imposible abandonar su esencial animalidad y su libertad y su inteligencia y su amor quedarían definitivamente sin explicación.
Cuando en una cultura mandan las apariencias lo real está falsificado y Dios, que lo llena todo, puede parecer culpablemente silencioso, olvidando que Jesús ante Pilato recibió en silencio su condena.