La ministra de Igualdad, Bibiana Aído, trata de convencer a los españoles para que aceptemos la Ley del aborto que prepara el gobierno de Rodríguez Zapatero. Habla de «serenidad, sosiego y diálogo», actitudes encomiables en la vida pero sospechosas cuando los hechos las desmienten, como ha ocurrido al ignorar sistemáticamente a los partidarios de la vida.
Dice que con su Ley, España se equiparará al resto de los países de su entorno, es decir, imitemos lo peor de nuestros vecinos, sin argumentar si está bien o mal. Tampoco es un gran argumento afirmar que la nueva Ley será «más segura, sensata y equilibrada», como dice Aído. La pregunta obligada es ¿lo será para la criatura humana ya concebida y candidata forzosa a ser abortada?
¿Seguir el ejemplo de Francia?
Desde el principio de este regreso hacia la cultura de la muerte está claro que el gobierno quiere sacar esa Ley de aborto «como sea», a su estilo, ya demostrado repetidas veces. Palabras vacías, el desdeño para quienes defienden la vida, y la conspiración del silencio para los argumentos científicos en contra del aborto. No preguntemos por argumentos y razones, porque Aído no puede proporcionarlos. Pero haberlos hay, aunque sean inconfesables.
El que sí ha confesado a la vuelta de los años ha sido el francés Maurice Caillet en su libro «Yo fui masón». Desde la elección del «hermano» V. Giscard dEstaing como Presidente de la República, en mayo de 1974, tuvo como consejero personal a J.P. Prouteau, Gran Maestre del Gran Oriente de Francia.
También era consejero de Simone Veil, la ministra de Sanidad. «Así que como los políticos estaban bien rodeados por nuestros hermanos dice, el proyecto de ley sobre el aborto se elaboró con rapidez».
La famosa Ley Veil fue aprobada en el Consejo de Ministros en noviembre de ese año y ratificada en diciembre por la Asamblea. «Los diputados y senadores masones de derechas y de izquierdas votaron como un solo hombre», reconoce M. Caillet. Y el Tribunal Constitucional confirmó la Ley, que fue promulgada en enero de 1975. Todo ello a velocidad supersónica y sin debate social que valga.
La ministra frente a los científicos
Por ahí van campando estos políticos sin argumentos mientras que científicos españoles exponen los suyos en el «Manifiesto de Madrid», de mazo de este año, firmado por más de mil catedráticos, médicos, embriólogos, psiquiatras, filósofos, sociólogos, etc. Entre otras cosas dicen que:
Existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación.
El embrión (desde la fecundación hasta la octava semana) y el feto (a partir de la octava semana) son las primeras fases del desarrollo de un nuevo ser humano, y en el claustro materno no forman parte de la sustantividad ni de ningún órgano de la madre, aunque dependa de ésta para su propio desarrollo.
La naturaleza biológica del embrión y del feto humano es independiente del modo en que se haya originado, bien sea proveniente de una reproducción natural o producto de reproducción asistida.
El aborto no es sólo la «interrupción voluntaria del embarazo» sino un acto simple y cruel de «interrupción de una vida humana».
El aborto es un drama con dos víctimas: una muere y la otra sobrevive y sufre a diario las consecuencias de una decisión dramática e irreparable.
Dada la trascendencia del acto para el que se reclama la intervención de personal médico es preciso respetar la libertad de objeción de conciencia en esta materia.
Y terminan diciendo que: «En definitiva, consideramos que las conclusiones que el Grupo Socialista en el Congreso, por medio de la Subcomisión del aborto, trasladará al Gobierno para que se ponga en marcha una ley de plazos, agrava la situación actual y desoye a una sociedad, que lejos de desear una nueva Ley para legitimar un acto violento para el no nacido y para su madre, reclama una regulación para detener los abusos y el fraude de Ley de los centros donde se practican los abortos».
Tampoco escuchan a los ciudadanos
Estos son argumentos fundados en las ciencias experimentales y en representación de miles de expertos. Pero sobre el «Manifiesto de Madrid» extienden un tupido velo de silencio, pues ellos prefieren seguir las pautas marcadas en la sombra y progresar hacia la nada.
En cuanto al debate social parece que todo se ha reducido, por parte del Gobierno, a escuchar a la subcomisión hecha a su medida, integrada casi en su totalidad por partidarios del aborto, o con intereses económicos en las clínicas que han burlado la ley.
Pero debate social, haberlo hay, como muestra el millón de personas que se manifestaron en Madrid y los miles en otras capitales. Una pancarta resumía la incoherencia de los defensores del aborto en tres frases: «¡No al terrorismo! 1.273 muertos! ¡No a la guerra! Irak 104.000 inocentes muertos. ¡No al aborto! 1.200.000 inocentes muertos»
Además de las manifestaciones y concentraciones, repetidas en los últimos años, es continua la actividad positiva de las diversas asociaciones en defensa de la vida. Provida, Derecho a Vivir, Red Madre, Hazteoir, o el Foro Español de la Familia llevan meses trabajando e informando a miles y miles de personas.
Concretamente este último Foro tiene programadas once mil conferencias por toda España con el lema «Su vida es tu vida», estableciendo además apoyo solidario para que ninguna mujer con problemas caiga en las redes del aborto.
Jesús Ortiz López. Doctor en Derecho Canónico
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