Para el Papa, lo que necesita la Iglesia «es santidad, no management»
AnalisisDigital.com
Nadie ha dicho que el oficio de Papa sea fácil. Su autoridad moral se ha globalizado de tal forma que se ha convertido en el primer poder espiritual de la Tierra. Es natural que los oleajes mediáticos golpeen con fuerza sobre el Vaticano.
Pero esos oleajes tienen importancia relativa: son nubes que pasan, abriendo nuevas vías de entendimiento. ¿Cuáles han sido las herejías de este Pontífice para los bienpensantes de turno? Veamos
El incidente de Ratisbona, inicialmente levantó una polvareda mediática que, cuando se disipó, descubrió unas autoridades islámicas dispuestas a que el viaje de Benedicto XVI a Turquía fuera un éxito. El preventivo chaleco antibala, preparado por la policía, quedaba arrumbado en una comisaría de Ankara y la apertura hacia el Islam se aceleró en los medios católicos.
El caso Williamson un momento delicado del último año del pontificado ha sido la ocasión de un movimiento audaz: la publicación de una carta que, al tiempo que explica el significado de su gesto hacia los lefebvrianos, le da ocasión de nuevo de insistir y recordar el sentido de su pontificado: la unidad de la Iglesia y contribuir al encuentro de Dios con los hombres. Los hebreos, que inicialmente se sintieron perplejos, han cambiado su postura redoblando sus esfuerzos para preparar con especial atención el viaje que dentro de unos días el Papa inicia a Tierra Santa como peregrino de la paz.
Las incidentales declaraciones del Papa sobre el preservativo y el sida tachadas de regresivas por una parte de la intelligentsia occidental (no de la africana) han motivado que desde Le Monde se afirme por expertos que las palabras del Papa nos sacan de la regresión y nos invitan a afrontar los hechos y lo que está en juego. Al tiempo, han encendido los focos sobre nueve países africanos (Lesoto, Malawi, Mozambique, Namibia, Sudáfrica, Suazilandia, Tanzania, Zambia y Zimbabue) que bajo el lema un solo amor, intentan favorecer con buenos resultados la monogamia y la fidelidad como medio de lucha contra el SIDA. Una confirmación de la observación del Papa.
Pero el problema, claro está, no es la anécdota mediática, por más que a la larga se disuelva en un contexto positivo. A comienzos de su pontificado, cuando me preguntaban cómo debería ser el nuevo Papa, respondía: «Un hombre de espaldas vigorosas, corazón grande y cabeza poderosa». Durante estos cuatro años Benedicto XVI ha demostrado poseer estas cualidades. Sobre las espaldas de este teólogo renovador cuyos libros se han convertido en bets-sellers y de este intelectual «sorprendentemente humano», han ido recayendo, a lo largo de estas ocho décadas, y muy especialmente en estos cuatro últimos años, casi todo el arco de las ansiedades e incertidumbres de la condición humana, demostrando ser un experto en humanidad. Basta ver las muchedumbres que lo acogen en sus viajes y las que vienen a verlo a San Pedro.
Yo creo que la clave de su popularidad y la razón de la inquina entre los grupúsculos de turno radica en que para Benedicto XVI el cristianismo no se construye con fórmulas elaboradas sobre la mesa de un escritorio. Piensa que la Iglesia «habla demasiado de sí misma», y que la verdadera reforma no puede reducirse «a un celoso activismo para erigir nuevas y sofisticadas estructuras». Para el Papa, lo que necesita la Iglesia «es santidad, no management». Esta es para algunos su gran herejía.
Rafael Navarro-Valls
Catedrático de la Universidad Complutense y experto en las relaciones Iglesia-Estado