Que perviva a través de los siglos debe hacer reflexionar sobre cuál es su misión y su fuerza
El Mundo - Castellón
La Semana Santa en nuestro país sigue presentando abundantes contrastes. El corazón católico, en la provincia de Castellón y en toda España, alcanzó de nuevo su máxima expresividad, con multitudinarias procesiones y otras devociones que se han extendido por ciudades y pueblos. Pequeños y mayores, hombres y mujeres, personas de toda condición, se funden en un conjunto de devociones y tradiciones, llenas de pasión, fervor y sentimiento.
¿Son unos días de paréntesis, o son un reflejo de las creencias y práctica religiosa? Tienen un aire de paréntesis para algunos, que ciñen la práctica religiosa a algunas épocas del año o preceptos. Para otros, en Semana Santa simplemente se reflejan unas hondas creencias, al margen de modas o de que la práctica religiosa habitual vaya en disminución. Para otros simplemente son vacaciones.
Nunca la fe ha sido cuestión de números ni cifras. Sean muchos o pocos, la mayoría no otorga mayor o menor autoridad a lo que se cree.
En medio de tal fervor popular, Francisco Vázquez, embajador de España ante la Santa Sede y ex alcalde de La Coruña, ha afirmado que existe un ordenado y planificado ataque contra la Iglesia desde distintos sectores del pensamiento, y en concreto ha censurado los llamativos ataques contra el Papa por manifestar en África la oposición al preservativo.
Lo dice un socialista, no una autoridad de la Iglesia, ni un intelectual: ya se sabe que Vázquez va por libre entre los socialistas españoles, y ahí está, como embajador en Roma, para alejarle en Roma y aparentar una normalidad institucional entre el Gobierno y la Santa Sede.
Es asombroso que algunos se asombren de que el Papa diga lo que ha dicho. Es lo que ha dicho siempre la Iglesia y dirá. No cambia con las modas ni las encuestas, ni con los ataques o insultos. Que perviva a través de los siglos debe hacer reflexionar sobre cuál es su misión y su fuerza, pese a quien le pese.
Como Vázquez, pienso que existe ese ataque planificado. Apena que las personas con escasa formación no lo detecten, acaben desconcertados y hasta algo acomplejados, sobre todo por la dureza e intransigencia hacia la moral que recuerda Benedicto XVI, como si no tuviera siquiera el derecho de recordarla. Una vez más, el insulto sale gratis. ¿Y si se planifica mejor la defensa de la Iglesia y su mensaje?