Sabrá disfrutar de nuestra manera de entender la vida, de nuestra alegría y entusiasmo
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Estoy segura que monseñor Osoro, el nuevo Arzobispo de Valencia conocerá a muchos valencianos aparte de nuestras costumbres y tradiciones; y prueba de ello es su aprendizaje de nuestra lengua valenciana. Entre esos valencianos me debo situar: desde el año 1972 y hasta 1987, trabajé en RNE en Cantabria y conservo recuerdos gratos e importantes sobre D. Carlos Osoro, en su época de Vicario episcopal, con Monseñor Juan Antonio del Val, como Obispo de Santander.
Mis visitas profesionales, la Iglesia es y debe ser buena noticia siempre, a la sede del Obispado, al lado de la Catedral, fueron frecuentes, tanto para recabar información sobre temas de actualidad como para asistir a celebraciones litúrgicas puntuales y transmitirlas por las ondas herzianas. Eran tiempos de magnetofones grandes y al hombro, un tanto pesados, cuyos micros había que pegar a los altavoces porque todavía no existían las mesas de sonido con las que resulta fácil conectar.
Mi trato en las distancias cortas fue cordial, siempre claro y con la convicción de ser entendida y bien interpretada; en ocasiones, los periodistas podemos dar una respuesta equivocada y provocar situaciones conflictivas entre los medios de comunicación y algunos ambientes eclesiásticos; estos eventuales despropósitos nunca tuvieron lugar en la cobertura informativa de las noticias religiosas del Obispado de Santander. Su transparencia y buen humor fueron dos constantes habituales.
Cantabria, su lugar de origen, tiene similitudes y diferencias con nuestra tierra: se abre al mar, tiene montañas que forjan y templan el carácter, y sus habitantes conservan tradiciones familiares y religiosas. Pero allí llueve y mucho, por eso hay tanta belleza verde proporcionada por la naturaleza, y aquí el agua constituye todo un problema porque la naturaleza no nos la da y algunos políticos con poder, tampoco. Notará la diferencia de clima y espero se acostumbre a nuestros tórridos veranos.
Monseñor Osoro, sabrá disfrutar de nuestra manera de entender la vida, de nuestra alegría y entusiasmo ante tantas costumbres tan propias y únicas, y de nuestro talante acogedor y humano. La única pena es que para que D. Carlos Osoro llegue a Valencia, se tenga que ir D. Agustín García Gasco. Como su predecesor ha dejado una huella imborrable, el nuevo Arzobispo sólo tendrá que seguirla. A ambos, lo mejor en este 2009.
Marosa Montañés Duato. Periodista
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