Generosidad con la propia vida, vivir para los demás, ser feliz sin buscar una seguridad absoluta en el futuro
Generosidad con la propia vida, vivir para los demás, ser feliz sin buscar una seguridad absoluta en el futuro. Esta Semana Santa el Papa invita a no huir de la Cruz para resucitar con Cristo. Ofrecemos una selección de frases de Benedicto XVI.
Domingo de Ramos
«Quien quiere tener su vida para sí, vivir sólo para él mismo, tener todo en puño y explotar todas sus posibilidades, éste es precisamente quien pierde la vida. Ésta se vuelve tediosa y vacía. Solamente en el abandono de sí mismo, en la entrega desinteresada del yo en favor del tú, en el "sí" a la vida más grande, la vida de Dios, nuestra vida se ensancha y engrandece».
«El amor significa dejarse a sí mismo, entregarse, no querer poseerse a sí mismo, sino liberarse de sí: no replegarse sobre sí mismo ¡qué será de mí! sino mirar adelante, hacia el otro, hacia Dios y hacia los hombres que Él pone a mi lado».
«Tal vez sea relativamente fácil aceptar esto como gran visión fundamental de la vida. Pero, en la realidad concreta, no se trata simplemente de reconocer un principio, sino de vivir su verdad, la verdad de la cruz y la resurrección. Y por ello, una vez más, no basta una única gran decisión. Indudablemente, es importante, esencial, lanzarse a la gran decisión fundamental, al gran "sí" que el Señor nos pide en un determinado momento de nuestra vida. Pero el gran "sí" del momento decisivo en nuestra vida el "sí" a la verdad que el Señor nos pone delante ha de ser después reconquistado cotidianamente en las situaciones de todos los días en las que, una y otra vez, hemos de abandonar nuestro yo, ponernos a disposición, aun cuando en el fondo quisiéramos más bien aferrarnos a nuestro yo».
«Quien promete una vida sin este continuo y renovado don de sí mismo, engaña a la gente. Sin sacrificio, no existe una vida lograda. Si echo una mirada retrospectiva sobre mi vida personal, tengo que decir que precisamente los momentos en que he dicho "sí" a una renuncia han sido los momentos grandes e importantes de mi vida».
«También nosotros podemos lamentarnos ante el Señor, como Job, presentarle todas las nuestras peticiones que surgen en nosotros frente a la injusticia en el mundo y las trabas de nuestro propio yo. Ante Él, no hemos de refugiarnos en frases piadosas, en un mundo ficticio. Orar siempre significa luchar también con Dios y, como Jacob, podemos decirle: "no te soltaré hasta que me bendigas" (Gn 32,27). Pero luego viene la segunda petición de Jesús: "Glorifica tu nombre" (Jn 12,28). En los sinópticos, este ruego se expresa así: "No se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22,42). Al final, la gloria de Dios, su señoría, su voluntad, es siempre más importante y más verdadera que mi pensamiento y mi voluntad. Y esto es lo esencial en nuestra oración y en nuestra vida: aprender este orden justo de la realidad, aceptarlo íntimamente; confiar en Dios y creer que Él está haciendo lo que es justo; que su voluntad es la verdad y el amor; que mi vida se hace buena si aprendo a ajustarme a este orden. Vida, muerte y resurrección de Jesús, son para nosotros la garantía de que verdaderamente podemos fiarnos de Dios».
Lunes Santo
(Audiencia a los jóvenes españoles entre ellos, un grupo de participantes en el Foro UNIV llegados de Madrid para preparar la JMJ 2011)
«Queridos jóvenes, Cristo se ha entregado por cada uno de vosotros y os ama de modo único y personal. Responded vosotros al amor de Cristo ofreciéndole vuestra vida con amor.
«Os invito, pues, a formaros en la fe que da sentido a vuestra vida y a fortalecer vuestras convicciones, para poder así permanecer firmes en las dificultades de cada día. Os exhorto, además, a que, en el camino hacia Cristo, sepáis atraer a vuestros jóvenes amigos, compañeros de estudio y de trabajo, para que también ellos lo conozcan y lo confiesen como Señor de sus vidas».
«Quien ama a Cristo, ama a la Iglesia con una misma pasión, pues ella nos permite vivir en una relación estrecha con el Señor. Por ello, cultivad las iniciativas que permitan a los jóvenes sentirse miembros de la Iglesia, en plena comunión con sus pastores y con el Sucesor de Pedro. Orad en común, abriendo las puertas de vuestras parroquias, asociaciones y movimientos para que todos puedan sentirse en la Iglesia como en su propia casa, en la que son amados con el mismo amor de Dios».
«Llevad mi afectuoso saludo a vuestras familias y a los amigos y compañeros que no han podido venir hoy, y a los que también bendigo de corazón».