Arguments
Respecto al problemón del aborto hay, podríamos decir, dos sensibilidades. Una la que antepone los derechos de la madre sobre los del niño no nacido, esgrimiendo argumentos de salud mental y física, de embarazo no deseado o por violación, escondiendo en esta sensibilidad hacia la mujer arteras posiciones egoístas: lisa y llanamente, no querer tener el hijo. Y la otra sensibilidad es la que arropa al niño no nacido desde el momento de su gestación, alegando que cualquier ley de plazos es un auténtico asesinato y ofreciendo ayuda a la mujer embarazada.
Hay lucha enconada entre estas dos sensibilidades. Sobre todo a nivel institucional y a nivel sanitario y en la calle. En el artículo de Natalia Hortsmann, Directora de Comunicación del CIMA (Centro de Investigación Médica Aplicada de la Universidad de Navarra),que presentamos a continuación, la autora ofrece, también lo han hecho otros, pero nunca está de más repetirse, un talante más comprensivo y dialogador, conducente a un entendimiento. Algo así como: respetar las opiniones de cada cual, pero con las personas el máximo grado de respeto y comprensión, porque lo que está en juego son muchas mujeres y muchos niños. Y así, fruto del diálogo, no habrá crispación social y ambas partes aunque no cambien sus posturas, obtendrán menos tensión y las personas defensoras de la vida conseguirán poder ayudar a más madres a dar a luz, a cuidar de sus hijos, etc.
No se trata de una tercera vía, se trata de abordar el tema con sentido común y con paciencia. Cosa nada fácil si priman intereses políticos, no se sabe por qué.
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Dialogando, ¡Podemos!
Natalia Hotrsmann
Mirar a los ojos de una mujer que ha decidido abortar o que ya lo ha hecho enseña mucho más de lo que difícilmente se puede esbozar en pocas líneas, sobre todo, si la mirada es sincera y la escucha comprensiva. Un asunto tan delicado requiere una sensibilidad que la ciudadanía espera. El debate sobre el aborto brinda la oportunidad para un diálogo sereno, sin extremismos ideológicos ni silencios cómplices. ¡Podemos!
Como decía Hillary Clinton, el aborto es una tragedia ("sad, even tragic choice", The New York Times, 2005). Un primer paso lleva a intentar comprender lo que solo una mujer en esa tesitura siente por circunstancias muy diversas. No juzguemos a nadie porque, entre otras cosas, nos puede pasar a cualquiera. Al mismo tiempo, no es honesto eludir principios éticos elementales. Hay cosas buenas y cosas malas, y su bondad o maldad es independiente de consensos. El tabaco no mata porque lo diga la cajetilla; ni el exceso de velocidad es peligroso porque lo penalice la DGT; ni la violencia machista es aberrante porque la condene el Gobierno. Son realidades dañinas en sí mismas, lo diga quien lo diga o aunque no lo diga nadie.
Tan intolerable resulta la violencia y la coacción para impedir a una mujer que acceda a una clínica abortista, como negarle ayudas cuando, ante un embarazo imprevisto, decide tener a su hijo y se siente sola, padece inestabilidad laboral, falta de recursos, irresponsabilidad del padre, o es menor de edad. Junto con la angustia previa a la interrupción del embarazo, hay otra realidad posterior, generalmente ignorada, sobre las secuelas físicas y psicológicas en la mujer.
Además, los avances científicos revelan evidencias, poco conocidas por el público general, del proceso biológico natural del cuerpo de la embarazada. Así, una especie de diálogo molecular desde el primer momento entre el embrión y la mujer permite que, a pesar de ser algo extraño a la madre, las defensas naturales no se activen. Esta tolerancia inmunológica se inicia a través de una red de sustancias que liberan y desactivan todas las células maternas que generarían el natural rechazo hacia lo extraño.
También hoy conocemos detalles del embrión de solo un día. En este sentido, se dice que guardamos memoria de nuestro primer día (Your destiny, from day one, Nature, 2002). Igualmente sabemos que en el embrión de 16 días comienza la formación del sistema nervioso y el esbozo cardiaco, que la circulación sanguínea propia del embrión se inicia a partir del día 20, que el primer latido se produce el día 21... Disquisiciones menores al margen, lo patente es que hay una vida y, desde luego, es humana.
Gracias a la prensa, la ciudadanía conoce el mundo fascinante de la ciencia más humana. Es memorable la foto de la manita del pequeño Samuel, de 21 semanas de gestación y un diagnóstico de espina bífida, que se agarra al dedo precisamente el corazón del cirujano que le realizaba la operación intrauterina. La imagen dio la vuelta al mundo e hizo pensar (Should a Fetus Have Rights? How Science Is Changing the Debate, Newsweek, 2003).
Pueba de que podemos es la entrañable escena de ver a Izaskun formular una pregunta al presidente Zapatero en TVE. A nadie se le oculta que otros seres humanos con síndrome de Down no tuvieron la oportunidad de nacer. Por eso, parece razonable ampliar derechos a los más débiles para no discriminarlos y hacer de la igualdad un valor en alza, digno de los derechos humanos del siglo XXI. A la tragedia personal del aborto no añadamos la cárcel para la mujer. De acuerdo, pero anticipémonos a la sad, even tragic choice. Demos un paso más y démoslo antes: a la tragedia de un embarazo indeseado no añadamos la tragedia superior del aborto. Esto es audacia y esperanza.
Sin duda, tenemos distintos puntos de vista, diversas sensibilidades y experiencias personales variadas. Esa pluralidad es enriquecedora si ampliamos el derecho a saber para aumentar cotas de libertad; si estamos abiertos a cambiar de opinión y, por tanto, progresamos sin retroceder. ¡Podemos!
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