La historia nos asegura que la ciencia positiva ha surgido en culturas cristianas
Gaceta de los Negocios
Hace falta mucha paciencia para soportar las manipulaciones con que nos machacan algunos medios de comunicación so capa de divulgación científica. Las inexactitudes de conceptos y datos son continuas y abarcan todo género de cuestiones.
Entre esta variedad de malentendidos, ocupa el primer lugar una falacia en la que algunas publicaciones insisten sin el más mínimo respeto por la objetividad. Acusan al cristianismo en general y a la Iglesia Católica en particular de oponerse al progreso científico y mantener una actitud de enemistad hacia la ciencia. Lo cual es sencillamente falso. Su pertinacia en tal campaña propagandística me hace recordar el lema de Musolini: Golpeemos sus cabezas hasta que penetre en ellas la verdad.
En ocasiones el despliegue de medios es tan amplio como la densidad de errores y la pobreza de argumentos. Por poner un ejemplo, me permito remitir al artículo que ha publicado Jesús Mosterín en El País, a propósito del aborto en España. Leía y escuchaba a Mosterín con agrado cuando se dedicaba a divulgar en España la lógica simbólica.
Pero desde hace un par de décadas publica gruesos libros sobre asuntos de tipo antropológico en los que improvisa audazmente y llega a decir cosas muy pintorescas. En el mencionado artículo alcanza la cima de la ausencia de ideas y arbitrariedad en las afirmaciones. Si se rastrea qué dice en defensa del aborto, no se encuentra nada más brillante que una comparación entre el embrión humano y la bellota del roble. Lo que abunda, mayormente, son los insultos a la Iglesia, a los cristianos y, en definitiva, a la propia ciencia.
La conmoción malintencionada que han provocado las palabras de Benedicto XVI en su viaje a África revela la orquestación anticristiana en la que parecen ponerse de acuerdo comunicadores y políticos de diverso jaez, coincidentes en que al Papa se le puede fustigar sin el mínimo respeto a su persona y al significado de lo que dice.
La corrección política se reserva para los dominadores. Al fin y al cabo, el Pontífice iba a visitar dos países olvidados por los poderosos de este mundo: Camerún y Angola. ¿Queda constancia de algún gesto de preocupación por la miseria de muchos de sus habitantes por parte de algún líder político, económico o intelectual del primer mundo?
A duras penas podrían localizar estas naciones en el mapa. Ni siquiera creo que el Gobierno de España haya sido capaz de hacerles llegar el millón de condones que anunció para compensar la disidencia del Papa Ratzinger. Cuando lo cierto es que, en estricto sentido, lo que dijo Benedicto XVI es la pura y simple verdad.
El mayor experto en sida de la Universidad de Harvard, Edward Green, acaba de afirmar en National Review: El Papa tiene razón. Nuestros mejores estudios muestran una relación consistente entre una mayor disponibilidad de preservativos y una mayor (no menor) tasa de contagios de sida. Aunque el preservativo protege en muchos casos, su uso provoca un aumento del riesgo que conduce a aumentar la expansión de la enfermedad.
Edward Green confirma que el mejor modelo de la lucha contra el sida en África es el de Uganda país con un alto porcentaje de cristianos donde se ha fomentado la monogamia entre las parejas. El descenso de la incidencia del sida desde que se inició esta estrategia ha sido espectacular.
Muy pocos se han hecho eco del éxito de la utilización terapéutica de las células madre adultas, mientras continúan exaltando el recurso a las células madre embrionarias que, además de plantear serios problemas éticos, no han encontrado aplicación alguna en la praxis médica.
Pero lo importante no son los resultados sino los principios. La historia nos asegura que la ciencia positiva y experimental sólo ha surgido y medrado en culturas cristianas, por un motivo fundamental: el cristianismo a diferencia de las religiones orientales y primitivas desacraliza el mundo e incita a desvelar sus secretos por medio de una investigación decidida.
¿Hasta cuándo vamos a anteponer a la verdad los mitos y leyendas, al servicio de ideologías más o menos turbias y de intereses económicos inconfesados?
Alejandro Llano es catedrático de Metafísica