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Benedicto XVI está muy bien informado en cuanto a la prevención del sida y habla para salir al encuentro de un nuevo colonialismo comportamental que sacude a las sociedades africanas, observa entre otras cosas monseñor Anatrella.
Monseñor Tony Anatrella es psicoanalista y especialista en Psiquiatría Social. Es profesor en París y en Roma. Es consultor del Consejo Pontificio para la Familia y del Consejo Pontificio para la Salud.
Ha publicado en francés L'amour et le préservatif (París, editorial Flammarion, 1995). Un libro que sigue estando de actualidad y que ha sido reeditado bajo el título L'amour et l'Eglise, (París, editorial Champ-Flammarion).
Su última obra publicada es La tentation de Capoue, antropología del matrimonio y la filiación, (París, editorial Cujas). Un libro que se interroga sobre las modificaciones en curso por las que se querría abrir el matrimonio y la filiación de modo subrepticio a parejas del mismo sexo. Una obra de referencia en la materia.
Monseñor Tony Anatrella vuelve, en esta entrevista, sobre la polémica suscitada, sobre todo en Francia, en torno a las propuestas del Papa respecto a la prevención del sida.
Las propuestas del Papa Benedicto XVI han suscitado una tormenta mediática. ¿Se trata de un error de comunicación?
¡No! El Papa ha hablado claramente. Está muy bien informado sobre las cuestiones relativas a la transmisión del virus VIH y de los problemas que presentan las campañas de prevención. Nos interroga poniendo en cuestión una visión de la prevención limitada sólo al preservativo. Adopta un punto de vista antropológico y moral para criticar una orientación sanitaria que, ella sola, no es capaz de cortar la pandemia. En veinticinco años, estas campañas no han logrado reducirla. Hay que adoptar otro enfoque que recurra al sentido de la conciencia humana y de la responsabilidad a fin de evaluar el sentido de los comportamientos sexuales.
Pero esta perspectiva, por lo que se ve, es dificilmente entendida actualmente en el discurso social. El preservativo se ha convertido en una especie de tabú indiscutible que debería, curiosamente, participar en la definición de sexualidad. ¿No es esta una manera de enmascarar los interrogantes?
¿Se trata de un diálogo de sordos?
Sin ninguna duda. Quienes deciden y prescriben las políticas sociales difunden y consolidan una representación de la expresión sexual que es, a menudo, instrumental y deletérea. El acto sexual buscado en sí mismo por placer no humaniza la sexualidad ni la relación humana. Trae consigo sufrimientos y pesa sobre la calidad del lazo social. En el mejor de los casos, el acto sexual no tiene sentido si no se integra en una relación amorosa y no es sólo una respuesta a un impulso reflejo.
La Iglesia sostiene que sólo el amor que se inscribe en una perspectiva conyugal y familiar es fuente de vida, allí donde oímos discursos de confusión relacional e identitaria y discursos de muerte que nos alejan de esta perspectiva.
¿La prevención, basada en el preservativo, agrava la pandemia del sida?
¿Qué dice el Papa exactamente? Lo voy a citar porque sus propuestas han sido transmitidas parcialmente y, una vez más, deformadas. Pienso que la entidad más eficaz, la más presente en el frente de la lucha contra el sida es justamente la Iglesia Católica, con sus movimientos, sus realidades diversas. Pienso en la comunidad de San Egidio que hace tanto, de manera visible y también invisible, por la lucha contra el sida. Pienso en los religiosos camilos, en todas las religiosas que están al servicio de los enfermos.
Diría que no se puede vencer el problema del sida únicamente con eslóganes publicitarios. Si se pierde el espíritu, si los africanos no se ayudan, no se puede resolver esta lacra distribuyendo preservativos: por el contrario se corre el riesgo de aumentar el problema. Sólo se puede encontrar la solución sino con un doble compromiso: el primero, una humanización de la sexualidad, es decir una renovación espiritual y humana que implica una nueva manera de comportarse el uno hacia el otro, el segundo, una amistad verdadera, sobre todo hacia los que sufren, la disponibilidad a estar con los enfermos, al precio también de sacrificios y renuncias personales. Estos factores son los que ayudan y llevan a progresos visibles.
Dicho de otra manera, nuestro esfuerzo es doble: por una parte, renovar el hombre interiormente, dar una fuerza espiritual y humana para un comportamiento adecuado respecto a su propio cuerpo y el del otro; por otra parte, nuestra capacidad de sufrir con quienes sufren, de permanecer presentes en las situaciones de prueba. Me parece que es la respuesta justa. La Iglesia actúa así y ofrece por sí misma una contribución muy grande y muy importante. Damos las gracias a todo aquellos que la realizan.
El papel del Papa es afirmar que, sin una educación y sentido de la responsabilidad, difícilmente se podrá lograr disminuir la expansión viral. La trasmisión del virus del sida es perfectamente evitable. No se contrae como el de la gripe. Está ligado a los comportamientos y a las prácticas sexuales. Contando sólo con el preservativo, dando a entender haz lo que quieras, se corre el riesgo de confirmar comportamientos que conllevan problemas y se evita pensar en ellos. El preservativo no es un principio de vida. Es la responsabilidad la que es un principio de vida.
En la sociedad actual, el sentido de las cosas y de las palabras es a menudo subvertido cuando se afirma por ejemplo que el sida es la enfermedad del amor. Se trata más bien de lo contrario: es sobre todo la expresión de un vagabundeo afectivo y de una impulsividad sexual. Dicho de otra manera, hay una prevención conformista que evita suscitar los verdaderos interrogantes sobre los comportamientos sexuales hoy. Tenemos que preguntarnos si no hay que considerar la expresión sexual con más dignidad que favorecer conductas y prácticas irreflexivas.
Lo que hay que preguntarse aquí es el sentido del amor y de la fidelidad. No se trata de propuestas regresivas como algunos han dicho sino por el contrario de invitar a una reflexión que es en primer lugar humana antes que confesional. Hay otra manera de orientar la prevención que es más constructiva que contar sólo con el preservativo que anima a seguir con prácticas que crean problemas. No es un modo de mantener la confusión de la que Benedicto XVI nos invita a salir. Pues, repito, tener como único horizonte medios profilácticos para luchar contra el sida es insuficiente si esta lucha no se acompaña de reflexión psicológica, social y moral. La política de salud pública ganaría en humanidad y eficacia.
África parece menos tocada por esta polémica que Francia
La acogida que han dado al Papa los africanos ha sido extraordinaria. Los participantes han sido numerosos y muy alegres. Los discursos de Benedicto XVI son de una gran calidad y trazan vías de esperanza para este continente. Lamentablemente, la obsesión de los medios por el preservativo contrarresta la importancia de estos discursos. ¿Podría verse como una forma de pereza intelectual y de oscurecimiento de la conciencia, y de una visión estrecha y parcial de las cosas?
Es verdad que los primeros interesados en las propuestas del Papa saben oirlas y recibirlas en general. Además, numerosos países africanos organizan la prevención contra el sida en torno a tres principios: abstinencia, fidelidad o preservativo y esto provoca efectos positivos. Los occidentales son incapaces de comprender este enfoque. Nosotros recibimos, por otra parte, numerosas reacciones venidas de África de quienes están cansados de ver que se les imponen los modelos sexuales de las sociedades occidentales, que para apoyar estos modelos, se acompañan evidentemente de medios de protección. Se trata de un nuevo colonialismo del comportamiento que sacude a las sociedades africanas. Algunos se rebelan ante el desarrollo de un vagabundeo desconocido hasta ahora en África donde el sentido de la fidelidad y de la familia es respetado y valorado. Algunos occidentales pierden el sentido de esta dignidad.
Hay un desfase entre África y los países occidentales respecto a la sexualidad. Tengo que ir próximamente a África y me he podido dar cuenta, preparando mis conferencias, que este continente tiene muchas cosas que enseñarnos, allí donde nuestros modelos occidentales del sexo buscado en sí mismo, difundidos por los medios, desdibujan el sentido de la sexualidad humana.
¿Cómo ve usted el papel de los medios y las tomas de postura de quienes toman las decisiones políticas y sociales?
Asistimos a una especie de linchamiento mediático en el que la mala fe se mezcla con los juicios de intenciones y la sobreinterpretación. Todo, no importa lo que sea, se expresa contra el Santo Padre, y muy frecuentemente sin tener en cuenta lo que verdaderamente dice. No es el Papa el problema. En cambio, los medios de comunicación y las reacciones de algunos que deciden en política y dictan normas sociales suscita un serio problema. La unanimidad en este asunto es por lo menos sospechosa. ¡El Papa parece disgustado con motivo! Los medios podrían hablar con un mínimo de rigor, tratando de dar una explicación para que la verdad de las propuestas del Santo Padre sea restituída. Como de costumbre, una frase citada fuera de contexto desencadena una serie de reacciones totalmente irracionales. ¿Cómo quiere usted que personas que no tienen otra información que la que dan los medios puedan reaccionar con serenidad?
Pero pienso que, en realidad, ¡no se desea oir otro discurso que el del preservativo! Algunos intentan llevar otro mensaje pero las reacciones de los periodistas son siempre las mismas: ¡Es demasiado complicado!. Efectivamente, el sentido de la vida y del amor es complejo y por eso es necesario emplear tiempo en explicarlo. Este tiempo parece no ser el de los medios.
Acabo de hacer la experiencia: en la radio, la televisión y la prensa escrita, el tiempo que se nos concede para responder es muy limitado mientras que dedican un espacio muy amplio a toda suerte de detractores. Existen especialmente los profesionales de la contestación entre una débil minoría de católicos extremistas que se constituyen en expertos y hablan desde ellos mismos haciendo una sobreinterpretación ideológica, bien lejana del pensamiento cristiano. Hay responsables políticos que, presentándose como católicos, buscan desmarcarse de la Iglesia adoptando ideas que no están en coherencia con su enseñanza, y afirman oponerse en nombre de su fe, como si tomaran su fe personal por un magisterio. Estamos sometidos a un conformismo dominante que nos aleja del buen sentido y de las simples normas de una humanidad tan necesaria en materia de sexualidad.
Fin de la primera parte
Anita S. Bourdin, traducido del francés por Nieves San Martín
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