Aún resta un largo camino en el amor y en el servicio, como escuela de genuina libertad
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La carta de Benedicto XVI sobre el levantamiento de la excomunión a los obispos ordenados por Lefebvre toca dos puntos importantes aparte de reconocer algunos desaciertos en materia informativa: el sentido de la remisión de las excomuniones y las prioridades de la misión de la Iglesia (y, en ese marco, del ministerio del Papa).
El sentido de la remisión de las excomuniones es levantar una pena canónica para facilitar una mano tendida a quienes han comenzado un camino de reconciliación (reconociendo en línea de principio al Papa y su potestad de Pastor). Aún quedan por resolver cuestiones teológicas importantes: la aceptación del Concilio Vaticano II y el magisterio postconciliar y, más al fondo, la comprensión de la Iglesia como una comunión y tradición viva cuya sustancial continuidad en la doctrina, en el culto y en la vida mantiene el Espíritu Santo desde Pentecostés hasta el final de la historia.
De un modo gráfico, que supera la dicotomía entre tradicionalistas y progresistas, lo expresa el Papa: No se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia al año 1962 y a la vez el Vaticano II lleva consigo toda la historia doctrinal de la Iglesia; por tanto, quien quiere ser obediente al Concilio, debe aceptar la fe profesada en el curso de los siglos y no puede cortar las raíces de las que el árbol vive.
El segundo gran tema es el de las prioridades en la misión y en el ministerio petrino. En nuestro tiempo, ante todo se trata de hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios, en un momento en que la fe está desapareciendo del horizonte humano, que se cubre por eso de gruesos nubarrones. El texto se detiene a explicar esa grande y única prioridad en relación con las grandes virtudes teologales: confirmar o fortalecer la fe, dar razón de la esperanza y aprender siempre de nuevo el amor.
Por lo que respecta a la fe, la prioridad suprema y fundamental es conducir a los hombres hacia Dios, hacia el Dios que habla en la Biblia. La consecuencia lógica es el testimonio de fe de los cristianos unidos: Su discordia, su contraposición interna, pone en duda la credibilidad de su hablar de Dios. Por eso el ecumenismo forma parte de esa prioridad fundamental.
A esto se añade el testimonio del amor, por parte de los creyentes de todas las religiones, y de ahí la necesidad de que busquen juntos la paz, intenten acercarse unos a otros, para caminar juntos, incluso en la diversidad de su imagen de Dios, hacia la fuente de la Luz. Por eso el diálogo interreligioso es prioritario como vistas al testimonio del amor. Desde luego, quien anuncia a Dios como Amor hasta el extremo debe dar testimonio del amor. Dedicarse con amor a los que sufren, rechazar el odio y la enemistad, es la dimensión social de la fe cristiana.
Parece claro que la esperanza en la certeza que le ha sido confiada a la Iglesia también tenga su parte en ese testimonio cristiano prioritario, como puede verse en la actitud que propone el Papa: ¿No debemos como buenos educadores se pregunta, invitando a una genuina pedagogía de la comunión eclesial ser capaces también de dejar de fijarnos en diversas cosas no buenas y apresurarnos a salir fuera de las estrecheces?.
Como conclusión sirva esta frase de la carta, que enlaza sus dos grandes temas: Si el compromiso laborioso por la fe, por la esperanza y el amor en el mundo es en estos momentos (y, de modos diversos, siempre) la auténtica prioridad para la Iglesia, entonces también forman parte de ella las reconciliaciones pequeñas y medianas. Por eso, si muchos no han sido capaces de captar ese humilde gesto de una mano tendida, es que aún resta un largo camino en el amor y en el servicio, como escuela de genuina libertad.
Ramiro Pellitero, Profesor de Teología pastoral, Universidad de Navarra