Hace falta despertar del letargo las conciencias de los españoles
Las Provincias
A quien no haya visto la película Bella, aconsejo que la vea. Sobre todo, si alberga alguna duda sobre la importancia de proteger la vida por encima de dificultades, tópicos arraigados o simplemente por claudicar ante lo cómodo, aunque suponga acabar con una vida humana.
Bella ha sorprendido por su éxito en las taquillas. Especialmente, a quienes propugnan o se creen que la mayoría de las personas, hoy en día, acepta el aborto sin más, o incluso está a favor de extenderlo hasta que sea aborto libre. Una sorpresa en las taquillas, que ya debía haber alarmado al Gobierno en su afán de aprobar una ley aberrante como la que se propone.
El público, la calle se pone al lado de una película que defiende la vida. Una película que presenta un caso que, en la sociedad actual, puede llevar a justificar el aborto: una joven con infancia dramática, sola, sin trabajo, y que prefiere no darle a quien lleva en sus entrañas una vida que presume trágica.
Pero el guión ofrece una salida inesperada: un joven le empieza a sugerir la adopción, porque él mismo en su familia ha visto que es una salida honrosa y positiva. La emoción, las lágrimas del público, cómplices también del buen humor que destila la película, son todo un plebiscito: la vida va unida a la alegría, no a lo carca, mustio o amargado. ¿No les recuerda una campaña reciente de buses que pretendía asociar la religión a la tristeza?
El cine es una avanzadilla o un test para cambios sociales, aunque también a veces es la muestra de intereses inconfesables o confesados. Hay películas que buscan, con apoyos más que sospechosos, denigrar la Iglesia Católica, alguna de sus instituciones o, sin más, la vida cristiana, ridiculizando y deformando el sentido cristiano del dolor, caricaturizando con crueldad lo que la mayoría conoce y hasta quiere.
Un ejemplo de este cine contra la Iglesia es la película Camino, un insulto a la inteligencia y una falta de rigor y respeto. Desde luego, quien conozca o quiera conocer el Opus Dei, que lo haga por otras vías; quien quiera profundizar en el sentido cristiano del dolor, que lo busque en otro sitio, no en esa película. Su finalidad no hay que averiguarla, porque ya se han encargado de explicitarle algunos de sus responsables.
Mientras la ministra Bibiana Aído sigue con su veloz carrera para sacar adelante el proyecto de ley de aborto libre, la sociedad española aumenta su oposición. Esta semana se ha presentado el Manifiesto de Madrid, con más de 1.000 firmas de científicos e intelectuales en contra de ese proyecto de ley, y ni se ha mencionado por parte del Gobierno: sin embargo, no se dan cuenta de que su silencio es la prueba fehaciente de que ese Manifiesto les hace un gran daño, es incontestable y rompe con simplezas que nos obsequia la ministra desde hace tiempo, que quiere asociar aborto a Iglesia Católica.
Aído, a sus 32 años, no debiera estar en el Gobierno. No dudo de que su gestión en la Agencia para la promoción del flamenco fuera aceptable. Lo que no entiendo es qué le avaló para estar al frente del Ministerio de Igualdad, y nadie se molesta en contestarle a sus ligerezas o contestaciones sobre su plan de aprobar el aborto libre. Tal vez es lo que ZP buscaba, sin más: una mujer joven, que sonría, con quien nadie vea sentido discutir por falta de argumentos, y bajo el envoltorio de que abortar iguala probar a ver si España traga esta aberración.
Los españoles hemos tragado bastantes barbaridades, las seguimos tragando, pero alegra ver que algo está cambiando. La película Bella fue un primer aviso. El Manifiesto de Madrid, otro. Y, en mi opinión, la campaña de la Conferencia Episcopal Española es otro aviso mucho más importante de lo que parece.
La Iglesia Católica no ha callado nunca su condena al aborto, ni callará. Como es evidente, se pretende recluirla a las sacristías, acallar sus mensajes, ningunearlos o ridiculizarlos. No pocos católicos pedían que la comunicación de la Iglesia estuviera más en consonancia con los tiempos actuales de la inmediatez, la imagen y las nuevas tecnologías.
Por más que algunos hayan calificado la campaña de la Iglesia como agresiva o provocadora a la vez que benévolamente le reconocen el derecho a hablar, cuando en realidad es un deber, comparar la protección a los niños con la que se otorga a los linces, la fauna o la flora, me parece de un acierto notable: en primer lugar, porque es cierto; y en segundo lugar, porque hace falta despertar del letargo las conciencias de los españoles con mensajes que impacten.
Bella, Manifiesto, campaña de la Conferencia Episcopal: preludio de manifestaciones, movilizaciones, apoyos de las cofradías en la Semana Santa andaluza. España no está tan anestesiada como algunos desearían, y se está comprobando.