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Olvidan el 'backgrown' de la información para dejar de lado la cultura cristiana
Un porcentaje considerable de la información específica sobre temas religiosos católicos, o relacionada con ellos, que publican algunos medios de comunicación generalistas sería más correcto encuadrarlo en una sección que podría encabezarse con información antirreligiosa. Pero, curiosamente, en la mayor parte de los casos está enfocada desde una óptica muy clerical. Un clericalismo al revés, si se quiere, pero clericalismo al fin. No sólo por la temática restringida, muy interna de la Iglesia, sino porque muy pocos informadores han captado el sentido eclesial, el peso de los laicos y la libertad de éstos en materias políticas, sociales, culturales o económicas, lo que conduce a que los pastores tengan que pronunciarse poco sobre asuntos temporales y coyunturales, y que cuando lo hagan se sitúen en el plano de los principios más que de las soluciones concretas.
No es infrecuente que la información en este ámbito se limite a las diferencias entre eclesiásticos, en la tan traída y manipulada discrepancia entre supuestos progresistas y presuntos conservadores, o que todo el énfasis se ponga en lo que hoy denominan diferentes sensibilidades entre los católicos. O en pronunciamientos de obispos o clérigos sobre asuntos políticos.
En diversos países se han realizado estudios sobre cómo la prensa trata estos temas de forma habitual. Un análisis sobre varios medios de prensa norteamericanos, pero cuyas conclusiones serían muy aplicables a países de Europa, concluía que la información en su conjunto presenta un enfrentamiento entre una jerarquía católica absolutamente anticuada, autoritaria, ensimismada en sus tradiciones y sus decretos, y, frente a ella, los reformadores del interior y del exterior. Por supuesto, estos últimos son siempre los buenos.
Como en otros campos informativos, se da también aquí un claro distanciamiento entre la opinión pública y la opinión publicada. Es un dato contrastado que los escarceos internos antes citados suelen interesar muy poco a los cristianos formados y que viven seriamente su fe, porque saben que, incluso siendo verdad lo que se publica, que muchas veces no lo es, no es importante si se compara lo que une a los cristianos en relación a lo que les separa. Sólo viven para estas tensiones caseras algunos activistas minoritarios y clericales que normalmente atacan a la Jerarquía y a los que la prensa suele dar amplia cancha. Y si a los propios católicos les interesan poco, a los de fuera mucho menos, excepto que se instrumentalicen para otros objetivos.
Las polémicas canonizaciones
Uno de los temas más sensibles en la información religiosa (católica) es el de las canonizaciones. Es un asunto claramente interno de la Iglesia, que parece que debería importar muy poco a los demás, a los no creyentes, a los que no se consideran parte de ella. Sin embargo, las canonizaciones y beatificaciones son a menudo espacios preferentes en la prensa de información general, incluida la claramente hostil a la Iglesia, y casi siempre como protesta y acoso a aquélla.
Dejo de lado el tan conocido y polémico caso de la beatificación de los mártires de la Guerra Civil española, en que, al margen de las creencias e incluso las divergencias sobre la oportunidad, muchos no supieron entender que no se les beatificaba por motivos políticos sino porque habían sido asesinados por el odio a la fe.
Pero no son el único caso ni se limita a España. En Italia no faltaron graves y persistentes ataques cuando se beatificó al padre Pío de Pietrachina, por citar un proceso relativamente reciente y muy relevante. Y cuando fue beatificado el cardenal Stepinac, el diario El País titulaba así: El Papa beatifica mañana a un cardenal croata condenado por ayudar a los nazis. Lástima que el rotativo no completó la noticia: no decía que el tribunal que emitió dicha sentencia era comunista, de la Yugoslavia de la posguerra mundial, ni que la acusación tuvo 48 horas para presentar testigos mientras la defensa sólo 20 minutos, ni que como confesó años más tarde Josip Hrncevic, un juez de la causa, si hubiéramos escuchado a los testigos de la defensa se hubiera hundido el proceso.
Los ejemplos podrían ser muchos más
En una temática de orden eclesiástico meten baza con toda la carne en el asador unos medios de comunicación y personas que se autocalifican distantes de la Iglesia cuando no claramente anticristianos. Una característica clásica del clericalismo en la historia era la extralimitación de algunos clérigos que actuaban y tomaban posiciones en asuntos temporales como si fueran maestros en ello, pretendiendo que los laicos cristianos les siguieran. Dichos clérigos usurpaban el espacio y los derechos de los seglares cuando se metían dónde no les correspondía. Ahora son algunos clericales antirreligiosos los que pretenden intervenir en asuntos internos de la vida de la Iglesia, lo que tampoco es de su incumbencia. Es un clericalismo, aunque al revés. Pregonan laicidad, pero son clericales.
La cultura del desarraigo
Si en la información que podría considerarse estrictamente religiosa (católica) pretenden influir sobre la Iglesia desde fuera, en la correspondiente a la vida de la sociedad y de la cultura en general se da el fenómeno inverso: intento de erradicar todo cuanto pueda mantener un referente religioso aunque éste sea evidente.
Juan Pablo II dijo en muchas ocasiones que cuando la fe impregna la sociedad, se hace también cultura. Así ha ocurrido en Europa. La huella de siglos de cristianismo ha hecho cultura, gran parte de la cual persiste a pesar del vendaval de la secularización. Al hacer información no puede olvidarse.
Para informar correctamente de cualquier asunto es muy importante lo que en la jerga periodística se denomina backgrown. Es el marco, el entorno, aquel conocimiento de base que hace inteligibles los hechos, con sus porqués, los orígenes, y a veces incluso las posibles consecuencias.
No hace falta elevarse a grandes disquisiciones teóricas ni a conceptos trascendentales. Baste observar la vida cotidiana. Cuando escribo estos artículos (marzo 2009) es época de Cuaresma. Es constatable que casi ningún medio de comunicación español de información general habla de ella. Tampoco hace falta que le dediquen mucho, aunque hace sólo unos días las televisiones y la prensa dedicaron amplísimos espacios a los carnavales. Pero el origen de éstos, incluidas sus orgías, no pueden entenderse sin saber su relación con la Cuaresma. O en los tan en boga programas de gastronomía de las televisiones y radios se habla de multitud de platos típicos exentos de carne, o de postres, , que habían nacido en función de la Cuaresma.
Las fiestas mayores de casi todas las poblaciones están relacionadas con la celebración de su santo patrón, en muchos casos con advocaciones de la Virgen. Paganizan las fiestas y hasta borran el origen aunque persista el nombre. Algún caso llega a ser histriónico, como en Barcelona. La Mercè (Mercedes) de la fiesta mayor puede ser cualquier mujer, menos la Virgen María.
Reflexiones similares podrían hacerse sobre Navidad, Semana Santa y otras. Cuando se trata de la referencia religiosa, en esta cultura del desarraigo los mass media incluso olvidan algo tan sustancial como el backgrown. Una práctica que no se aceptaría en otros campos informativos.
Buscar el morbo
En algunos medios no puede hablarse de hostilidad a la Iglesia en este tipo de información, sino más bien de desconocimiento y de frivolidad. Para algunos sólo tiene interés cuando en ella hay morbo, como cualquier escándalo sexual o económico, por pequeño que sea. Tampoco faltan las informaciones publicadas por su carácter de noticias curiosas o chocantes, actitud que no difiere del enfoque que se da en otros campos. Es llamativa la superficialidad con que se tratan ciertos temas, más que detectarse en ello un intento torticero. Ello ha de incluirse más bien en el analfabetismo en materia religiosa de muchos informadores.
Ni que decir tiene que temas como la homosexualidad, el matrimonio y la familia, el aborto o la eutanasia, el uso de embriones, sobre los que las posiciones de la Iglesia son claras, prácticamente siempre son tratados con las más absoluta hostilidad por los medios. Pero ello se abordará en el próximo artículo.
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