Se debe reflexionar seriamente sobre los límites de la ciencia en relación con la dignidad humana
Los médicos del hospital Virgen del Rocío de Sevilla han conseguido un éxito científico mediante una intervención pionera en España. A su vez, la alegría que reflejan las imágenes familiares de los pequeños Andrés y Javier con sus padres producen un notable impacto social.
Sin embargo, los poderes públicos y el conjunto de la sociedad deben reflexionar seriamente sobre los límites de la ciencia en relación con la dignidad humana, al margen del sectarismo ideológico y las polémicas artificiales.
No se trata de presentar un combate imaginario entre la religión y los avances científicos en nombre de un falso progresismo. La cuestión estriba en el rechazo a la concepción instrumental de los seres humanos, que deben ser considerados como un fin en sí mismos y no como medios para alcanzar un resultado.
La moral cristiana y la ética kantiana, entre otras doctrinas que sustentan la civilización actual, coinciden en este punto tan sensible. La selección genética implica el rechazo de los embriones inútiles, sea por enfermedad o por incompatibilidad genética, y ello supone una perspectiva utilitaria de la vida que ha justificado en el pasado ciertas doctrinas racistas y totalitarias. El hecho de que se hable con toda naturalidad de «bebé medicamento» refleja ese planteamiento instrumental que muchos expertos en bioética rechazan con sólidos argumentos.
En lugar de lanzar proclamas ideológicas, habría que insistir en que el progreso científico ha sido y es perfectamente compatible con la fe y la moral. Se trata de seguir investigando con el mismo rigor y dedicación hasta encontrar la fórmula adecuada sin necesidad de seleccionar el «embrión perfecto» que configura ya una genuina vida humana.
Resulta incongruente el entusiasmo que despierta en algunos sectores la salvación de una vida por este procedimiento, al tiempo que admiten con toda tranquilidad su destrucción mediante el aborto o la selección genética al amparo de un sedicente progreso social o tecnológico.
La ilusión de los padres es perfectamente comprensible en términos humanos, pero resulta inaceptable que algunos políticos se apunten el tanto en un alarde de oportunismo.
El debate social y académico está todavía pendiente, y por ello mismo la legislación tiene que ser prudente y las administraciones no deben utilizar de forma partidista la normativa vigente. Está en juego nada menos que la dignidad de la persona, que de acuerdo con la Constitución es el fundamento del orden político y de la paz social.