La institución del divorcio (
), un grave disparate jurídico, que perjudica sobre todo al menor y a la mujer
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Por lo que sabemos hasta la fecha, el único responsable de la muerte de la adolescente Marta del Castillo ha sido Miguel Carcaño, solo o ayudado por otros amigos o familiares. Pero sin conocer la razones últimas, y como ha dicho Fernando Seco, «en el trasfondo parece que late un desamor juvenil e inmaduro: una afectividad superficial, mal asentada o poco racionalizada que lleva a cometer todo tipo de tropelías. No se trata de justificar las razones del asesino sino intentar explicar los porqués para poner los remedios oportunos».
Conocemos el ambiente familiar en que se crió Miguel. Su madre, Felisa, cambió varias veces de pareja a lo largo de su vida; tuvo un hijo, Javier, con otro hombre y eso sin contar el trasiego de hombres que visitaban el piso en que vivía sola con su hijo. Esta desestructurada situación familiar impidió a Miguel formarse como hombre y como persona según han manifestado estos días psiquiatras especializados y han condicionado fuertemente su personalidad.
En mi trabajo hasta el año 2006 como Fiscal de Protección de Menores en Málaga comprobé, estadística en mano, que 3 de cada 4 menores que presentaba problemas de conducta eran hijos de familias desestructuradas (divorciados, separados, familias monoparentales...). Pienso que este es el triste resultado de casi 30 años de legislación que no ha ayudado ni ha apoyado a que las familias permanezcan más unidas.
Razonamientos tan universalmente extendidos del tipo «si desaparece el amor desaparece el matrimonio», o «tengo que ser fiel a mis sentimientos y ya no siento nada por esta persona», o «para hacer feliz a otro u otra antes debo ser feliz yo...» son un gran engaño y desde el punto de vista jurídico una gran barbaridad.
El Derecho debe proteger y alentar aquellos modos de vivir que hacen que la sociedad pueda crecer y desarrollarse más humanamente. No cabe duda que la familia y el matrimonio deben ser protegidos porque hacen posible el relevo generacional, que los hijos sean alimentados, educados y formados en un ambiente adecuado, que los ancianos sean cuidados con cariño hasta el final, etc.
De ahí que la institución del divorcio, y no digamos el llamado 'divorcio-express' que nos retrotrae a la sociedad que había 2.000 años antes de Cristo, sea un grave disparate jurídico, que perjudica sobre todo al menor y a la mujer. Fomentar que una persona cambie continuamente de pareja durante su vida, facilita sin duda que muchísimos menores en nuestro país estén creciendo actualmente en auténticos infiernos.
Igualmente desde mi experiencia profesional y trato con menores, considero que otra consecuencia que debemos sacar de este horrendo crimen es si el modo en que la 'educación sexual' se está impartiendo en nuestros colegios e institutos es el adecuado. Digo 'educación sexual' por decir algo, porque lo que aprenden los menores en clases, impartidas por personal supuestamente experto, es sobre todo cómo deben ponerse un preservativo.
Seamos sensatos: si a un chico o chica de 14, 15, 16 años se le explica esto, lo único que haces es incitarlo a la promiscuidad sexual y sugerirle el placer como principio rector de su actividad. Basta con examinar el creciente aumento de abortos en adolescentes en nuestro país durante los últimos años.
Y este es el mensaje que desde hace 25 años se da desde las instancias públicas, (desde el famoso 'póntelo, pónselo' al actual 'Eh, tronco, yo no corono rollos con bombo') que animan a los adolescentes a considerar el sexo como una mera diversión y al placer como única meta.
También es muy divertido conducir coches o motos a 200 km/hora por la autovía y a nadie se le ocurre recomendarlo porque las consecuencias pueden ser desastrosas. Y es que al hombre o mujer obsesionado por el placer se le obscurecen los principios del recto obrar: eso es lo que le ha pasado a Miguel.
Si a todo esto añadimos que las productoras de series televisivas y las cadenas de televisión presentan continuamente, en horario de máxima audiencia, series televisivas donde chicos y chicas mantienen relaciones sexuales indiscriminadamente con otros chicas y chicos y eso lo ven adolescentes cuya afectividad se encuentra formándose, lo que conseguimos es personas incapaces de amar y por tanto de ser feliz. No olvidemos que una relación sexual no es como tomarse un café o jugar al paddle; al ponerse en juego lo más íntimo de una persona deja una huella muy difícil de borrar.
A Marta la ha matado, parece ser, Miguel, pero si no existe un cambio radical en la legislación sobre el matrimonio y la familia, si no reorientamos totalmente la educación de la afectividad en nuestros colegios e institutos, temo decirlo, pero habrá muchas más Martas en nuestra sociedad en los próximos años.
Francisco Javier García Rull. Fiscal de la Fiscalía Provincial de Granada