Estamos ante un proyecto de ingeniería social al servicio de la ideología laicista
AnalisisDigital.com
Las recientes sentencias sobre la asignatura Educación para la ciudadanía (EpC) intentan equilibrar la balanza de la Justicia, pero me parece que no lo consiguen. El Supremo hace unos ejercicios circenses dando alguna razón al Ministerio de Educación, para que no se enfaden, pero también reconoce que más de cincuenta mil objeciones son muchas objeciones. Por eso el fallo del Supremo es un verdadero fallo que descarta la objeción de conciencia, pero a la vez asegura que la Administración no puede imponer cuestiones morales a los alumnos.
Doscientos folios son también muchos folios y además llegan con retraso, como nos tiene acostumbrada esta Justicia. Aunque la reciente huelga de jueces por el lamentable estado de los juzgados y la falta de medios les sirve de atenuante. Además, el fallo del Alto Tribunal muestra división entre 19 magistrados a favor y 10 en desacuerdo con las sentencias. Por tanto, los padres y asociaciones tienen sobradas razones para seguir la batalla en defensa de su derecho a educar a los hijos de acuerdo con sus convicciones.
Como ha señalado en Análisis Digital el Profesor José Mª Martí: «Hay una confusión entre los valores morales que sustentan la organización política y su ordenamiento, y que pertenecen a la sociedad, como la cultura (Gaudium et spes, 59), y el propio ordenamiento. Éste, en cuanto articulación de la convivencia (fuero externo), sujeta a todos (art. 9.1 de la Constitución). El art. 27.2 habla de educar en el respeto a sus principios, no en su asunción o asentimiento. Sin tener en cuenta este punto es fácil justificar la doctrina oficial y el partido único de lo políticamente correcto. El pluralismo, la libertad de pensamiento y enseñanza, es residual, para lo que se decida que no forma parte de los valores o moral común y dentro de ese corsé».
Adoctrinamiento estatal
El Ministerio de Educación pone cara de asombro ante tantas objeciones, mantenidas con tanta tenacidad. Ellos dicen que sólo quieren educar buenos ciudadanos, como si esto se consiguiera con una asignatura fuertemente ideologizada, mientras crece el fracaso escolar y la violencia en las escuelas. Sin embargo, los hechos demuestras que invaden la conciencia de los alumnos con la ideología oficial.
Ahí están los programas y sus desarrollos, imponiendo una concepción materializada del hombre. Dicen, por ejemplo, que el individuo debe formarse a sí mismo en el terreno sexual; que los seres humanos nos identificamos como hombres y mujeres según el momento histórico; que la globalización y el capitalismo son las causas de las desigualdades sociales; que el poder político es el poder supremo, etc. Además promueve de manera velada el aborto y la eutanasia.
Ahí están muchos libros publicados insistiendo machaconamente en la educación sexual, entendida como simple información sobre los anticonceptivos, hasta llegar al aborto a los 16 años, separando a las hijas de los padres. No extraña que el libro Ética para Amador, de Sabater, pida que los alumnos respondan a la siguiente pregunta: ¿Si la condena de la sexualidad por inmoralidad se funda en el miedo al placer, ¿por qué se tiene miedo al placer? (un lío con demasiados presupuestos implícitos). O que un profesor de Bachillerato comience la EpC preguntando ingenuamente a los alumnos: ¡Qué levanten la mano los que van a misa!
Ahí está también la ideología de género sosteniendo como dogma de fe que todos los ayuntamientos carnales son igualmente normales. Ahí está el menosprecio de Dios y de la religión, nada ajenos a los frecuentes episodios contra el crucifijo como signo principal de la fe católica y de los valores cristianos.
Un proyecto de ingeniería social
Estamos ante un proyecto de ingeniería social al servicio de la ideología laicista, con el objetivo de sustituir la familia por el Estado. Como pasos intermedios están la sustitución del aprendizaje por el coloquio y la enseñanza por las consignas políticas. Parece como si se hubieran inspirado en el franquismo de primera hora o en el maoísmo que, por cierto, fue la utopía que alimentó en su mocedad a quienes han diseñado la LOE, con la EpC como asignatura estrella.
Hace tiempo que la asociación Profesionales por la ética mostraba varios motivos para rechazar esta asignatura. Porque: supone una intromisión ilegitima del Estado en la educación moral de los alumnos; abusa de las emociones y los afectos de los alumnos y renuncia a la pedagogía del esfuerzo; una buena parte de los criterios de evaluación no se basan en la adquisición de conocimientos sino en las actitudes de los alumnos; silencia la existencia de Dios y la trascendencia de la vida humana que sostienen la ética de muchos ciudadanos, etcétera.
¿Quién puede explicar que, con la LOE los alumnos pueden elegir o rechazar la asignatura de religión, mientras tienen que asistir obligatoriamente a la polémica EpC? La lucha continúa y la Justicia se va dejando girones en el camino.
Jesús Ortiz López. Doctor en Derecho Canónico