Un culto que sobrepasa los muros del templo y se continúa en la vida misma de los cristianos
AnalisisDigital.com
El culto es una de las realidades esenciales de toda religión. En ese sentido, dice el diccionario del español, el culto es el homenaje externo de respeto y amor que el cristiano tributa a Dios y a los santos, que se realiza por medio de ciertos ritos o ceremonias litúrgicas. Sin embargo, cabe preguntarse, ¿se reduce el culto a la celebración que tiene lugar en el templo?
En una de sus catequesis más importantes sobre San Pablo, en la primera audiencia general de 2009, Benedicto XVI ha explicado la naturaleza del culto cristiano. Y lo ha hecho en continuidad con los principales textos de su pontificado (sus dos encíclicas y la exhortación sobre la Eucaristía, sacramento de amor).
Ha apoyado su explicación en tres textos de la carta de San Pablo a los Romanos.
1. En primer lugar, San Pablo dice que Cristo fue un instrumento de propiciación. Con esa expresión se recuerda el propiciatorio o cubierta del arca de la alianza (en el templo de Jerusalén), que se consideraba el punto de contacto entre Dios y el hombre. Por eso se echaba sobre el propiciatorio la sangre de los animales sacrificados, como símbolo y sustitución del deseo de perdón. Ahora bien, el verdadero propiciatorio es la cruz de Cristo, pues ahí se sustituye aquél culto del deseo por el culto real que manifiesta el verdadero amor divino-humano.
2. En un segundo texto, San Pablo exhorta a los Romanos a que ofrezcáis vuestros cuerpos vuestra persona entera como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual". Las religiones no cristianas (también la del Antiguo Testamento, más perfecta que otras) ofrecían sacrificios que exigían la muerte de la víctima. La palabra sacrificio significa hacer algo sagrado. En el cristianismo, se trata de convertir la vida ordinaria en una ofrenda a Dios. Esto es lo que Pablo llama un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Y lo califica como un culto espiritual, o razonable, como traduce la Plegaria eucarística romana.
Se pregunta Benedicto XVI si no es este culto espiritual razonable, que propone Pablo a los cristianos de Roma, una sustitución del culto con los animales por un mero esfuerzo moralista e individual, sin repercusión en la vida.
No es así, responde, porque el culto cristiano se realiza por Cristo, con Él y en Él, en comunión con Él, que se ha unido a cada uno de nosotros y a todos nosotros en la comunión de la Iglesia: Jesucristo, en su entrega al Padre y a nosotros, no es una sustitución, sino que comporta realmente en sí al ser humano, nuestras culpas y nuestro deseo; nos representa realmente, nos asume en sí mismo. En la comunión con Cristo, realizada en la fe y en los sacramentos, nos convertimos, a pesar de nuestras deficiencias, en sacrificio vivo.
Es lo que dice bellamente San Agustín hablando de la Eucaristía: Este es el sacrificio de los cristianos: aun siendo muchos somos un solo cuerpo en Cristo... Toda la comunidad redimida, es decir, la congregación y la sociedad de los santos, es ofrecida a Dios mediante el Sumo Sacerdote que se ha entregado a sí mismo.
3. Finalmente, un tercer texto de San Pablo habla de "la gracia que me ha sido otorgada por Dios, de ser para los gentiles ministro de Cristo Jesús, ejerciendo el sagrado oficio oficio sacerdotal del Evangelio de Dios, para que la oblación de los gentiles sea agradable, santificada por el Espíritu Santo".
Aquí subraya el Papa dos aspectos: el apostolado cristiano es un acto sacerdotal, que prepara el verdadero sacrificio; y ese verdadero sacrificio consiste en que todos los pueblos se conviertan, unidos a Cristo, en ofrenda para la gloria de Dios y espejo de su amor.
Recapitulando. En el culto cristiano se realiza el verdadero culto: un culto que asume los anhelos del hombre: los gozos y las preocupaciones de cada día, en unión con la familia de Dios, que intercede por toda la humanidad. Un culto que sobrepasa los muros del templo y se continúa en la vida misma de los cristianos.
En otras palabras, la vida concreta (las relaciones familiares y profesionales, las actividades de cultura y ocio, la salud y la enfermedad) es lo que ofrecen los cristianos en unión con Cristo, por los pecados del mundo. Y esa ofrenda y ese culto se prolongan en el afán de que todos los hombres lleguen a conocer y amar a Dios, porque ahí encuentran la raíz de la felicidad, del progreso, de la vida verdadera.
Ramiro Pellitero, Instituto Superior de Ciencias Religiosas, Universidad de Navarra