Una gran ocasión para decidirnos a buscar a Dios y a seguir la estrella (la Iglesia), sin conformarnos simplemente con mirarla
La famosa villa castellana de Covarrubias, en Burgos, fue fundada por el conde Fernán González, allá por el siglo X: es un monumental conjunto histórico-artístico alrededor de su espléndida Colegiata. Entre tantas maravillas destaca una obra de arte excepcional: el famoso Tríptico de los Reyes Magos tallado y policromado con singular perfección y sentimiento en el siglo XV.
Podemos contemplar en el centro a la Virgen esbelta, gentil y solemne, que ofrece el mejor Don a la humanidad: al Niño Dios que alarga con naturalidad su pequeño brazo para curiosear aquellos regalos que le ofrecen unos viajeros incansables. San José, tan discreto como siempre y en segundo plano, rebosa confianza y paz. Los tres Reyes ricamente ataviados se muestran muy señores y reverentes. Aquí el genial artista quiso jugar con el tres que siempre fue número de perfección: Tres de Familia la Trinidad de la tierra, tres Reyes, tres ofrendas, tres gorros o tocados, y tres animales porque a la mula y el buey añade un perrillo fiel.
Muchas personas piensan que las tinieblas cubren la tierra y que la vida tiene poco sentido. No conocen a Dios porque se oculta a nuestras miradas y calla ante nuestras oraciones. Pero no es verdad. Porque no buscan sinceramente a Dios, con el mismo empeño que ponen en los asuntos humanos que más les interesan. Quizá nosotros pensamos a veces de esa manera. La Epifanía es una gran ocasión para decidirnos a buscar a Dios y a seguir la estrella (la Iglesia), sin conformarnos simplemente con mirarla.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron (Mt 2,10). Esta Epifanía significa la manifestación de Jesucristo a todo el mundo, no sólo al pueblo elegido. El encuentro con Jesús con otras razas y culturas supera aquel nacionalismo estrecho y, desde ahora, la referencia para el creyente no será la ciudad de Jerusalén sino la Persona de Jesús. Hoy, en la Epifanía o manifestación de ese Niño Dios a todos, el cristiano es más católico o universal y aprende a amar a todos, porque se esfuerza en ver una sola raza, la de los hijos de Dios, como lo veía San Josemaría Escrivá.
Aquellos hombres de ciencia o Magos dan testimonio con naturalidad y a través de su trabajo, que les sirvió para descubrir a ese Dios que muchos ven lejano pero no se mueven para buscarlo. Aquel anónimo artista de nuestro retablo en Covarrubias supo dar también testimonio de fe con naturalidad en su trabajo perfecto. El apostolado, el testimonio cristiano de palabra y de obra, es connatural a nuestra fe. Es un deber y un derecho por el Bautismo. Tenemos que anunciar a Cristo y la mayoría lo hace con el testimonio personal en la vida corriente. Por eso cada día podemos preguntarnos: ¿He sido coherente con la fe y la moral cristiana o cobarde dejándome iluminar por esa luz y animándome a vivir la caridad?, como nos exhortaba Benedicto XVI: «La luz de Belén nunca se ha apagado. Ha iluminado a hombres y mujeres a lo largo de los siglos, los ha envuelto en su luz. Donde ha aparecido la fe en aquel Niño, ha florecido también la caridad: la bondad hacia los demás, la atención solícita a los débiles y los que sufren, la gracia del perdón». Que viene a ser como un eco de aquella llamada de Juan Pablo II: «Se necesitan heraldos del Evangelio expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y al mismo tiempo sean contemplativos, enamorados de Dios».
En esta Epifanía tenemos que parecernos a nuestros hijos en la sencillez y la alegría ante los regalos que esperan de los Magos de Oriente. Hay que ser tan niños como aquellos sabios que encuentran porque han buscado con generosidad. «Santa María, Estrella del mar, Estrella de la mañana, ayuda a tus hijos». Nuestro celo por las almas no debe conocer fronteras, que nadie está excluido del amor de Cristo.
Jesús Ortiz López. Sacerdote. Doctor en Derecho Canónico