Si no defendemos la vida desde el comienzo, jamás la defenderemos hasta el final
Gaceta de los Negocios
El aborto, en España, ha dejado de ser un delito. Ahora es un negocio. Un gran negocio. Si no que se lo pregunten a las más de cien clínicas abortistas que hay en nuestra piel de toro. A la clínica Dator, por ejemplo, que fue la primera en ser acreditada, hace ya 20 años, para realizar abortos de alto y bajo riesgo. Lo que empezó siendo una tímida despenalización parcial de algunos tipos de abortos, se ha convertido en un mercadeo de vidas de inocentes. Por desgracia, los socialistas se han empeñado en protegerlo con una coraza legal impenetrable, que permita la inmunidad de todos cuantos colaboran en este repugnante negociete letal.
No seamos ingenuos. Las cosas por su nombre. Si matar al hermano es un fraticidio, y matar a los padres, un parricidio; si eliminar a un pueblo se denomina genocidio, ¿por qué no llamar feticidio al asesinato de un inocente en el vientre materno? Feticidio: eso es el aborto y no otra cosa. El homicidio del feto. El asesinato de un viviente humano indefenso. Y ¿acaso no es persona todo viviente humano, se encuentre en el seno materno, en la cima del Himalaya o en una choza de Timbuktu?
El homicidio es execrable, pero el feticidio mucho más. Un inocente que no puede defenderse, ¿qué mal ha hecho?, ¿de qué es culpable?, ¿por qué le aplicamos la pena capital, sin juicio previo, sin posibilidad de defensa? Comprendo a las mujeres que se plantean el drama de un embarazo no deseado.
Necesitan el apoyo de la sociedad civil, para ampararlas, para luchar con ellas, para sacarlas adelante. Construyamos, juntos, un mundo en el que se defienda al inocente, a la madre y al niño. No un orbe edificado sobre una montaña de fetos que nunca lograron ver el sol. Si no defendemos la vida desde el comienzo, jamás la defenderemos hasta el final.