El fundamentalismo occidental lleva a matar en silencio, en los hospitales, en las clínicas abortistas, en los Parlamentos
AnalisisDigital.com
Ojeando una página web acerca del fundamentalismo me encontré con la respuesta que da Richard Dawkins a la pregunta sobre las consecuencias cruentas que la acompañan. Subraya que el fundamentalismo religioso es una fuente de violencia y de irracionalidad. Poco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando le preguntaron en qué podría haber cambiado el mundo, Dawkins, agnóstico por otra parte, afirma: Muchos de nosotros veíamos a la religión como una tontería inofensiva. Puede que las creencias carezcan de toda evidencia pero, pensábamos, si la gente necesitaba un consuelo en el que apoyarse, ¿dónde está el daño?
El 11 de septiembre lo cambió todo. La fe revelada no es una tontería inofensiva, puede ser una tontería letalmente peligrosa. Peligrosa porque le da a la gente una confianza firme en su propia rectitud. Peligrosa porque les da el falso coraje de matarse a sí mismos, lo que automáticamente elimina las barreras normales para matar a otros. Peligrosa porque les inculca enemistad a otras personas etiquetadas únicamente por una diferencia en tradiciones heredadas. Y peligrosa porque todos hemos adquirido un extraño respeto que protege con exclusividad a la religión de la crítica normal. ¡Dejemos ya de ser tan condenadamente respetuosos!.
En fin, para empezar aunque no es el aspecto en el que deseo hacer hincapié, la religión no es una tontería, por otra parte nos ofende a los que la tenemos el mero hecho de que la adjetive. Ni inofensiva ni peligrosa, por favor. Sea usted respetuoso. Si la gente necesita consuelo
¿pero quién no lo necesita al menos algunas veces en su vida? Creo que el camino adecuado para enfrentarse a una triste realidad es ir a la raíz. Porque no sólo no es la fe una tontería inofensiva y mucho menos que sea letalmente peligrosa sino que no hay tema más humano que Dios. Cualquier cosa que existe clama con su presencia a su hacedor. Al concluir con esa expresión: ¡Dejemos ya de ser tan condenadamente respetuosos!, hay que decirle a este señor que él está siendo en ese momento, desde su religión de agnóstico, otro auténtico fundamentalista.
Pregunto a los gobiernos que tratan de combatir el fundamentalismo terrorista ¿qué autoridad tienen para condenar algo tan punible cómo lo de Bombay, Nueva York o Madrid si ellos admiten, protegen, subvencionan y pagan campañas propagandistas para las prácticas abortivas? ¿Dónde está el sentido común, la coherencia de occidente? Al fin y al cabo, lo que pretende el fundamentalismo islámico ya no tiene secretos. Conquistar el mundo por la vía demográfica. ¿Para qué secretos ya? Si occidente está anclado y bien aferrado al egoísmo, al consumismo y al bienestar caiga quien caiga. El fundamentalismo no es una forma de conservadurismo sino más bien de tradicionalismo radical irracional que idealiza sentimentalmente supuestos valores merced a la ignorancia, ignorancia que unida a la carencia de una voluntad que gobierne las demás potencias hacen posible que el hombre actúe monstruosamente.
El fundamentalismo no es una enfermedad crónica imposible de acometer, es imposible con paños calientes pero no si se va a la raíz, a la esencia del hombre, a la concepción que de él se tiene. Las enfermedades no se curan con quejas o huyendo del médico sino acudiendo a él y pechando con los resultados de la analítica, el hospital o la intervención quirúrgica si es menester. El problema lo tenemos en occidente por haber desoído la ciencia del hombre que da precisamente la fe. El fundamentalismo va contra los principios del mundo occidental. Éste ha echado hondas e irrefutables raíces cristianas que pese a sectarios que niegan lo que es evidente y Europa los hizo suyos asumiendo, por fin, un aspecto especialmente importante: la separación entre religión y Estado. Lo que no es de recibo sería que las leyes humanas predominasen sobre las divinas. Una cosa es que la fe se ofrezca y nunca se imponga y otra que esa fe aplaste, como en el caso del islam, lo más profundo que posee el hombre: la libertad.
También los cristianos, tristemente, aunque ya hace siglos, fuimos en ocasiones fundamentalistas pero se superó ese grave error humano, gracias al conocimiento profundo de la fe, de las enseñanzas de Jesucristo. Perdonar siempre, que es mejor sufrir la afrenta que afrentar a nadie, aunque con esto parezca tener siempre las de perder
No es cierto porque la verdad triunfa a la larga o a la corta por sí sola, pero es necesario caminar por los senderos del amor de Dios mediante la oración sincera, el reconocimiento de nuestras culpas, pedir el perdón de Dios en el Sacramento de la reconciliación, la identificación con el Señor en la Eucaristía, el cumplimiento del Decálogo, las obras de misericordia, etc.
La raíz está en saber qué es el hombre y el hombre es un ser unitario en el que la inteligencia, la voluntad y la afectividad se hayan substancialmente unidas en un todo inseparable durante toda la vida en la tierra; es decir, una realidad única con un anverso y un reverso: el alma y el cuerpo. En la medida en que una de estas tres realidades o potencias humanas predomina sobre las otras aun dentro de la armonía el temperamento es muy diverso; si predomina la voluntad se es voluntarista, si es la inteligencia la que lo hace hablamos de temperamento racionalista y si el conductor del obrar es la afectividad estamos ante un temperamento emotivo o sentimental. Aunque no se dan temperamentos al cien por cien puros, sí se dan toda la gama posible de ellos y como si de una curva gausiana se tratara hay extremos en los que predominan algunos de los temperamentos radicales citados.
Si el hombre, tenga el temperamento que tenga, no se esfuerza por conocerse dándose a conocer con sencillez, aceptando lo que quienes le aprecian le dicen para que se conozca, no podrá entablar una pelea contra sus asperezas de temperamento para adquirir la armonía del hombre de leal, del hombre de una pieza. Temperamento es a carácter lo que un bloque de mármol a una estatua tallada y perfecta. El carácter se consigue con la pelea interior, personal, de nosotros contra nosotros por adquirir virtudes. El orgullo de creer que uno sabe cómo es mejor que nadie, conduce a la catástrofe personal, a hacer daño a los demás sin ni siquiera imaginárselo o incluso hasta pensar que se les hace un favor. Este orgullo desemboca con facilidad en un radicalismo, a veces, brutal. No estamos exentos ningún hombre de esta soberbia y, por tanto, de este peligro.
Nada hay más humano que pensar, hablar y actuar bajo la sombra de Dios. Y esto es tan lógico como que la sombra exige algo que la produzca. Esta sombra divina que poseen todos los hombres también quienes tienen el ateísmo o el agnosticismo por dios lleva a paradojas, si me apuran divertidas. ¡Qué haya pleno de asistencia en el Parlamento español para un votar si se pone o no una placa de la Madre Maravillas, con tantos temas serios y de gran envergadura en los que falta quórum
! ¿Es acaso lógico? Esto es una forma de fundamentalismo demócrata absurdo. Pero lo que verdaderamente asusta es que mientras se abstienen de adquirir la armonía, la mesura, el equilibrio de sus facultades humanas haciendo el bien y no lo políticamente correcto, a la vez arbitren leguleyas porque no son leyes las que no están conforme con la Ley de Dios para desnaturalizar la familia tal y como Dios la quiso y la quiere ya que Él no cambia dando patente de corso a las parejas de hecho, los concubinatos, los adulterios, la homosexualidad, etc., y, sobre todo, al aborto.
El fundamentalismo religioso es político y pretende conquistar el mundo pariendo hijos con la poligamia, originando el miedo matando a occidentales o islámicos moderados en aras de una falsa obediencia a su ley divina. Es fácil escoger, de entre esas gentes que no han domeñado con la virtud su temperamento, convertirles en hombres o mujeres que una vez deformados con la ignorancia y dándoles falsas promesas de futuros celestiales, de los que todos tenemos nostalgia, sean engañados para inmolarse por la causa. Los jefes, curiosamente, no se inmolan. No podría seguir la cosa
sin ellos. Esto que está ocurriendo es, lo quieran o no, una modalidad de una tercera guerra mundial en la que unos grupos terroristas tienen la franquicia que les dan otros más potentes. Cada franquicia tiene sus intereses comunes de una parte, y luego sus fines específicos, según su localización.
La Iglesia camina a través del hombre porque él es su camino. La defensa del hombre, del propio hombre es puesto de manifiesto en el Calvario. El portavoz del Vaticano ha manifestado lo que piensa cualquier persona que lucha por alcanzar la armonía de sus potencias: inteligencia, afectividad y voluntad. Ha recordado que es horrible, en el mundo de hoy, que la religión se mezcle con la violencia. Los salvajes atentados de Bombay muestran que el fundamentalismo constituye un desafío para la conciencia de todo hombre y mujer religioso. Ya lo dijo, a voz en grito, el Siervo de Dios Juan Pablo II, en Asís: no se puede usar la violencia en nombre de Dios.
El P. Lombardi, director de la Oficina de Información del Vaticano ha dicho: la gravedad letal y la evidente intención de golpear el corazón de un gran país han recordado el 11 de septiembre de Nueva York, así como los atentados de Madrid y Londres. Nosotros nos preguntamos: ¿cómo consiguen que valga tampoco la vida para que no falten suicidas que se inmolen matando a quienes no tienen sus creencias religiosas? Pues como he dicho: desequilibrando la personalidad de los que se inmolan. Privándoles de la armonía vital de sus potencias. Si se agiganta la emotividad en detrimento de la voluntad y la inteligencia, el hombre se convierte, en parte, en una bestia. Esta es, quizás, la razón de que haya otro tipo de fundamentalismo en occidente: el ateo. El fundamentalismo occidental lleva a matar en silencio, en los hospitales, en las clínicas abortistas, en los Parlamentos donde se da la orden con las leguleyas falsas leyes que pretenden dar patente de corso a este tipo de salvajismo.
Pedro Beteta López. Doctor en Teología