No es sólo un problema ético, es una cuestión cultural
Gaceta de los Negocios
La foto de Madoff, saliendo del juzgado con su gorra de béisbol y muy sonriente, es la imagen emblemática de la crisis. De entrada, saqué la idea de que el viejo tiburón había tomado el pelo hasta a sus colaboradores. Pero luego leí la letra pequeña de contratos y folletos, y me percaté de que incluso los clientes estaban informados de la posibilidad de un fiasco.
Parece que todo ha quedado entre ellos, mas no es así. Como decía el ex canciller alemán Helmut Schmidt, hay gente que roba una manzana de vez en cuando, hay otros que tienen una ligera inclinación criminal y luego están los banqueros de inversiones. ¡Qué ejemplo para los retoños de familias españolas acomodadas, que estudian masivamente Administración de Empresas y hacen un MBA en universidades exóticas! Pero hay que tentarse la ropa antes de tirar la primera piedra. Porque no es sólo un problema ético: es una cuestión cultural.
La ética sola no lleva muy lejos. Lo que hoy se expende como tal suele ser un barniz moralizante para calmar conciencias y dar buena imagen. Las éticas aplicadas y especializadas no siempre son de fiar. Si se trata de desconectar o no al abuelo con Alzheimer, y se consulta al comité de bioética del hospital, la vida del pobre anciano pende de un hilo. Si un gran empresario afirma que su organización siempre se atiene a un código de conducta elaborado por expertos mundiales en Business Ethics, empleados y clientes deberían estar preparados para lo peor. Porque la ética no es una asignatura, un código o un comité: es un modo de vida que se manifiesta en la cultura y brota de ella.
¿Qué fue de la cultura? Goebbels echaba mano a la pistola cuando oía tan inquietante palabra. Entre nosotros se reduce hoy a exposiciones y actividades lúdicas que organizan los bancos y las Comunidades autónomas. Nadie se acuerda de que Ortega y Gasset consideraba que la formación cultural es la primera misión de la Universidad. A golpe de pragmatismo y conformismo, la cultura es la gran ausente en el campus.
Como ha señalado Victor Hanson, de la Universidad de Stanford, la educación clásica ha sido barrida de las grandes universidades americanas. Y esta desaparición no sólo ha perjudicado al griego, al latín y a la lectura de los grandes libros, sino que ha provocado la muerte por inanición de todo un modo orgánico de comprender al ser humano. Esos estilos de comportamiento hacían digna y predecible la conducta de comerciantes, abogados y militares. En cambio, nadie sabe hoy cómo se comportarán en momentos difíciles los que han comenzado a estudiar asignaturas aplicadas desde su primera juventud, sin dar entrada alguna al arte y al pensamiento.
¡Pero la Universidad española necesita una nueva ley! Me lo dijo un joven entusiasta hace dos días. Y yo le contesté que teníamos ya muchas: muchas nuevas leyes universitarias que ni tiempo ha dado a aplicarlas, y que lamento decirlo cada una de ellas ha empeorado la situación anterior. La universidad es una cosa demasiado seria para dejarla en manos de políticos y tecnócratas. Las Anecas y los Boletines Oficiales nunca nos sacarán de pobres. Claro que los funcionarios y presuntos especialistas siempre tendrán la disculpa de que los universitarios tanto profesores como alumnos están a otra cosa, y de ordinario se despreocupan de la institución que deberían amar, cuidar e intentar comprender. Un posible test sería preguntar a unos y a otros qué piensan de esta frase que nos dejó Tomás y Valiente: La Universidad es y debe seguir siendo muy tradicional, profundamente sospechosa y un poco inútil. Si la mayoría se escandaliza, es que está próximo el fin de una Universidad como algo vivo.
La salida de una crisis moral tan honda como la que estamos atravesando no permite atajos. Es precisamente la mala costumbre de cortar campo a través, despreciando caminos de ética y cultura transitados durante siglos (y más actuales que cualquier tópico políticamente correcto), la que nos está llevando al borde de un inquietante precipicio. Siempre es tiempo de consultar nuevamente la brújula sapiencial y retomar la vía por la que es posible avanzar.
Alejandro Llano es catedrático de Metafísica