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En sus textos está la clave del cambio estratégico del comunismo en Occidente, la base del que se denominaría eurocomunismo.
La prensa española ha dado en las últimas semanas una prueba más de su autismo ante los acontecimientos de fondo que suceden en la sociedad. No es infrecuente, pero si, además, tales hechos tienen alguna relación con la fe cristiana, de modo especial con el catolicismo, van directamente al baúl de los recuerdos.
Así ha ocurrido con el anuncio producido en Italia acerca de la conversión de Antonio Gramsci al catolicismo en las últimas semanas de su vida. El arzobispo Luigi de Magistris, ex responsable vaticano de la Penitenciaría Apostólica (el dicasterio que trata de indulgencia, perdones, absoluciones y controversias internas) reveló que el principal fundador del Partido Comunista Italiano, en 1921, y de su órgano de prensa LUnitá, en 1924, había vuelto a la Iglesia poco antes de morir.
De Magistris explicó que en la habitación de la clínica de Roma en que murió Gramsci en 1937 (la clínica Quisisana) había una estampita de Santa Teresita del Niño Jesús y que las monjas que atendían a los enfermos acostumbraban a llevar una imagen del Niño Jesús a los enfermos para que la besaran. Conocedoras del ateísmo de Gransci, las religiosas no se la llevaban a él, pero fue el propio líder comunista quién protestó: ¿Por qué no me la habéis traído?. Entonces, explicó el arzobispo, le acercaron una imagen del Niño Jesús y la besó. Gramsci murió con los sacramentos y regresó a la fe de su infancia. La misericordia de Dios nos persigue santamente.
Esta revelación se ha producido más de 71 años después de la muerte del dirigente, pensador, filósofo, escritor y periodista comunista el 27 de abril de 1937. De Magistris la hizo en la Radio Vaticana en el curso de la presentación del nuevo Catálogo de Santos y Estampitas. Gramsci había sido encarcelado por el Gobierno fascista de Mussolini, y falleció de una hemorragia cerebral cuando tenía sólo 46 años. Sus restos fueron incinerados e inhumados en el cementerio del Verano, pero tras la liberación de Italia en la Segunda Guerra Mundial fueron trasladados al cementerio acatólico de Roma y su tumba ha sido lugar de peregrinación de muchos comunistas italianos.
Desconocido , pero menos
Bastantes periódicos españoles dieron la noticia de la conversión, muy breve en muchos casos, pero muy pocos sumaron comentarios al hecho en el día en que se produjo la noticia o en los siguientes.
Hay quien considera lógico el silencio dado que la población española no sabe quien era Gramsci. Es indudable que al ciudadano medio ni siquiera le suena aquel apellido italiano, e incluso es probable que ocurra lo mismo con la mayoría de licenciados universitarios de los tres últimos lustros, sean periodistas o no, lo que no deja de ser una evidencia más del bajo nivel cultural con que se sale de nuestras universidades, pero sí saben perfectamente quien fue Gramsci la mayoría de los profesionales algo mayores y, muy en concreto, los periodistas que ocupan cargos de algún relieve en los medios de comunicación y los columnistas de los periódicos, personas que en la mayor de los casos superan los 45 o 50 años.
Tampoco es razonable afirmar que era un personaje sin influencia alguna fuera de Italia.
Antonio Gramsci no es un personaje más. Ni un dirigente comunista menor. Ni un pensador como tantos. Es probablemente la persona que a largo de al menos tres décadas influyó en mayor medida en el mundo cultural de Europa, al menos en el de Italia y España. En su doctrina, en sus textos, en especial en las Cartas desde la cárcel, está la clave del cambio estratégico del comunismo en Occidente, la base del que se denominaría eurocomunismo, la fuente en que bebería casi todo la izquierda italiana y española entre los años 60 y los 80 del siglo pasado. Quien establecería que, al menos en los países desarrollados, el comunismo no llegaría al poder por la revolución proletaria, sino por el dominio de la cultura. Daba un vuelco a la estrategia de Lenin de conquista del poder por medio de la revolución violenta para llegar a la sociedad comunista tras la dictadura del proletariado. De lo que se trata, según Gramsci, es de adueñarse de la sociedad y de la cultura, cambiar las mentalidades de la gente, y luego ésta, democráticamente, votaría a los candidatos comunistas y por tanto se llegaría al objetivo.
Conociéndolo o no, la izquierda de este país, o más exactamente, la progresía, ha mamado en las fuentes de Gramsci. Los efectos persisten todavía aunque el comunismo como ideología y praxis política haya quebrado. Muchos personajes del mundo cultural y de la política española han tenido en Gramsci a su maestro. Y mantienen el trasfondo ideológico aunque no citen su nombre.
En lo que compete al aspecto religioso tampoco puede olvidarse que una parte de la juventud universitaria de este país perdió la fe a partir de la estrategia e ideas surgidas de Gramsci. Negaba toda trascendencia y promovía el ateísmo, aunque en su honor hay que decir que tampoco propugnaba una actitud violenta contra la iglesia y los cristianos, los respetaba bastante e incluso intentaba su colaboración, aunque su objetivo final de una sociedad sin clases y sin Dios fuera el mismo que el de los restantes pensadores comunistas.
A la vista del sustrato ideológico de la mayor parte de la prensa española actual tiene sentido que un hecho histórico tan trascendente haya obtenido la respuesta del no comment.
Garantía de verdad
Si la prensa española ha mostrado gran indiferencia, no ha ocurrido lo mismo en la prensa italiana. Lógico en buena parte. El mundo de Internet en lengua italiana rugió con la noticia durante unos días. Con posiciones de todos los colores.
Alguna prensa izquierdista, con diarios como La Repubblica, Liberazione, LUnitá o Il Manifesto, negaron la conversión. Sin más. En algún caso reprodujeron las referencias del historiador Arnaldo Nesti al supuesto testimonio de Carlo Gramsci, hermano de Antonio, el cual afirmaba que las monjas ofrecían a los enfermos estampitas y servicios religiosos y que aquél se negó girándose contra la pared. Suponiendo que fuera cierto en algún momento, el hermano no estuvo allí siempre. Y Antonio Gramsci permaneció dos años en aquella clínica.
Desconozco si se puede dar una prueba testimonial o documental que cierre el caso con absoluta rotundidad, pero quien esto escribe se inclina absolutamente a dar por ciertas las afirmaciones del arzobispo de Magistris. Aparte de infundirme mayor fiabilidad el ansia de verdad de un hombre de Dios que la de los simples estrategas de la política y la ideología, y la convicción de que de Magistris por el cargo que tuvo debe tener muy sólida información, el propio momento en que se da a conocer evidencia toda desvinculación de interés político o de querer utilizar la conversión como arma arrojadiza.
Se ha dado esta información 71 años después de la muerte de Gramsci, en el momento en que se presentaba un catálogo de santos y estampitas y ha sido la prensa la que ha resaltado el hecho orillando otros muchos, y, sobre todo, cuando el Partido Comunista (italiano y español, pero también el de todos los países de Occidente y de los antiguos del Este) es puramente residual y sin influencia política en aquéllos en que otrora fue decisivo.
En tales circunstancias, ¿qué interés estratégico o táctico podía tener dar a conocer ahora este hecho?. Ninguno, más allá de que la Iglesia actúa con criterios de eternidad mientras para sus adversarios sólo cuenta el corto plazo.
Aunque más importante que el de muchos otros, el caso de la conversión de Gramsci es uno más de entre los numerosos adversarios radicales de la Iglesia que en los momentos finales de su vida han querido acercarse a Dios. Una muestra, sobre todo, de la misericordia divina que tanto necesitamos todos. También de que el hombre ansía algo más que horizontes cortos y lo de aquí ni llena ni da soluciones a todo. Por fin, que Dios y la Iglesia son pacientes y siguen llamando a todos con los brazos abiertos hasta el último minuto, incluidos aquellos que los tuvieron siempre como enemigos.Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
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