Parece un problema que viene de lejos y no resoluble sólo con medidas de índole económica por muy necesarias que sean
Las Provincias
La situación económica que padecemos es tema permanente de conversación. A la vez, es una oportunidad para llevar nuestras reflexiones más allá del dinero porque posiblemente nos sucede "que no sabemos lo que nos pasa, y eso es lo que nos pasa", según decía Ortega. Me refiero a las causas que han motivado esta crisis como parte de otra más honda y global. ¿Sabemos qué nos pasa? ¿Podemos ver el fondo de lo que sucede? Parece un problema que viene de lejos y no resoluble sólo con medidas de índole económica por muy necesarias que sean.
Dijo H. Ford que pensar es el trabajo más difícil y, tal vez por esta razón, hay pocas personas que lo practican. Además, se me ocurre que pensar exige humildad y es comprometido. Trataré de cooperar con alguna de las ideas desgranadas por Benedicto XVI en su encuentro con el mundo cultural francés. Haciendo historia de la aportación del monacato a la sabiduría, y hablando del canto de los monjes, recordó que san Bernardo de Claraval calificaba el canto mal interpretado como un precipitarse en la "zona de la desemejanza" (regio dissimilitudinis), utilizando para ello una tradición platónica que transmitió san Agustín.
El Papa toma el rico contenido de esta expresión para afirmar que el hombre, creado a semejanza de Dios, se hunde en la zona de la desemejanza cuando prescinde de Él, haciéndose así desemejante, no sólo del Creador, sino también de sí mismo, del profundo ser hombre. Recordé el asunto de las raíces cristianas de Europa, también tratado por Benedicto XVI en su discurso ante el presidente de la República Francesa. Esas raíces que lo son de todo el mundo occidental y, de algún modo, de un espacio más amplio no claman por un mero reconocimiento histórico, sino por algo de más calado, cuyo olvido o desprecio ha podido conducir a la triste realización de lo que escribió Quevedo: "Aquel que pierde la honra por el negocio, pierde el negocio y la honra".
Entiendo aquí la honra como algo más hondo que la buena fama; pienso en nuestra esencia, de la que nos aparta esa dissimilitudo. Tanto nos ha distanciado que, sólo cuando se ha hecho presente en la economía, podríamos sentir la necesidad de repensarnos a nosotros mismos. Es la ocasión de valorar la causa originaria de nuestros errores, y retornar a nuestro lugar, el de la honra correcta.
En un largo proceso, la humanidad ha ido cortando con Dios para erigir a los hombres en dioses de la propia existencia. En ese recorrido, el ser humano ha borrado la trascendencia, hasta aseverar que no es posible una democracia con Dios; que es insostenible una moral digna del hombre si se reconoce la existencia del Creador; que somos mera subjetividad o pura biología; que, mientras la exalta, niega la libertad y la correspondiente responsabilidad; que el universo al completo es fruto del azar así nada nos liga a Dios; que la única ética posible se marca por lo bien o mal visto, o por la mitad más uno de los votos... Así quedan justificados Hitler, Stalin y los que decidieron arrojar la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, entre otros muchos.
Ya veo la acusación de fundamentalismo sobre lo escrito. Pues no. Hemos de caminar según lo previsto por Dios, pero teniendo en cuenta aquello de san Pablo: "donde está el Espíritu, allí hay libertad"; "la letra mata, el Espíritu da la vida". Ambas realidades son un reto frente a la arbitrariedad subjetiva y el fanatismo fundamentalista. Esa tensión entre sujeción y libertad no es tal, porque el propio vínculo es libre y se vive con libertad interior.
Además, no existe coacción para estar dentro de lo que Dios indica; incluso con Él, hay diversos modos de hacerlo. Por lo demás, la verdadera libertad es la del que, sin coacciones, se comporta como lo que es. La crisis económica sólo es la manifestación más impactante de muchos males anteriores que nos dejaron de impactar al compás de un "vale todo", que es falso. Pienso que sólo la vuelta a Dios permitirá que se vea al hombre. De otro modo, quizá haya mucha gente sumamente pobre porque sólo tendrá dinero. Tal vez, ni eso.