Utilizan la publicidad para vender la idea de que sin Dios se vive muy bien
Gaceta de los Negocios
Los ateos pasan a la ofensiva dispuestos a convertir al hombre de la calle. Antes habían denunciado como nefando proselitismo cualquier intento de convencer a otros de las propias creencias religiosas. Sólo el intolerante, incapaz de respetar a los otros, se atrevería a pretender que los demás pensaran del mismo modo. Pero ahora los ateos se han lanzado a la ofensiva, decididos a convertir al hombre de la calle, no sólo con libros, sino hasta con anuncios publicitarios.
Autores como Richard Dawkins, Daniel Dennet, Michel Onfray y compañía han estado muy activos en los últimos tiempos, con libros y comparecencias en programas de TV, empeñados en salvar al mundo de la creencia en Dios. Pero ahora los ateos han decidido salir a buscar a los que no les buscan. Quieren utilizar la publicidad para vender la idea de que sin Dios se vive muy bien.
En Londres, la Asociación Humanista Británica ha hecho un llamamiento para recaudar fondos destinados a una campaña publicitaria en los autobuses urbanos. Su idea es poner este mensaje. Probablemente Dios no existe. Así que deja de preocuparte y disfruta de la vida. Quizá no sea un mensaje muy estimulante para el inversor de la City que ha visto desplomarse el valor de sus acciones ni para el paciente al que acaban de diagnosticar un cáncer.
Pero es que los ateos están convencidos de que la gente sólo es religiosa por miedo o debilidad. No se les ocurre que uno pueda disfrutar mucho más de la vida si piensa que Dios es su Padre y que después de esta vida limitada puede llegar a disfrutar de la casa paterna, sin hipotecas. Los ateos lo tienen más crudo en EEUU, donde según las encuestas el 71% mantiene creer firmemente en Dios y otro 17% está casi seguro.
No deja de ser paradójico que quienes nos advierten continuamente que hay que desconfiar de cualquier religión institucional, quieran ahora unir sus fuerzas en un ateísmo organizado. Pero probablemente no será fácil lograr un mínimo de cohesión. Pues también entre los ateos hay muchas capillas. El que es ateo porque sólo cree en el poder del dinero no se entenderá fácilmente con el que rechaza a Dios por su marxismo revolucionario, ni el que considera incompatible la fe y la ciencia podrá ir de la mano con el ateo que no cree en Dios pero sí en los extraterrestres.
Hoy día son los predicadores del cambio climático los que nos amenazan a diario desde todos los púlpitos periodísticos con el infierno del calentamiento global que nos espera si no cambiamos de vida. Un infierno en el que pagarán tanto justos como pecadores.
Aunque los ateos no se cansen de denunciar los riesgos del fundamentalismo religioso, no parecen vacunados contra el fanatismo. El mismo Richard Dawkins, que ha contribuido a la campaña publicitaria en los autobuses de Londres, dice que esta campaña hará a la gente pensar, y pensar es anatema para la religión. Hace falta mucho optimismo para creer que basta un eslogan para hacer pensar al transeúnte. Pero también hace falta mucho fanatismo para creer que si piensas que Dios existe, es que no has pensado ni te permiten pensar.
Es una modalidad de pensamiento único que deja fuera de la vida intelectual a la inmensa mayoría de la humanidad y erige al ateo en profeta iluminado. Pero la experiencia histórica nos ha hecho desconfiar de todos los iluminados que acaban queriendo imponer sus convicciones en bien de la humanidad.
De todos modos, tras los ateísmos totalitarios que hicieron millones de víctimas por la persecución antirreligiosa en el siglo XX, es un buen signo que los ateos de hoy se lancen a proponer en vez de imponer. En una sociedad abierta es sano que cada cual defienda lo que cree y dialogue con los demás para tratar de hacerles partícipes de sus convicciones. También sobre Dios. Pues sería extraño que la libre expresión del pensamiento no fuera unida al deseo de convencer al destinatario. La libertad de persuadir vale para todos, creyentes y no creyentes.