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En la formación humana de los hijos intervienen muchos factores, aunque en aras de una cierta simplificación podemos distinguir los siguientes: la familia, el colegio, los amigos, la calle, la televisión, las lecturas, las actividades, internet, los videojuegos y el móvil. Está claro que no intervienen con la misma intensidad. Vamos a tratar la TV.
Nadie, en su sano juicio, dejaría entrar en casa ni una sola vez a un intruso que pudiera deformar a nuestros hijos y a nosotros mismos. Pues esto es lo que hacemos muchas veces al dejarles ver la TV y al verla nosotros.
Existe entre las distintas cadenas de TV una carrera desenfrenada por tener más audiencia al precio que sea, aprovechando muchas veces los instintos, la emotividad, la curiosidad y el morbo de los espectadores. Cuantos más líos, más indecentes y más escandalosos son los programas, mejor.
Esto se da especialmente en las series o telenovelas. En muchas de ellas se tratan relaciones extramatrimoniales, relaciones homosexuales, grandes broncas por infidelidades, etc. Un reciente estudio ha demostrado la clara relación entre los embarazos en chicas jóvenes con series en que aparecen escenas claramente sensuales o con sexo explícito.
En unos programas lo deformante se manifiesta de forma clara ya en el título, como en Sin tetas no hay paraíso. Está claro que induce a pensar que los temas van a ser para explotar determinados instintos.
En otros es la ligereza y superficialidad falta de delicadeza y chabacaneríacon que se tratan las personas, incluso los familiares, haciendo creer que eso es lo que se lleva hace moderno y que no pasa nada por romper con moldes de educación más o menos establecidos. Incluso en programas para niños, como el de un niño que se baja los pantalones para enseñar el trasero.
En algunos se establece un debate sobre un tema controvertido entre dos grupos extremistas para que se echen los trastos a la cabeza y salga un reality-show de chuparse los dedos. No importa saber la verdad sobre el tema o que sea constructivo en ese caso se traería a entendidos en la cuestión, sino más bien lo contrario.
Otros están hábilmente dirigidos a que queden mal personas o instituciones que merecen respeto. Con las técnicas periodísticas forma de plantear las preguntas, insinuaciones no argumentadas, tipos de enfoque de la cámara se crea en el espectador una opinión desfavorable. Ahora en concreto en ciertos medios y programas parece que el enemigo a batir es la Iglesia católica y las personas fieles a su doctrina.
También los hay que siembran dudas sobre maneras de pensar o inducen a sospechar con gran frivolidad de la importancia de los valores y las virtudes, o con indudable cinismo se mofan de ellas encarnándolas en personas desagradables y actitudes que las dejan en ridículo.
Es evidente que con la proporción de basura que hay actualmente en muchas televisiones no se puede ver cualquier programa indiscriminadamente. Si no tenemos cuidado, las ideas de nuestros hijos van a ir cambiando y nos daremos cuenta que no viven las virtudes y no tienen la escala de valores que nosotros desearíamos para ellos. Y no pensemos que a los mayores no nos afecta la TV, porque no es verdad. Por ósmosis nos va cambiando la manera de pensar sobre ciertos temas.
Hay que ir a lo seguro. Y para ello lo mejor es no encender la TV sin saber de antemano consultando la programación qué vamos a ver.
Es, sin dudarlo, una buena costumbre a adquirir en la familia que la TV esté en un mueble armario cerrado con llave. Que, aparte de los telediarios y los eventos deportivos o culturales, sólo se vea alguna película o programa sobre una hora y media el sábado, y lo mismo el domingo. Y que estos programas o películas sean bien seleccionados de la programación de las distintas cadenas.
Restringir mucho la TV lleva a los hijos y nosotros mismos a combatir la pereza física del sillón y la mental de buscar temas de mayor altura.
Además, hace que en los tiempos libres busquemos actividades y aficiones y que nos inclinemos hacia la lectura. Esta será motivo de otro de los desafíos de la educación.
Una de las muchas maneras de fracasar en la educación de los hijos es dejar que TV haga añicos las virtudes y la escala de valores que vale la pena que vivan para que sean felices, y que intentamos enseñarles con nuestra palabra y nuestra propia vida.
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