Sobrevivir intelectualmente en el siglo XXI se ha convertido en todo un desafío. Para afrontarlo, Juan Manuel de Prada, uno de los escritores españoles más leídos, ofrece un consejo: leer la obra del padre Leonardo Castellani.
Por este motivo, la editorial española LibrosLibres acaba de publicar Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI, una selección de artículos del sacerdote argentino, realizada por De Prada, prologada y anotada por él mismo.
Los escritos de Castellani han sido agrupados en cinco partes: "Primero política", "Visiones de España", "El canon occidental", "Ortodoxia", "El drama educativo" y "Digamos la verdad".
Esta edición supone un acontecimiento literario en España, donde hasta ahora no había llegado el pensamiento de este autor.
ZENIT ha conversado sobre ello con De Prada, quien en los últimos años ha ido creando expectación en torno a Castellani citándole continuamente en sus muy leídas colaboraciones de prensa.
¿Por qué se habla del padre Leonardo Castellani como de "el Chesterton de la lengua española"?
Bueno, creo que si hay en la lengua española un escritor católico que admita parangón con Chesterton este es, sin duda alguna, Castellani. Con esto no quiere decirse que el lector de este libro vaya a tropezarse con una especie de imitador o epígono de Chesterton ni nada parecido. Castellani es un escritor de una personalidad única, no imita a nadie ni admite imitaciones: y éste es el primer rasgo del escritor verdadero.
Pero, como Chesterton, nos subyuga por el fondo y por la forma. Un apologeta de la fe sin un estilo literario distintivo acaba resultando insufrible, incluso a quienes están convencidos, y no digamos a quienes es preciso convencer. Castellani, al igual que Chesterton, tiene un estilo vibrante, lleno de delicias formales; un estilo que al principio puede resultar difícil al lector desprevenido, pero con el que, una vez degustado, uno desea alimentarse siempre. Si Chesterton es un campeón de la paradoja, Castellani lo es de la ironía y el sarcasmo, en la mejor tradición cervantina. Y su pensamiento, envuelto en ese estilo tan peculiar y sabroso, tiene la capacidad para adentrarse en los grandes asuntos de su tiempo, y para anticipar los del tiempo que viene; de ahí su profunda actualidad, como ocurre en Chesterton.
Ambos, por lo demás, son defensores de la ortodoxia; y su capacidad dialéctica, su vocación polemista, son simplemente irresistibles. Ambos, en fin, son capaces de tratar los asuntos más graves con humor; y los asuntos más leves con gravedad. ¿Qué más puede pedirse?
¿Cómo es posible que un autor de esta categoría haya permanecido casi en el anonimato fuera de Argentina, e incluso allí no haya recibido una mayor atención?
Esta pregunta casi podría formularse al revés. ¿Cómo es posible que un autor de esta categoría haya logrado, aunque sólo sea mínimamente, salvar la barrera del olvido? Pues habría que empezar señalando que nunca en la Historia se había consolidado una dictadura ideológico-cultural tan monolítica y protegida por la propaganda como la que padecemos en la actualidad. Chesterton, es cierto, ha logrado sortear esa dictadura gracias a que fue apreciado literariamente por Borges; pero los borgianos que "redescubrieron" a Chesterton ya empiezan a arrepentirse, porque saben que han metido al enemigo en casa.
Eso que yo llamo el Matrix progre es una máquina perfectamente engrasada, que exalta a autores mediocres siempre que sean favorables a su hegemonía; y condena al ostracismo a cualquiera que ose infringir su dictadura. Esto ocurre con autores contemporáneos, y también con los que ya murieron. Y, naturalmente, un autor como Castellani, azote de todas las falacias que sostienen los cimientos del Matrix progre, tenía que ser silenciado por los repartidores de bulas que mueven el cotarro cultural; de ello depende su hegemonía.
Más triste es que los propios católicos no le hayan prestado una mayor atención. Esto demuestra que el Matrix progre ha logrado confinar a los católicos en un gueto de ostracismo; y que los católicos se han conformado con tan triste destino.
Da la impresión de que Castellani iba por libre, no se casaba con nadie: aplicaba su fervor apologético lo mismo a la actualidad política, que a los problemas internos de la Iglesia, que a poner en solfa a los grandes santones intelectuales y literarios de nuestro tiempo...
Esto es una de las mayores delicias de su escritura. Castellani era lo que los franceses llaman un maître à penser, un escritor que no sólo nos deslumbra con sus agudos pensamientos, sino que nos ayuda a pensar. Y ello es porque se trata de un verdadero sabio, y no de uno de esos sabios de pacotilla que alumbra nuestra época. Todo su pensamiento se nutre de la fe; y esa fe le transmite un emocionante "ardor por la verdad" que se contagia a cualquier asunto que trate. Naturalmente, tal ardor le reportó innumerables enemigos...
En la edición que ha preparado ("Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI") destacan las críticas de Castellani a filósofos y escritores que se consideran intocables: Sartre, Joyce, Nietzsche. ¿Encontrará el lector en esta obra pautas para definir una visión católica de la cultura?
Indudablemente. Una visión que encandilará a cualquier lector que no tenga la visión lastrada por las anteojeras de los prejuicios. Tanto en los autores que defiende Chesterton, Belloc, Bloy, Wodehouse, etc. como en los que denuesta (que incluyen también, por cierto, a muchos santones de las letras españolas) subyace una radical y subversiva "apuesta alternativa" por otra cultura posible.
Se trata de la cultura que el Matrix progre ha decidido ocultar, para imponer hegemónicamente la suya. Y esa propuesta alternativa no puede ser sino católica; porque, en contra de lo que algunos creen, la única alternativa cultural posible a la cochambre que hoy nos invade no es ideológica, sino religiosa. Religiosa, al menos, en sus fundamentos; otra cosa es que, por cálculo estratégico, esa apuesta deba usar la acción política, como el propio Castellani defiende en un artículo titulado "Primero política", que he recogido en este volumen.
Leo en uno de los artículos: "El sacerdote debe odiar el fariseísmo en todos sus grados; es el primer deber de su ministerio celar la pureza de la virtud de la religión". ¿Fue éste el gran empeño vital de Castellani?
Fue, sin duda, uno de sus grandes empeños. Castellani fue víctima del fariseísmo; y sabe que el fariseísmo corrompe el corazón de la fe, vaciándolo de su sustento. Castellani nos recuerda que, entre los cimientos de la predicación de Jesucristo se hallan, junto a las ocho Bienaventuranzas, las siete Maldiciones que lanzó contra los fariseos. Casi todos los males que afligen hoy a la Iglesia, como los que la afligían mientras él vivió, tienen su raíz en el fariseísmo.
Castellani lo intuyó genialmente, anticipándose en varias décadas a los que iba a ocurrir tras el Concilio Vaticano II. Lo que Péguy llamaba "conversión de la mística en política" esto es, el fariseísmo fue lo que descompuso a las órdenes religiosas en los años postconciliares: pensaron que la consecución de la justicia en la tierra podía anteponerse a la predicación del Evangelio. Y esta sustitución de la religión por la ideología de izquierdas o de derechas es un peligro que subsiste hoy.
Usted ha destacado en alguna ocasión la pobreza del autor. ¿Cómo fue su vida en ese sentido, como escritor?
Castellani no se casó con nadie, y esto, naturalmente, se paga. Además, se mantuvo firme en su ortodoxia, que como nos enseñó Chesterton es la única forma de heterodoxia que nuestra época no admite. Castellani dijo en alguna ocasión que si hubiese sido un "jesuita heterodoxo" habría sido honrado con todo tipo de distinciones. Pero se mantuvo fiel a sus convicciones, se mantuvo encadenado a la Verdad, y esto lo obligó a vivir siempre en la estrechez si no penuria económica.
En vida apenas obtuvo reconocimientos, ni durante los mandatos de Perón ni con la dictadura de Videla. Y, tras su muerte, la izquierda triunfadora en lo político y en lo cultural se ha esforzado por acallar su inmenso legado. En el prólogo de este libro refiero una anécdota que resume el carácter de este gran escritor. En 1974, Videla invita a almorzar a la Casa Rosada a Borges, Sábato y el propio Castellani. Durante la comida, el único que reclama clemencia para los detenidos e intercede por el escritor Haroldo Conti es Castellani, mientras Borges y Sábato callan; al salir de la Casa Rosada, Borges y Sábato se deshacen en elogios de Videla... mientras Castellani se marcha a su casa, sin decir palabra a los periodistas. Hoy Borges y Sábato son autores consagrados; Castellani ha sido condenado a las tinieblas exteriores. Quien tenga oídos para oír...
¿Qué futuro le augura ahora que por fin rompe en España la barrera del silencio?
Quiero pensar que Castellani será un revulsivo intelectual para los lectores que se asomen a las páginas de este libro. Y que a la publicación de Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI se sucedan otras ediciones de su obra. Creo que Castellani puede convertirse en uno de los grandes referentes para el lector católico inconforme con la alfalfa que le sirve el Matrix progre... y en general para todo lector que no se halle cómodo en un mundo en el que, bajo los ropajes de la sacrosanta democracia, triunfa la más feroz tiranía de pensamiento que vieron los siglos. A todos ellos va dedicada la edición de este libro.
Más información sobre el libro en www.libroslibres.com
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