Querido hijo:
Al enterarme esta mañana de la explosión en la Universidad de Navarra me he quedado sin aliento hasta que he recibido tu llamada diciéndome que estuviésemos tranquilos y que te encontrabas bien.
¡Gracias a Dios!
A tantos kilómetros de distancia, las noticias producen a veces un efecto exagerado, especialmente a las madres. Ya lo sé.
Según me cuentas sólo ha sido el ruido de la explosión y las sirenas de la policía lo que os ha hecho interrumpir el silencio de la biblioteca donde tú y tus amigos os encontrabais en ese momento estudiando.
Mi querido hijo, siento mucho que hayas tenido que sufrir en tus propias carnes la deshonra que significa para todos los hombres de bien este acto terrorista.
No intentes entenderlo, no podrás. Nadie puede entender el porqué de tanto odio.
Comprenderás que, como madre, tengo tantas cosas que decirte
Aunque es lógica tu reacción, porque es absurda tanta cobardía y tanta miseria, busco palabras para poder aliviar ese joven corazón lastimado y desolado porque no comprende.
¿Cuántos muertos necesitan estos asesinos para conseguir su propósito? me preguntas. ¿Por qué hay tanta locura, tanto odio, tanta brutalidad?
No lo sé, hijo mío, no lo sé.
¿Cómo te puedo aliviar ese pequeño corazón lastimado y desolado porque no comprendes lo inexplicable? ¿Qué palabras debo buscar para hacerte comprender que no puedes ceder ante el odio causado por el egoísmo de unos pocos, y que ellos no entienden, tal vez jamás lo hagan, que la vida del ser humano es inviolable y por tanto no está sujeta a sus pretensiones políticas?
¡No ensucies tu corazón con manchas de locura, de maldad, de brutalidad, de rencor, de injusticia buscando justificación a lo que no tiene! ¡Prométemelo, hijo mío!
Prométeme que aun sin comprender seguirás creyendo en el amor, la amistad, el respeto y la bondad de la gente que te rodea.
Prométeme que esta desgarradora situación no te desviará de tu camino y seguirás teniendo la misma ilusión de ayer, por hacer una vida mejor, una sociedad más vivible, donde el amor suplante al odio y a la intolerancia, una sociedad que busca la justicia y el bien común.
Prométeme, estoy segura que así será, que no te dejarás arrastrar por el dolor y la destrucción, que te mantendrás sensato, generoso y ecuánime ante sentimientos de odio o venganza.
Recuerda que cuando los terroristas matan, o por lo menos lo intentan, hacen daño. Un daño físico y psicológico, un daño espiritual, con el único objetivo de buscar venganza, odio y destrucción.
Pero lo que no saben es que NUNCA podrán destrozar la bondad que anida en el interior de los hombres, rotos por el dolor, que vosotros los estudiantes los que no mancháis las páginas de vuestros libros de estudio ni con sangre ni con bilis, como decía Unamuno: tenéis que enseñar a vuestros padres a nosotros que esa marea de insensateces de injurias, de calumnias, de burlas impías, de sucios estallidos de resentimientos no es sino el síntoma de una mortal gana de disolución. De disolución nacional, civil y social. Salvadnos de ella, hijos míos Salvadnos por España, por la España de Dios, por Dios, por el Dios de España, por la Suprema Palabra creadora y conservadora.
¡Cuánta cobardía, cuánta miseria, Dios mío!
Tengo que confesarte que viendo las imágenes por la televisión sólo pensaba en esa niña que no conoció a su padre, en aquella madre que sintió como una triste mañana le arrebataban a su hijo; en la esposa que vio como se destruía, de repente y sin avisar, su gran aventura de amor, en el buen amigo que perdió a su confidente y compañero En cientos, en miles de personas que un día como hoy lloran. Y yo, lloro con ellos a sus muertos, a nuestros muertos.
Y por último, hijo mio, no olvides ni un solo día que estas bajo la sombra de Santa María, Madre del Amor Hermoso. Ella, como la mejor de las madres, aquietará tu corazón, cuando te haga sentir que es de carne, si acudes a Ella con confianza.
Un beso
Mamá
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