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El discurso de Benedicto XVI que tanto revuelo levantó en Ratisbona hace dos años venía sobre todo a recordar de modo paradójico una constante: la importancia de la razón junto con el amor en el cristianismo.
Lo explica el sacerdote Pablo Blanco Sarto, teólogo de la Universidad de Navarra, especialista en el pensamiento del Papa alemán y creador y coordinador de http://www.unav.es/tdogmatica/ratzinger/, el Foro de Estudio Ratzinger que propone fuentes para conocer mejor al pontífice desde la óptica teológica.
Aquel malentendido discurso, sostiene Blanco, fue considerado por parte de algunos como una respuesta al atentado contra las neoyorkinas Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001. Fue justo cinco años después. El 12 de septiembre de 2006 Benedicto XVI pronunciaba su discurso en el aula magna de la Universidad de Ratisbona, la ciudad del Danubio.
El Papa había enseñado ahí como profesor en los años setenta, los años de la revuelta estudiantil. «Hay quien vio en una cita refutada del discurso un ataque irrefutable al islam y hubo algunas tristes respuestas violentas. Sin embargo, era sobre todo un discurso dirigido a un público alemán», insiste el profesor de teología en Navarra.
El cardenal Karl Lehmann, entonces presidente de la conferencia episcopal alemana, aclaró inmediatamente que el tema tratado no era el islam sino la razón. «Esas líneas hablaban si se leen bien de paz, razón y diálogo, y no tanto de cruzada, guerra santa y choque de civilizaciones», recalca Blanco.
«La racionalidad es un principio que la religión cristiana comparte con la Ilustración y la modernidad desde hace mucho tiempo», indica el joven teólogo, que ha escrito varios libros sobre Joseph Ratzinger.
El tema transcendió sin embargo las fronteras europeas y occidentales. El conocido filósofo Jürgen Habermas denunció en marzo de 2007, en el Neue Zürcher Zeitung, el tono "antimoderno" que creía ver en el discurso de Ratisbona.
«Es cierto que este epígono del marxismo había dado muestras de acercamiento a la religión en un encuentro con el entonces cardenal Ratzinger en Munich en enero de 2004, a propósito precisamente del atentado contra las Torres Gemelas», evoca Blanco. «Razón y religión concluyeron ambos podían liberarse mutuamente de las respectivas patologías».
«Para Habermas sin embargo ahora la 'razón secular' y la 'razón teológica' podrán tener tan solo un acercamiento, un encuentro más bien casual y no demasiado profundo», subraya el teólogo.
Según Habermas, «en la religión había algo opaco a la razón». Entre razón y religión puede haber una cierta colaboración, pero «nunca alcanzarán una misma verdad», argumentaría Habermas: pueden construir un puente común desde distintas riberas, pero nunca recorrer un mismo camino.
Pablo Blanco ha explicado a Zenit que esa propuesta era una manera de proponer la vieja Ilustración: «La razón debe mantenerse lejos de la religión». Sin embargo, unos meses después, en marzo de este año en Roma, Habermas afirmaba que la tradición laica «podría aprender de la razón secular al tomar conciencia de su relación genealógica con la herencia judeocristiana».
Aquello lo tomaron algunos como un ataque al laicismo. Habermas insistió en que «en un mundo postsecular no podemos actuar tan fácilmente como si Dios no existiera».
La propuesta del Papa alemán en el histórico discurso iba en esa misma línea, y es lo que Joseph Ratzinger sostuvo apelando a Blaise Pascal hace algún tiempo, en ese caso frente a Marcello Pera, agnóstico filósofo de la ciencia y antiguo presidente del senado italiano.
Pablo Blanco, en este balance a dos años de Ratisbona, explicita que «el cristianismo quiso aliarse desde los primeros momentos con la ciencia, la filosofía y el pensamiento».
«Hubiera sido más sencillo aliarse con un trasfondo mítico y simbólico por ejemplo de las religiones orientales. Sin embargo, la religión cristiana apostó por lo más difícil: confrontarse con la razón y la filosofía paganas, con el pensamiento griego, con la 'razón secular'», ilustra.
Los primeros pensadores cristianos como Justino, Ireneo o Agustín vieron que cabe un entendimiento más profundo entre razón y religión.
«El Papa Ratzinger ha recordado esta comprometida apuesta por parte del primer cristianismo a favor de la razón, a pesar de que algunos la consideraban entonces su peor enemiga», razona Blanco.
«Se combatía el cristianismo también en los foros y en las aulas. Pero los intelectuales cristianos le plantaron cara y se supieron defender con fe y con razón. Fue esta una primera Ilustración del cristianismo, mucho antes de la del siglo XVIII», explica.
La segunda Ilustración fue la de la modernidad: la de Kant, Rousseau, Voltaire y otros tantos. Para Blanco, «no fue esta sin embargo una Ilustración muy cristiana». Sin embargo, el papa actual no dudó en repetir por considerarlo cristiano el moto kantiano sapere aude: "atrévete a saber más".
El Papa sugirió además que «esta victoria de la razón no debe ser una exclusiva del cristianismo», observa Blanco: «La verdad tiene derecho de ciudadanía en todas las religiones, en todas las culturas y en todos los campos del saber».
«La posmodernidad nos ha hecho notar que los sueños de la razón moderna una razón sin religión han producido también monstruos. Auschwitz, Hiroshima, Chernobyl serían tan solo algunos nombres de ciertos desafortunados experimentos. Y la religión puede y debe decir algo al respecto», reivindica.
«En el islam ha habido también respuestas positivas a esta propuesta de diálogo entre razón y religión. No todo es fundamentalismo, claro está», aclara.
«La razón ha liberado a la religión de algunos errores, a la vez que esta podía ofrecer también interesantes pistas y curar a la razón de sus propios excesos y patologías. El papa en Ratisbona afirmó que hacía falta una nueva razón más abierta, una razón ampliada», recuerda Blanco.
«Esta propuesta de Benedicto XVI no constituía un acto pre o anti moderno, sino más bien posmoderno, en el sentido más pleno de la expresión», defiende.
«Se trata de hacer alcanzar una nueva síntesis de la modernidad con las mejores aportaciones del cristianismo», dice Blanco después que el Papa haya reiterado esta idea en su viaje apostólico a Francia.
Se trataría de «una razón abierta no solo al mundo del arte y de los sentimientos, sino también al inmenso panorama de las religiones, en especial de la fe cristiana. Se trata de un nuevo encuentro entre razón y religión, que redundará en bien de ambos».
«Una nueva síntesis entre fe y razón que dé lugar a una Ilustración posmoderna. No es este por tanto un acto de nostalgia, sino una audaz mirada hacia el futuro», asevera.
Blanco alerta que «esta reivindicación de la razón y de la verdad nos puede liberar de tiranías y fundamentalismos, todavía activos y amenazantes».
«Tal es la apuesta que Benedicto XVI hacía a una modernidad algo caduca y a esta posmodernidad ahora ya un poco menos enfática».
Según sostiene el teólogo Blanco, «la paz, la dignidad humana y el medio ambiente están amenazados en la actualidad, y una razón aliada con las religiones nos podrían librar de una posible catástrofe».
«Solo la verdad hace libres, y solo con la razón se puede alcanzar la paz y el respeto a la naturaleza y a la dignidad de la persona. El debate sigue abierto», por tanto.
Algunas religiones han asumido el reto y es entonces cuando el verdadero diálogo se podrá llevar a cabo. También parte de la ciencia se ha puesto a ello. «Tan solo necesitamos una nueva razón, que incluya y acoja las religiones», apunta Blanco dos años después de Ratisbona.
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