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Desde que en febrero de 1997, la sociedad del tercer milenio sufriera una especie de big-bang genético con la clonación de una oveja, y se hiciera famosa Dolly para entrar en la historia por la puerta de los laboratorios escoceses del Instituto Roslin de Edimburgo, las cosas han ido muy deprisa. Primero, estos mismos laboratorios consiguieron clonar cerdos con la misma técnica, proporcionando unas perspectivas de trasplantes inmensas, sobre todo por la semejanza de los órganos del cerdo con los del hombre, dicho sea esto con todo respeto.
Parecía que el implacable avance de la medicina conmocionaba no sólo el ámbito científico sino a toda la opinión pública mundial. Las diversas resoluciones vertidas a raíz de las posibilidades técnicas de la clonación ofrecieron buenas argumentaciones para la fantasía pero ¿acaso no parecían ciencia-ficción las ocurrencias de Julio Verne y hoy han quedado superadas? La novela de Husley, Un mundo feliz estaba a las puertas de hacerse realidad.
Aunque he de ceñirme a los aspectos éticos, es decir a dar respuestas a las cuestiones que repercutan en la dignidad humana de la que es defensora la Iglesia, parece conveniente recordar al principio el fondo de los problemas a tratar. El dolor, la enfermedad causante de él en el enfermo y sus seres queridos, han de ser solucionados por la medicina, la investigación clínica pero no a cualquier precio.
Así, por ejemplo, que un equipo de científicos de la Universidad de Newcastle mediante la fecundación in vitro pueden evitar la trasmisión de enfermedades hereditarias ligadas a las mitocondrias. ¿Acaso hay cientos de miles de enfermedades serias en conexión con las mitocondrias? En absoluto. No llegan a cincuenta y sólo de ellas alguna grave. Como ven, de lo que se trata es de no parar de investigar con el hombre. ¿Por qué este trajín? De lo que se trata en realidad es de ir haciendo creer que el fin justifica los medios cuando se trata de enfermedades a ver si cuela.
Seamos honrados. La dignidad humana, la luz de su verdad marca las lindes éticas de la libertad. No todo lo que se puede se debe hacer. El gran reto de la investigación no radica en hacer todo lo que se puede, sino en conseguir esos fines salvaguardando siempre la grandeza del ser humano. Las empresas buscan facturación, resultados, dinero, etc., pero los científicos han de buscar avances a favor del hombre. Una fisura en este sentido basta para que se resquebraje todo el colectivo si no se subleva ante ese tipo inicuo de investigación.
El hombre está por encima del resultado obtenido porque él es un bien absoluto, un fin en sí mismo; sano o enfermo, rico o pobre, niño o viejo, blanco o de color, etc. Y que nadie se escude en que éste es el modo cristiano de ver las cosas sin más. No. Es el modo humano en que deben ser miradas. Curar enfermedades, frecuentes o no, nunca será una patente de corso para que queden aprobadas formas de investigar que manipulan al hombre.
El surcoreano Hwang Woo-suk, es el protagonista de una de las mayores estafas científicas de la historia reciente, al anunciar hace tres años un avance de curación de enfermedades con células madre mediante técnicas de clonación. Al final todo resultó ser un gran fraude y sus experimentos se invalidaron. El equipo de la Universidad de Harvard lo ha logrado ahora sin destruir embriones y, al parecer, sin trampas. De ello hablaremos enseguida.
En el mundo de la Ciencia, sabemos muchas cosas y también sabemos que muchas de ellas no son correctas. Los medios de comunicación, con cierta frecuencia, presentan con su manera de decir aquellas que puedan tener morbo aunque no aporten nada nuevo e incluso sean si no falsas como la del surcoreano sí darles un rigor científico del que carecen por el momento; es decir, sin contrastar por la comunidad científica mediante la obtención de los mismos resultados. No se pueden publicar experimentos que siguiendo fielmente la metodología y los productos que se indican no sean repetibles.
Las células madre son quizá el tema estrella. La aparición en escena de la obtención de células madre por medio de la fecundación in vitro con desprecio por la vida humana que en un estado incipiente, de indefensión y de forma tan arbitraria como artificial ha resultado un fracaso absoluto. No lo reconocerán pero no se conoce ninguna enfermedad: párkinson, esclerosis lateral amiotrófica (ela), síndrome de Down, mal de Huntington, etc., que haya sido curada o paliada. Todo lo contrario. Las células madre de origen embrionario están desbocadas non controlables y al ser así, lejos de curar, producen cánceres diversos.
Es como una lluvia torrencial que si se encauza fecunda un valle pero si no arrastra todo lo que pilla y produce efectos devastadores. Desde el punto de vista bioético atenta por su metodología a la dignidad humana. El Documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Donum vitae, enfocaba ya esta cuestión hace dos décadas, al decantarse la Iglesia sobre la cuestión de la Fecundación in vitro. Allí, ya quedó muy claro desde la Introducción.
Pero entre tantas sombras abundan las luces. En estos últimos diez años se han hecho muchos descubrimientos que presentan un horizonte esperanzador y optimista. El descubrimiento de la existencia de células madre en el ser adulto y la posibilidad de manejarlas abrió expectativas espléndidas pues aunque su extracción sea más cara y lenta deja salvaguardada la dignidad humana. Un empuje espléndido a la investigación de células madre lo ha dado el descubrimiento de su enriquecimiento en el líquido y el cordón umbilical durante el parto facilitando el almacenaje de éstas para su utilización en caso de necesidad más adelante. Tienen la ventaja añadida de la imposibilidad del rechazo al ser utilizadas para el mismo donante.
Otro descubrimiento reciente es que las mismas madres pueden beneficiarse de las células madre de sus hijos. Así pues, las mujeres que tienen un hijo poseen una ventaja respecto al resto, contar con células madre del feto con capacidad de reparar daños en su propio organismo. Ya se puede afirmar, en contra de la falacia que abogan las clínicas abortistas y de fecundación in vitro muchas veces coinciden la investigación con células madre avanza sin tener como compañero obligado el uso de embriones y la clonación terapéutica.
Más optimismo aún. Científicos de centros prestigiosos de Estados Unidos han logrado cosechar células madre personalizadas y aplicarlas a pacientes afectados con diez enfermedades incurables, algunas tan comunes como la diabetes, el síndrome de Down o el párkinson. La revista Cell lo ha publicado. Lo más interesante de este hallazgo está en el método para programar las células madre de adulto y hacerlas idóneas para la enfermedad concreta que se desea tratar. Estas células madre tan especiales llamadas iPS se han conseguido por medio de una técnica de reciente desarrollo que no necesita destruir embriones ni recurrir a la polémica clonación y el resultado es el mismo. Las células parecen tan versátiles como las embrionarias y son capaces de convertirse en cualquiera de los 200 tipos celulares de un organismo humano.
Hasta ahora son veinte las líneas celulares obtenidas que presentan el perfil genético adecuado para poder ser utilizadas en tratamientos a la medida de cada paciente, sin riesgo de rechazo inmunológico. Es de tal calibre este descubrimiento que las líneas podría convertirse en muchas más de forma que las células madre puedan ser programadas para convertirse en cualquier tipo de tejido apto para trasplante. Podrían regenerar nuevas neuronas y la tetraplejia desaparecería actuando con rapidez, igualmente los infartos, si no son fulminantes, mediante células cardiacas programadas, también las musculares o el tipo celular necesario para reparar órganos dañados o realizar intervenciones para corregir el defecto genético que causa la enfermedad.
Como siempre el deseo va más allá que el resultado. Hasta ahora es muy satisfactorio y el avance es inexorable pero la prudencia aconseja esperar. De momento, el equipo de George Daley, investigador del Instituto de Células Madre de Harvard, ofrece a la comunidad científica esta amplia colección de células madre para trabajar con ellas en el laboratorio y comprender mejor el origen y el desarrollo de diez enfermedades. Pero esta investigación abre la puerta a una nueva forma de tratar las patologías degenerativas. Estas líneas celulares se obtuvieron a partir de muestras de la piel y, en algún caso, de la médula ósea de once hombres y mujeres con edades muy diferentes; desde un bebé de un mes a un adulto de 57 años.
Se abordaron una decena de patologías muy diferentes: síndrome de Down, párkinson, mal de Huntington, esclerosis lateral amiotrófica, un trastorno inmune conocido como la enfermedad del niño burbuja, dos formas de distrofia muscular, diabetes insulinodependiente y otras enfermedades poco habituales amén de una enfermedad grave de insuficiencia pancreática. Los pacientes que donaron las células de la piel para el experimento disponen ya de sus propias líneas con las que algún día diseñar un tratamiento a la medida para su mal. El proceso ha funcionado con independencia de la edad del paciente, así como de su sexo. Como todo lo que comienza hay que esperar para pulir las dificultades que aparezcan hasta confirmar que la técnica es segura. Lo que sí está claro es en Dios no hay antagonismos. Manda creced y multiplicaos y también dominad la tierra. Pero lo segundo no va en contra ni a costa de lo primero.Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
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