A ese Dios concebido como el "conseguidor", se le viene tentando desde siempre para probar su credibilidad
Las Provincias
Dijo Albert Einstein que el hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir. Sin embargo, no lo entiende así un cirujano valenciano que, hace unos días, declaraba: "Cuanto más conocemos, Dios va al paro. Antes hacía falta Dios para que lloviera, para curar... Nos falta un poquito -añade a renglón seguido- para mandar a Dios a la cola del paro". Yo respeto a todos, pero las opiniones son discutibles. Y la mía es que esa idea de Dios es sumamente pobre, impropia de un científico y nada real. Lo diré con una frase de C. S. Lewis: si no estudias teología, esto no querrá decir que no tengas ideas acerca de Dios, sino que tendrás muchas equivocadas.
A ese Dios concebido como el "conseguidor", se le viene tentando desde siempre para probar su credibilidad: "Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan", le propone el diablo en la primera tentación; "si eres Hijo de Dios, baja de la cruz", le plantea el pueblo que le acusa. Hemos creado un dios para que haga cosas y resuelva problemas y no consienta los males que realiza nuestra libertad.
Pero Dios es mucho más que eso. Para comenzar, habría que preguntar al cirujano si sus trasplantes dejan los miembros reparados iguales o mejor que los provistos por la naturaleza creada por Dios. ¿Ha visto la complejidad de un ser humano? ¿Puede ser fruto del mero azar? ¿No se puede ver en los avances científicos a un Dios creador que ha dejado a la inteligencia humana la tarea de desarrollar su obra?
Sin embargo, a veces, sucede lo contrario: el científico, el investigador, el político, el economista, etc., se sitúan en lugar de Dios, negándolo automáticamente porque lo han suplantado. Dejando lo que no es experimentable, o reconociendo como única ley la emanada por los hombres, olvidamos la naturaleza humana y las verdades profundas de lo que somos y de lo que es Dios. Y ese modo pequeñito de ver desfigura nuestra vida entera. Dios es Amor, Verdad, Belleza, Poder, es Creador, Padre, Redentor.
No se puede ir a la cola del paro porque la humanidad y el cosmos entero desaparecerían. ¿Qué trasplante haríamos entonces? El universo -escribió Ratzinger- no es producto de la oscuridad ni de la sinrazón. Procede del entendimiento, procede de la libertad, procede de la belleza, que es Amor. Ver esto nos da el valor necesario para vivir, nos fortalece para llevar sin miedo la aventura de la vida. Por el contrario, las tesis de Monod sostienen que todo el concierto de la naturaleza es producto de errores y disonancias. Ante las objeciones de Moriac, él mismo reconoce que su concepción es absurda. Pero el método científico -añade- le lleva a no admitir ninguna pregunta cuya respuesta tenga que llamarse Dios.
En su obra Creación y pecado, el cardenal Ratzinger, al comentar esas afirmaciones de Monod, exclamaba: ¡qué método tan pobre! Así es, porque todo método que no dé razón del funcionamiento de las cosas, que prefiera dejar al azar ciego el origen y armonía del cosmos o de cualquier organismo, antes que buscar una causa más convincente, es, sencillamente, poco racional.
Ahora incluyo la crítica de Moriac a Monod: "Lo que este profesor nos quiere demostrar es aún más increíble que lo que se le exige creer al cristiano". Dios es la potencia del Amor creador, pero no es el Dios de los filósofos griegos, absolutamente separado de los hombres. Eso es cierto, pero el cristianismo va más lejos: es un Dios que sale al encuentro de los hombres, que desciende al nivel del hombre, que se hace hombre. Es un contemporáneo nuestro. Y nuestra comunicabilidad con Él nos ayuda a entender que no podemos quedarnos en las puras estructuras materiales. Solamente con ellas, no se gobierna la historia. Se olvida el corazón del hombre, cuya bondad procede de Aquel que es la misma Bondad.