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Ayer falleció Alexander Solzhenitsin. Algunos periódicos publican artículos y columnas propios. Habrá muchos más, pero esto he leído en internet:
El País: Alexandr Solzhenitsin, cronista de la barbarie
ABC: Muere Solzhenitsin, escritor que reveló los campos de exterminio soviéticos
Le Monde: Alexandre Soljenitsyne, écrivain et héros de la dissidence russe, y también Une vie d'infortune, un destin exceptionnel, y también Une dernière journée dans la vie dAlexandre Soljenitsyne
International Herald Tribune: Solzhenitsyn, 20th-century oracle, dies
También encuentro otros artículos y documentos recogidos por Aldaily: Telegraph, AP, AFP, London Times, BBC, Guardian, NYT, Der Spiegel, 1978 Harvard speech, Putin & Gorbachev, old Buckley column, Daily Mail, Guardian, Moscow Times, Time
Hay una enorme coincidencia en lo leído: se incluyen y destacan casi siempre dos palabras: "gulag" y "disidencia". Ambas tiene especiales resonancias. La primera, en palabras del propio Solzhenitsin. Con la segunda, no sé bien por qué, he recordado unas palabras de Ismail Kadaré.
Gulag
Dice el Drae, que el término Gulag es "acrónimo de Glavnoe upravlenie ispravitel'no-trudovykh lagerei, central administrativa de los campos de trabajo correccionales". Un eufemismo tecnocrático para una realidad terrible.
Sirvan estos párrafos para imaginar el trabajo de la memoria del preso Solzhenitsin para componer su obra durante la estancia en las dependencias de esa "central administrativa de los campos de trabajo correccionales".
Tomado de "Poeta en el Gulag":
(...) La memoria era el único escondrijo donde se podía guardar lo escrito, donde hacerlo pasar a través de cacheos y traslados. Al principio tenía poca fe en las posibilidades de la memoria, y por eso me decidí a escribir en verso. Lo cual, naturalmente, era una violación de las leyes del género.
Más tarde descubrí que tampoco la prosa se comprimía mal en las misteriosas profundidades que llevamos en la cabeza. Liberada del peso de frívolos e inútiles conocimientos, la memoria del preso impresiona por su capacidad, y es susceptible de ampliarse sin cesar.
(...) -¿Y para qué quieres recordarlo? ¡No está permitido recordar!. Al contarlo ahora, parece un suceso sin importancia.
(...) Vivía como en un sueño; en el comedor me sentaba ante el sagrado bodrio y no siempre advertía su sabor, no oía a los que me rodeaban: me perdía entre mis versos y los ajustaba como los ladrillos de un muro.
Me cacheaban, me contaban, me mandaban con la columna por la estepa, pero yo veía la escena de mi obra teatral, el color del telón, la disposición de los muebles, las manchas de luz de los reflectores, cada desplazamiento del actor. (...)
Disidencia
Un disidente no es, sin más, alguien que no está de acuerdo. Un disidente en un sistema totalitario es (al menos esto fué Solzhenitsin) una persona que no está dispuesta -como están el resto de sus conciudadanos, por activa o por pasiva- a propalar o dejar que se propale la mentira.
Por esta su disidencia, Solzhenitsin nunca ha sido bien visto, ni siquiera tras el desmembramiento de la Unión Soviética: ni en su Rusia natal, ni en el Occidente al que no dudaba en acusar de sus autoengaños. Un disidente es un ciudadano peligroso. Y si además, escribe, y cuenta cosas, con más razón.
Por eso me han venido a la memoria estas palabras de Kadaré (Tres cantos funebres por Kosovo), hablando de los emisarios y las noticias verdaderas y falsas:
"Los emisarios de antaño, por lo general ceñudos y sombríos como cuervos, fueron sustituidos por correos parlanchines, impacientes a toda hora por encontrar la ocasión de sentarse a charlar con los viajeros que encontraban de paso en las posadas.
No resultaba difícil imaginar que eran portadores de dos especies de relato: el verdadero, que ocultaban celosamente, y el falso, retazos del cual ponían al descubierto supuestamente de forma casual o simulando estar ebrios, durante las veladas en torno al hogar.
Aquella primavera las noticias falsas, tal como era de esperar, perjudicaron con frecuencia al adversario, pero no pocas veces sucedió también que sus propios autores acabaron siendo víctimas de ellas. Las rutas que conducían desde la capital turca hasta Venecia eran largas y llevar consigo la mentira y la verdad a un tiempo no resultaba tarea fácil. A veces la verdad, otras la mentira, goteaban destiñéndose la una a la otra, incrementando así la bruma del ambiente, que no era de por sí escasa aquel mes de marzo".
Solzhenitsin no es uno de éstos correos parlanchines que han incrementado la bruma ambiental. Pero hoy es fácil encontrar a no pocos en derredor. También por esto es de agradecer y de obligado recuerdo Alexander Solzhenitsin.
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