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Un amigo mío, Mel, médico, que ejerce en Sydney su profesión, vivió esos tres días previos a la JMJ última junto a Benedicto XVI, tuvo la gentileza de enviarme por mail sus impresiones y alguna que otra cosa de la estancia allí, en una Casa de retiros llamada Kenthurst Study Centre situada al noroeste de Sydney. Allí, como se anunció públicamente, estaría tres días para recuperarse del viaje y trabajar.
Mel tiene que viajar con frecuencia y cuando regresaba de Brisbane en el avión venia un grupo de irlandeses de camino de Sydney. Había mucha algarabía en el aparato. Al final del viaje, la azafata anunció que habían llegado y de paso felicitaba a un sacerdote que iba con un grupo de peregrinos irlandeses a la JMJ porque era su 60 cumpleaños. Estalló una ovación cerrada desde la parte trasera del avión seguida de un Happy Birthday al parecer con más entusiasmo que acierto musical.
El Papa llegó como estaba previsto a las 3 de la tarde del domingo. Como el avión llevaba adelanto, tuvieron que dar un par de vueltas en el aire con un recorrido de 200 km., para no llegar antes que el comité de recepción del primer ministro y el Cardenal Pell. En coche, el Papa con su pequeño séquito, tardaron menos de 15 minutos en llegar a Kenthurst. Esta Casa de retiros que dirige el Opus Dei está pues cercana a Sydney. Aunque la casa está bien puesta, con gusto, es más bien sobria, sin lujo.
En Kenthurst le esperaban las cuatro personas, que estuvieron con él esos tres días, además del maestro de ceremonias que entraba y salía con frecuencia. El control de seguridad fue muy grande; baste decir que los periodistas tardaron una hora en pasar de la verja a la casa. Policía, perros rastreadores, etc. El Papa llegó cansado pero bien. Le gustó mucho la casa: Tenéis una joya aquí, comentó.
En la ciudad hay peregrinos de todas partes: de España, Alemania, Hong Kong, Filipinas, India, Kenya, Estados Unidos, México, Francia, Italia y hasta de Canadá que recuerde ahora. El lunes por la tarde, a partir de las 7 p.m., hubo barbacoas en todas las parroquias donde hay peregrinos; es decir, en casi todas, para darles la bienvenida y una oportunidad de saludar a la gente de Sydney.
En Kenthurst viven cinco personas y cuando el Vicario regional de Australia le dijo al Papa que eran todos de la Obra, comentó: Así que estoy en buenas manos. Se dio un par de paseos de 5 minutos, recogido, por la parte delantera de la casa antes de celebrar misa a la que asistieron los cinco residentes y todo el sequito papal. Las lecturas fueron en inglés, la primera la hizo Arthur un economista que es el más joven de los que está con él. A los secretarios del Papa les llevaron a ver la ermita que según ellos habría de gustar mucho al Papa.
En el telediario, uno de los canales, sacó escenas del concierto de música de cámara que tuvo lugar casa, en la sala de estar, y también otras escenas cantando la Salve popular en la ermita. La ermita tiene una imagen de la Virgen de madera, como tres cuartos del tamaño natural y es obra del artista español Joan Mayné.
El ambiente en la calle es de película; mejor aún que cuando los Juegos Olímpicos, que ha sido hasta ahora el referente de ambiente más excepcional que hemos vivido. Nos para la gente por la calle preguntando si somos católicos, con cierto deje de envidia... Mientras escribo me llega un link del Vaticano con un video del Papa en Kenthurst. Se le ve celebrando la Misa en el oratorio, y paseando por la finca, con vistas muy bonitas de la finca y de la casa. La habitación del Papa está en la esquina delantera de la casa, que se ve en el video. En la estantería hay una colección completa de los Padres de la Iglesia, la Biblia de Navarra y una bibliografía de San Josemaría en alemán. Cuando lo vio exclamó algo así como: ¡mira qué alegría, una biblioteca!.
Andando por la orilla del muelle hacia nuestra zona me encuentro con Arthur, el joven de 30 años que cité antes y que acababa de pasar esos tres días con el Papa en Kenthurst todavía no se lo podía creer. Estuvo en nueve de las once comidas con el Papa desayuno, almuerzo y cena, pues tuvo solamente dos en privado, una la cena del día de llegada y otra el almuerzo del lunes con el cardenal Pell y el obispo auxiliar que lleva el peso de la JMJ. En todas las demás comidas estuvo en el comedor grande junto al Papa.
Alguien le preguntó al Papa cómo iba el proceso de D. Álvaro, sucesor del Fundador del Opus Dei, San Josemaría. Le respondió que acababa de finalizar el tribunal de la diócesis de Roma, y dijo por lo bajo algo así como mi buen amigo Álvaro. En otra ocasión, también en el comedor, como con un suspiro dijo: ¡Kenthurst, what a beautiful place! Y antes de comer el miércoles, casi en tono de pena o de despedida, la última comida en Kenthurst. Uno tuvo la ocurrencia de decir en alta voz lo que otros también pensábamos: ¿Cómo van a atenderle en Cathedral House?, porque la atención de las jóvenes que llevan la administración estuvo tan cargada de detalles: fotos enmarcadas de la familia del Papa, bordados del escudo papal en toallas, sábanas, etc., que parecía difícil ser mejorada. La respuesta a esa pregunta o duda la dio indirectamente el séquito, ya que de hecho varios de ellos que estaban en Kenthurst preguntaron el último día al director de la Residencia: ¿podríamos volver aquí por la noche después de miércoles?. Un comentario de uno del séquito no sé de quién fue es que donde quiera que han estado siempre han estado muy bien atendidos pero esto es otro mundo" o algo por el estilo.
El Papa nos hizo tres regalos: un juego de ornamentos de color verde, con el escudo papal, un cáliz y un mosaico de Nuestra Señora Mater Ecclesiae, como la que está en la Plaza de San Pedro.
Mañana el Papa llega oficialmente a Sydney. Esta tarde, miércoles, deja Kenthurst y se traslada al Palacio Episcopal (Cathedral House), justo al lado de la Catedral St Mary's. Hay mucha gente a la salida y a lo largo del recorrido para saludarlo. Hay pancartas de bienvenida, llenas de cariño, como G'day Pope, y "Welcome to God's own country", "We love you BXVI". Mañana visitará la tumba de la beata australiana Mary McKillop.
El Primer Ministro dio la bienvenida antes de la Misa. Lo que dijo estuvo bien: que aunque muchos digan lo contrario los valores de la cristiandad son importantes para la humanidad. A ver si se re-convierte. Viene gente de Perth y Brisbane, que están a 3000 y a 1000 kilómetros respectivamente sólo para verle.
Contaba un señor que después de la misa inaugural, como tenía pases de VIP, pasó a la tienda donde servían unos refrescos, a la que acudió el Cardenal Pell y al verle uno de sus hijos de diez años que tenía el teléfono de su padre en las manos, no se lo pensó dos veces y le sacó una foto de primer plano al Cardenal. Cuando su padre le recriminó, la contestación no pudo ser más sencilla: ¡No se queje en absoluto!. Al final tanto el cómo sus hermanas más pequeñas le dieron un beso y un abrazo al cardenal Pell. El padre le había preguntado antes de cómo estaba el Papa en Kenthurst: ¡Sensacional! Lo está pasando muy bien, estupendamente bien atendido.
Al salir en procesión el Papa se da cuenta de que está David, uno de los que ha estado con él en Kenthurst y se paró a saludarle. Arthur aprovechó para besarle el anillo y preguntarle: ¿Por qué no se viene otra vez a Kenthurst? Lo mejor fue la respuesta: ¡Ya me gustaría!.
Pedro Beteta. Doctor en Bioquímica y en Teología
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