La función del padre ha sido desprovista de valor, la sociedad no les tiene en cuenta
Gaceta de los Negocios
La lucha por la igualdad ha sido, para algunas feministas radicales, una batalla contra el hombre, encontrando su culmen en el deseo de algunas mujeres de concebir hijos sin la intervención de aquel. De este modo, la ingeniería genética amenaza con su total destitución al resultar prescindibles para la reproducción de la especie. El verdadero problema surge cuando estas aspiraciones individuales superan el ámbito de lo privado para recibir reconocimiento legal.
La función del padre ha sido desprovista de valor, la sociedad no les tiene en cuenta. Como afirma García Morente, es por medio de la intervención paterna como el niño choca contra el mundo del adulto y sufre los dolores de tropiezo con una realidad siquiera sea fragmentaria que ya no es su propia realidad por él creada, sino la realidad; favoreciendo la conducción de la infancia a la hombría y evitando así que el niño vaya creciendo sin incorporarse al mundo del adulto, perdurando indebidamente en la vida pueril.
El pediatra Aldo Naouri, considera esencial la figura paterna que rompe la dependencia del niño con la madre, imponiendo el transcurso del tiempo y ubicándole fuera del universo uterino atemporal. Lo que le permite percibirse plenamente como ser vivo.
En ausencia de padre, surge una relación de pareja entre la madre y el hijo, una unión indisoluble, sin jerarquía, que perjudica el equilibrio psíquico de ambos. La relación paterno-filial se coloca en la antípoda de la madre y es esencial para que el niño asuma su propia individualidad, su identidad sexual y la autonomía psíquica necesaria para realizarse como sujeto.
La negación de la función paterna pone en peligro a toda la sociedad, pues, aquellos niños, una vez adolescentes, no tienen otro medio de probar su virilidad más que oponiéndose a la mujer-madre, incluso por medio de la violencia.
La alteridad sexual y la filiación se derivan y se fundan en el amor entre el padre y la madre. Se plantean problemas antropológicos, morales y simbólicos al otorgar un marco jurídico a una forma de reproducción que no tiene la misma naturaleza, ni finalidad que la resultante de la alianza entre un hombre y una mujer, fundamento del vínculo social.
Si se deprecia al varón, hombre, padre, se deprecia toda la condición humana. Es urgente recuperar la función paterna, que permite al niño resolver el complejo de Edipo, diferenciarse de la madre, recibir la masculinidad y, en definitiva, aceptar la realidad y crecer como un hombre libre.
María Calvo es profesora de Derecho Administrativo