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Vivir de modo coherente con la verdad del hombre, no puede ser relegado a la esfera de lo privado [1]; al contrario, al ver que la historia de Europa está unida al cristianismo desde hace más de dos milenios y aunque no todos los europeos se reconozcan cristianos, los pueblos del continente están profundamente marcados por esta impronta, sin la cual sería muy difícil hablar de Europa [2].
Causa pena, por las consecuencias que acarrea en los mismos promotores, ver cómo la memoria histórica de algunos es de niños. Los niños no saben ni tienen la experiencia de la vida por lo que sólo recuerdan lo último que les ha sucedido, les falta visión y perspectiva histórica de verdad.
¿Se acuerdan del libro de Chesterton, La esfera y la cruz? A mí se me viene a la memoria cada vez que leo en los periódicos con qué histeria y odio el gobierno socialista arremete contra los símbolos cristianos, especialmente, como es lógico, el crucifijo.
Narra Chesterton en ese libro, el diálogo entre el profesor Lucifer y el monje Miguel, mientras viajan en avión sentado el uno junto al otro. El avión vuela sobre la catedral de Londres y el profesor suelta una blasfemia contra la cruz. Además se ve que le molestaba la cercanía de la Cuaresma, inexorable tiempo litúrgico donde la gracia hace de las suyas y hay mucha salvación por el arrepentimiento; sólo le debía consolar que en los Carnavales se pecase mucho y no hubiera enmienda después.
Miguel, el monje, al escuchar la blasfemia le dice: Estoy pensando si esta blasfemia te ayuda en algo. Si me dejas te contaré una historia: Conocí a un hombre como tú; él también odiaba al crucifijo: lo eliminó de su casa, del cuello de su mujer, hasta de los cuadros; decía que era feo, símbolo de barbarie, contrario al gozo y a la vida. Pero su furia llegó a más todavía: un día trepó al campanario de una iglesia, arrancó la cruz y la arrojó desde lo alto.
Este odio acabó transformándose primero en delirio y después en locura furiosa. Una tarde de verano se detuvo, fumando su pipa, ante una larguísima empalizada; no brillaba ninguna luz, no se movía ni una hoja, pero creyó ver la larga empalizada transformada en un ejército de cruces, unidas entre sí colina arriba y valle abajo. Entonces, blandiendo el bastón, arremetió contra la empalizada, como contra un batallón enemigo.
A lo largo de todo el camino fue destrozando y arrancando los palos que encontraba a su paso. Odiaba la cruz, y cada palo era para él una cruz. Al llegar a casa seguía viendo cruces por todas partes, pateó los muebles, les prendió fuego, y a la mañana siguiente lo encontraron cadáver en el río. Entonces el profesor Lucifer, mordiéndose los labios, mira al anciano monje y le dice: Esta historia te la has inventado tú. Sí, responde Miguel, acabo de inventarla; pero expresa muy bien lo que estáis haciendo tú y tus amigos incrédulos. Comenzáis por despedazar la cruz y termináis por destruir el mundo. La conclusión del monje, es justa. Suprimid a Dios, y ¿qué es lo que queda? ¿En qué se convierten los hombres?
En una de las épocas más oscuras de la historia del siglo XX, una demencial ideología racista y religiosa, de matriz neopagana, dio origen al intento, planeado y realizado sistemáticamente por el régimen nazi, de exterminar al judaísmo y al cristianismo europeos: se produjo así lo que ha pasado a la historia como en cuanto al holocausto judío se refiere la Shoá. Y ahí están han conseguido el efecto contrario: la dispersión judía les ha extendido más y el dolor de la persecución les ha unido más en todo el mundo. La estrella de David permanece mientras que la cruz nazi o esvástica está casi extinguida.
Así ha pasado con el crucifijo. Lo que fue cómo la horca, la guillotina o la silla eléctrica, etc., de hoy un patíbulo de malhechores, es hoy símbolo de perdón, de amor, de comprensión también para los que no la tienen con ellos en los cristianos. Igualmente ellos fueron perseguidos sin tregua y están más extendidos que los propios judíos y unidos a Cristo en la persona del Papa. ¿Sabían que Alí Agca además de pedir ahora la nacionalidad polaca que tiene su guasa sigue sin explicarse cómo a tan poca distancia, siendo un gran profesional y el calibre del arma que utilizó, acertando de pleno no mató a Juan Pablo II aquel triste 13 de mayo de 1981?
¡No se pueden poner puertas al campo y menos al amor! Ustedes pasarán, se morirán y vendrán otros después, que como ustedes ahora, gastarán también inútilmente su vida en alambrar el planeta para quitar a Dios y el crucifijo del mundo y no podrán hacerlo ni del exterior y, mucho menos del interior, del alma. El hombre, lo sepa o no, lo quiera o no, es un ser religioso de fabricación. Si tiran una piedra al cielo, en su vertical les descalabra a ustedes y si escupen al cielo cómo están haciendo se están ensuciando a sí mismos.
Sigan, sigan, que cuando se vayan a morir y quieran perdón a Dios porque cuando la muerte acecha las cosas cambian, su camarilla impedirá que se les acerque un sacerdote. Aunque si su arrepentimiento es sincero, y desaparece su obstinación que ahora les endurece e impide obrar a la infinita misericordia de Dios, cuando la camarilla de turno prohíba la entrada al Dios que perdona en la persona del sacerdote él les perdonará.
No se desanimen por lo que les voy a decir: tienen la batalla final perdida aunque haya o parezca que hay escaramuzas exitosas. Lo único que tienen asegurado es el fracaso. ¿Han olvidado 1989? ¿Dónde está la URRS? Los países satélites ateos al 100% han abierto las puertas de nuevo a Cristo al crucifijo. En el reciente festival de Eurovisión ganó Rusia y a pecho descubierto el ganador ostentaba un gran crucifijo. ¿Que lo sentía, que lo llevaba de amuleto? ¡Qué más da ahora! Quizá el futbolista que toca la hierba al salir al terreno de juego o mira al cielo cuando mete un gol sea superstición. Pero es lo que hay. Aunque eso les moleste. Siento decirles esto pero ustedes molestan más y ya está bien de molestar a Dios.
Empiezan quitando el crucifijo de las paredes, luego queman los cuadros con alusiones y ¡mira qué hay en el mundo obras de arte con ese motivo!, después lo hacen del cuello de creyentes o no que lo lleven y su furia les llevará, a trepar a campanarios para quitar todas las cruces. Y como enloquecerán verán cruces por todas partes y dado que el signo más de sumar es una cruz se dedicarán a restar que es lo que mejor hacen. Apretar la tecla de delete en lugar de aportar y enriquecer a los demás.
Les sucederá lo que en la novela de Chesterton, cómo el profesor odiaba la cruz, y que llegó a ver él en cada palo una cruz. Al llegar a casa seguía viendo cruces por todas partes, pateó los muebles, les prendió fuego, dice en la novela. Nuestra casa es nuestro país, porque no mandan ustedes en Europa ni en el mundo. Sólo aquí, ahora. En este caso la referencia universal de Chesterton: Comenzáis por despedazar la cruz y termináis por destruir el mundo queda en algo local y circunscrito a un tiempo.
Es verdad, no obstante, que se puede destruir el Templo de la Sagrada Familia de Barcelona, del gran cristiano Gaudí, con una bomba o sencillamente por el túnel de un tren que esté mal diseñado y pase cerca del Templo Expiatorio construido a base sólo de limosnas de personas arrepentidas por sus pecados, en cosa de poco horas mientras que construirlo o reconstruirlo cueste décadas, pero al final las obras quedan la gente se va que cantaba Serrat con letra de Machado, y qué le vamos a hacer ése es nuestro destino, pasar pero Dios y sus obras permanecen.
Pedro Beteta, Teólogo y doctor en Bioquímica
Notas al pie:
[1] Juan Pablo II, Discurso ante el Consejo de Europa, Estrasburgo, 8-X-1988
[2] Cfr. Juan Pablo II, Discurso al Simposio del Consejo Pontificio para la Cultura, 14-I-1999, n.2
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