Las series de televisión ofrecen a los jóvenes lo que les atrae, no lo que les educa. No es lo mismo.
Lo característico de la adolescencia es no reconocer el esfuerzo que supone cualquier logro que merezca la pena. Atrae lo que se consigue con facilidad.
Mientras que a los adultos les divierte, pero saben que no es real, a los más jóvenes les muestra unos modelos ficticios pero muy atractivos. Además, siempre ayuda que haya algún personaje femenino y alguno masculino cuyo físico refuerce el atractivo para los del otro sexo.
La solución adecuada
Ante este panorama, es lógico que se pueda sentir una cierta desazón por parte de los padres y educadores. Desde luego, la solución no parece que sea prohibir la televisión en casa, porque eso sólo retrasará hasta el recreo del día siguiente la narración de las mejores escenas, a cargo de un amigo o amiga que, probablemente, incluso las exagerará.
Ni tampoco olvidarse del problema, porque los padres tienen obligación de educar a sus hijos, no lo hacen por hobby o porque les guste. Se mire por donde se mire y nunca mejor dicho, probablemente la propuesta más eficaz sea cambiar el modo de ver la televisión en los hogares.
Podría resumirse en no poner la televisión para ver qué hay, sino para ver algo concreto que resulte interesante. Se trata de una cuestión ardua y al mismo tiempo accesible, porque no requiere el cambio de toda la sociedad, ni de los medios de comunicación, ni de las productoras, sino que se centra en el ámbito familiar.
La tentación de utilizar la televisión como canguro es cómoda, pero ésta puede moldear a los hijos en una dirección totalmente contraria a la deseada por los padres.
Importancia de la prevención
Después de un duro día de trabajo, muchos encuentran relajante ver la televisión porque, a diferencia de leer un libro, no exige por nuestra parte más que una presencia pasiva.
Esta pasividad sin esfuerzo es lo que hace tan atractiva la televisión a los jóvenes. Cuando son pequeños, es conveniente educarlos para que no echen tanto en falta la televisión.
Se puede establecer la costumbre de no ver la tele entre semana para leer, pintar o cualquier otra cosa en su lugar. Como toda dependencia, la de la tele se debe prevenir a edades tempranas y con el ejemplo del esfuerzo personal.
Al final, se constata una vez más que en la educación como en todo trabajo no hay recetas mágicas, sino esfuerzo continuado para lograr unos objetivos de los que se está plenamente convencido.
Consejos prácticos
1. Establecer una programación familiar
* Acostumbrar a los hijos a que la televisión nunca se enciende para ver qué echan, sino para ver un programa decidido previamente.
* Pactar con los hijos el número de horas de televisión a la semana y tratar de ajustarse a él. Dependerá de la edad de los hijos y del criterio de los padres.
* Fijar con los hijos los programas que se van a ver, ayudándoles a plantearse por qué se eligen unos y no otros y a rectificar el criterio cuando haya motivos para ello.
2. Ver la TV con los hijos
Dependiendo de la edad y de la madurez de los hijos, es aconsejable ver con ellos algún programa en el que estén interesados y que a los padres no les parezca apropiado, para comentarlo y explicarles los motivos, siempre que no se vea con regularidad el mismo programa.
3. Utilizar con frecuencia un grabador
Algunos programas por ejemplo, emisiones deportivas pueden perder interés si no se ven en directo, pero en el caso de las películas, series, documentales o programas de entretenimiento, apenas altera su interés verlos en otro momento.
Si se graban, esto facilita mucho la elección: se evitan los anuncios, se pueden pasar con facilidad las escenas inconvenientes, se elige el horario, etc. Requiere, eso sí, un poco de previsión, pero al final se ahorra mucho tiempo y se elige realmente lo que se quiere ver.
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