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El 13 de mayo, Nuestra Señora de Fátima, recordamos las Apariciones de la Virgen a esos niños que ahora yacen enterrados en la Basílica construida junto a la Capelinha. Sor Lucia, la última vidente, está junto a su prima Jacinta y Francisco al otro lado. Los mensajes marianos de Fátima siguen removiendo a las almas. El rezo del Rosario, pedir por los pecadores, desagraviar tantas ofensas como hacemos a su Hijo nos ha de mover al sacrificio voluntario y constante en las mil cosas menudas de cada día.
Cualquiera que haya estado allí habrá respirado el aire de una brisa fresca, purificadora, que atraviesa el alma: la conversión. Recuerdo haber estado paseando de cleryman por la explanada rezando el rosario, a horas poco frecuentadas y acercárseme un señor de paisano pidiendo que le confesara; se trataba de un sacerdote. En dos ocasiones me sucedió lo mismo de las tres o cuatro veces que he ido. Y es que nos convertimos todos junto a la Virgen de Fátima.
Desde el 13 de mayo de 1981 relacionamos Fátima con Juan Pablo II. Al ser elegido Papa en octubre de 1978 nuestra ilusión de que su Pontificado durara mucho, habida cuenta que no llegó a un mes el de su predecesor, pareció truncarse ese día con el magnicidio perpetrado en la Plaza de San Pedro.
Pero Juan Pablo II después hizo alusiones veladas en muchas ocasiones a que sí sabía que estaba destinado a introducir a la Iglesia en el tercer milenio. Había pensado en el Año Santo del dos mil como un momento importante desde el inicio de mi Pontificado. Al mismo tiempo, lo ocurrido ante nosotros exige ser considerado y, en cierto sentido, interpretado, para escuchar lo que el Espíritu, a lo largo de este año tan intenso, ha dicho a la Iglesia 1. Y en otra ocasión: Ya desde el inicio de mi pontificado invité a la Iglesia universal a dirigir su mirada hacia el comienzo del tercer milenio 2.
¿Cómo se fraguó el atentado? Al pasar el tiempo las cosas se van sabiendo pese a los nubarrones de duda que sembraron los autores. En su primer viaje a Polonia, el día 2 de junio de 1979 en la Plaza de la Victoria de Varsovia, el Papa dijo ante un millón de polacos: no se puede, de hecho, comprender al hombre sin Cristo, es decir, la clave para comprender esa gran y fundamental realidad que es el hombre. O más bien, el hombre no es capaz de comprenderse a sí mismo hasta el fondo sin Cristo. No puede entender quién es, ni cuál es su verdadera dignidad, ni cuál es su vocación, ni su destino final. No se puede entender todo esto sin Cristo...
Cuando este viaje fue analizado en el Kremlin se constató la enorme capacidad de convocatoria del Papa, y que si en vez de ser una visita pastoral y hablar de Dios hubiese arengado a las muchedumbres a rebelarse contra la falta de libertad a la que estaban sometidos por el gobierno comunista, el pueblo polaco le habría seguido como un sólo hombre.
Ante esto, las autoridades soviéticas decidieron que la KGB actuara para salvar una ideología, sin ideas, basada en la mentira sobre el hombre y que con tanta claridad estaba desmontando Juan Pablo II. Había que acabar con este peligro y comenzó a fraguarse el atentado.
Diez años más tarde, en 1989, se produjo el derrumbamiento de todo el sistema comunista y soviético, no sólo en los llamados países satélites, sino también en el interior de la ya extinta Unión Soviética. Y mientras tantos escritores y pensadores aducían causas económicas, sociológicas, evolucionistas, deterministas y de otra índole, Juan Pablo II era capaz de dar la explicación moral y cierta de la caída del comunismo. En sus palabras de 1979 hay que empezar a buscar la causa de tal evento.
La bala que recibió el Santo Padre estuvo a punto de acabar con su vida, pues recorrió su cuerpo en varias direcciones rozando órganos vitales. Él mismo reconoce que fue milagroso y que el milagro lo debe a la Virgen de Fátima diciendo: Una mano ha sostenido la pistola, y otra ha guiado la bala 3. El 17 de mayo de 1981, con voz débil y desde la sala de reanimación, Juan Pablo II habla al mundo por vez primera desde el atentado que ha podido costarle la vida. Dice: Rezo por el hermano que me ha herido, al cual he perdonado sinceramente. Desde el primer momento perdonó de todo corazón a su agresor, al que llamó sinceramente, hermano. Contaba André Frossard, amigo personal de Juan Pablo, que cuando tuvo oportunidad le dijo: Santidad, yo hubiera preferido que ese hermano hubiera encontrado otro medio de entrar en la familia.
Si el Papa salió vivo del salvaje atentado en el que le dispararon a bocajarro fue por la acción de la Virgen de Fátima. Poco conocía él de las apariciones a los tres pastorcitos pero cuando fue informado pidió toda la documentación y el sobre del tercer secreto. Juan Pablo II recapacitó mucho en su oración sobre el tema.
El 13 de mayo de mayo de 1994 no tendrá reparos en decir a un grupo de Cardenales en Roma: A mí se me ha dado a comprender de un modo especial el mensaje de la Virgen de Fátima: la primera vez el 13 de mayo de 1981, en el momento del atentado a la vida del Papa, y después de nuevo hacia el final de la década de los ochenta, en ocasión del hundimiento del comunismo en los países del bloque soviético. Pienso que se trata de una experiencia bastante transparente a todos.
Siempre vio la mano providente y amorosa detrás de cada acontecimiento por cruel que pareciera a los ojos de todos los demás, especialmente cuando se refieren a su persona. Cinco meses después del atentado, en la Audiencia general del 14 de octubre de 1981, decía: Dios me ha permitido durante los meses pasados experimentar el peligro de perder la vida, durante los cuales he pasado una gran prueba divina. Y he dicho prueba divina. Efectivamente, aunque los acontecimientos del 13 de mayo el atentado contra la vida del Papa tengan su dimensión plenamente humana, sin embargo ésta no puede ofuscar una dimensión más profunda aún: precisamente la dimensión de la prueba permitida por Dios. Me ha permitido, al mismo tiempo, comprender claramente y hasta el fondo que ésta es una gracia especial suya para mí mismo como hombre y, a la vez teniendo en cuenta el servicio que realizo como Obispo de Roma y Sucesor de San Pedro una gracia para la Iglesia. Juzgo que ha sido una gracia particular que me ha hecho, y por esto expreso mi gratitud al Espíritu Santo, que han recibido los Apóstoles y sus Sucesores el día de Pentecostés como fruto de la cruz y de la Resurrección de su Maestro y Redentor.
Nunca olvidó con inmenso agradecimiento el cariño patente de la Madre de Dios. En los años siguientes el Papa estuvo en el Santuario de Fátima y de Jasna Góra para agradecer a la Virgen su providencial y patente intervención al salvarle la vida. Con gran claridad habla Juan Pablo II el 19 de junio de 1983 en su Polonia natal. Allí ante la Virgen de Jasna Góra rezó: El 13 de mayo se cumplieron dos años de aquella tarde en que Tú me salvaste la vida. Sucedió en la Plaza de San Pedro. Allí, durante la Audiencia general, fue disparado contra mí un disparo, que debía haberme quitado la vida. El año pasado, el 13 de mayo estuve en Fátima para darte las gracias y hacer la consagración. Hoy dejo aquí un signo visible de este acontecimiento: el fajín de la sotana agujereado por la bala.
Años más tarde dejará que el proyectil quede engastado en la corona que adorna la imagen de la Virgen de Fátima, en Portugal.
Pedro Beteta, Doctor en Teología y escritor
Nota al pie:
1 . NOVO MILLENNIO INEUNTE, NN. 1-2
2 . A LOS OBISPOS BRASILEÑOS, 29-I-1996
3. Véanse los relatos sobre el atentado en Andrè FROSSARD: "N'ayez pas peur", Ed. R. Laffont. Colección "Pocket" 2938 de 1982; y "Portrait de Jean Paul II", Ed. R. Laffont, 1988.
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