Antonio Escobar: católico, general y republicano, asesinado en la guerra civil española. Habla Daniel Arasa, autor del libro «Entre la cruz y la República»
ZENIT.org
En la Guerra Civil española los católicos no estaban sólo en un bando. Y aunque no son mártires, no sería descabellado incoar un proceso de beatificación para alguno de ellos.
Lo sostiene en esta entrevista Daniel Arasa, autor de un libro sobre un general católico, Antonio Escobar Huerta. «Entre la cruz y la República. Vida y muerte del general Escobar», de la editorial Styria (www.styria.es), propone la vida del general Escobar, una persona profundamente católica que en la complejidad de la Guerra Civil Española estuvo en el bando fiel a la República.
«Este general es el paradigma de la lucha interior que sostuvieron muchos católicos: fieles a su fe, y fieles a la República, un bando en el que se producían persecución y asesinatos de católicos», afirma el autor.
Daniel Arasa (Tortosa, 1944), periodista, ingeniero técnico químico, autor de varios libros sobre historia, padre de siete hijos, es presidente del Grupo de Entidades Catalanas de la Familia y director de la Asociación Cinemanet.
El general Escobar era conocido como «El general cristiano». Católico profundo, fiel a la República, fue fusilado por los nacionales. ¿Por qué ha querido usted proponer su figura?
En primer lugar mi pretensión en el libro «Entre la cruz y la República» es dar a conocer y reivindicar una figura de gran calidad humana y cristiana que se ve inmersa en situaciones político-sociales muy difíciles. Su misma biografía muestra que la Guerra Civil Española fue algo muy complejo y por ello no hay que simplificar al tratar de ella, como se ha hecho muchas veces e incluso ahora cuando algunos abordan la denominada Memoria Histórica. Creo que el libro rompe el tópico de que todos los católicos estaban en un solo bando, el nacional. Pero también es un libro para la reconciliación. No sólo es éste mi criterio, como autor. Escobar murió perdonando a todos y pidiendo que nadie guardara rencor. Otro aspecto es el de explicar buena parte de la Guerra Civil y diversos aspectos desconocidos de ella siguiendo la trayectoria del personaje.
Paul Preston, y usted lo cita al iniciar su libro. dijo que la Guerra Civil Española fue una contienda de «malos contra malos». ¿Está de acuerdo?
Mi convencimiento es que no se puede plantear la Guerra Civil con el maniqueísmo de «buenos contra malos». Las cosas de la vida, y en casos así aún más, no son blancas o negras, sino con muchos tonos intermedios. Hubo personas magníficas, entregadas, generosas, en los dos bandos. Y asesinos en los dos bandos. Creo que Preston pretende poner de manifiesto, y es verdad, que fue una guerra cainita, entre hermanos, en que las denuncias de vecinos, de conocidos, llevaron al asesinato de muchas personas en un territorio y otro, que en lugar de buscar la paz y el perdón los odios se desataron de tal modo que se pretendía el exterminio del adversario. La crueldad llegó a extremos inverosímiles. La misma persecución religiosa en territorio republicano es una muestra de ello. Y en el otro bando no mataban a los religiosos, pero hacían lo mismo con los sindicalistas o militantes de partidos de izquierdas, sin que muchos de ellos hubieren hecho nada malo.
Dicen que si este general hubiera estado en el otro bando de la Guerra Civil Española hubiera sido promovido a los altares. Murió perdonando a quienes le condenaron y ejecutaron. ¿No es mártir porque no fue ejecutado por su fe religiosa?
El sentido cristiano de esta persona a lo largo de su vida, su muerte ejemplar y perdonando, los textos realmente místicos que escribió las últimas semanas de su vida, la aceptación profunda de la voluntad de Dios, creo que son argumentos para poder iniciar un proceso de beatificación. La simple antefirma de su sentencia de muerte aceptando la santa Voluntad de Dios, o los testimonios de sus compañeros de prisión que lo consideran un santo son muestras de ello. Ciertamente, creo que no se le puede considerar «mártir» en el sentido de que no murió por la fe católica, dado que lo ejecutaron no por sus principios religiosos sino por haber sido leal a la República y no haberse sumado a la sublevación contra ella. Hace unos meses fueron beatificados varios cientos de «mártires» de la persecución religiosa en España, en su mayoría de la Guerra Civil. Y es totalmente correcto, porque fueron verdaderos mártires. Pero no veo inoportuno ni contradictorio incoar el proceso de beatificación de una persona del otro bando que vivió las virtudes cristianas y murió de manera ejemplar.
Usted afirma que «la peripecia de Escobar sitúa ante la libertad política de los católicos». A veces parece que los católicos sólo pueden estar en un partido. ¿Qué piensa usted?
Tengo el absoluto convencimiento de que el cristianismo es, entre otras cosas, un camino de libertad. Dios ha dejado a la autonomía de los hombres elegir las formas de gobierno, militar en el partido que cada uno crea conveniente o no militar en ninguno. El abanico de posibilidades políticas para un católico es amplísimo. Nada de partido único. Además, no hay ningún partido que de forma completa asuma los principios cristianos. Eso sí, existen algunas formaciones políticas que tienen una ideología o una praxis que es incompatible con los principios cristianos. No es sólo un asunto religioso sino de coherencia humana e intelectual. Un católico no puede ser nazi, o marxista. Hoy el peligro está en algunos partidos que formalmente no son anticatólicos, pero su base ideológica y su praxis están en un relativismo ético y en marginar todo principio religioso. Hay que estar muy atentos antes de apoyarles.