Si conseguimos crear una cultura del perdón, podremos construir juntos un mundo habitable, donde habrá más vitalidad y fecundidad; podremos proyectar juntos un futuro realmente nuevo
Con la llegada del llamado divorcio-exprés en 2005, se hizo posible una ruptura familiar inmediata, sin culpas que demostrar y sin motivos que aducir, algo que no ocurre en ningún otro país de Europa.
Pero ni la precipitación es buena consejera, ni el apasionamiento lleva al acierto: de hecho, la quinta parte de reconciliaciones que se daban entre los separados hasta ese momento, han quedado reducidos a una cifra insignificante y, en cambio, el número de divorcios no ha parado de crecer.
Como ha señalado Juan I. Bañares subdirector del Instituto de Ciencias para la Familia, aunque es cierto que una ley de divorcio nunca obliga, también lo es que es más fácil resfriarse si te hacen vivir con las ventanas abiertas.
Aprender a perdonar
El arte de convivir está estrechamente relacionado con la capacidad de pedir perdón y de perdonar. Todos somos débiles y caemos con frecuencia. Tenemos que ayudarnos mutuamente a levantarnos siempre de nuevo.
Lo conseguimos, muchas veces, a través del perdón. Cuando hablamos del auténtico perdón, nos movemos en un terreno profundo. Consideramos una herida en el corazón, causada por la libre actuación de otro.
Todos sufrimos, de vez en cuando, injusticias, humillaciones y rechazos; algunos tienen que soportar diariamente torturas, no sólo en una cárcel, sino también en un puesto de trabajo o en la propia familia.
Es cierto que nadie puede hacernos tanto daño como los que debieran amarnos. No sólo existe la ruptura tajante de las relaciones humanas. Hay muchas formas distintas de infidelidad y corrupción.
El amor
Se puede enfriar por el desgaste diario, por desatención y estrés, puede desaparecer oculta y silenciosamente. Hasta matrimonios aparentemente muy unidos pueden sufrir divorcios interiores: viven exteriormente juntos, sin estar unidos interiormente, en la mente y en el corazón; conviven soportándose. Frente a las heridas que podamos recibir en el trato con los demás, es posible reaccionar de formas diferentes.
Es una pena gastar las energías en enfados, recelos, rencores, o desesperación; y quizá es más triste aún cuando una persona se endurece para no sufrir más. Sólo en el perdón brota nueva vida. Si conseguimos crear una cultura del perdón, podremos construir juntos un mundo habitable, donde habrá más vitalidad y fecundidad; podremos proyectar juntos un futuro realmente nuevo.
Para terminar, nos pueden ayudar unas sabias palabras: ¿Quieres ser feliz un momento? Véngate. ¿Quieres ser feliz siempre? Perdona. De El arte de perdonar, Jutta Burggraf.