La propia revista Time al dedicar su portada a Benedicto XVI la subtitula: ¿Por qué el Papa ama a América? Y se responde: Porque ve en los Estados Unidos un modelo e incluso una inspiración para su Europa nativa
AnalisisDigital.com
Un país de indios gobernado por suecos, así definía Peter Berger Estados Unidos. Es decir, un pueblo muy religioso, pero dominado por minorías rectoras próximas a una intelligentsia laicista. El diagnóstico tal vez fuera acertado en la década de los sesenta-setenta. Hoy no lo es tanto: también la intelligentsia valora la religión. La propia revista Time al dedicar su portada a Benedicto XVI la subtitula: ¿Por qué el Papa ama a América? Y se responde: Porque ve en los Estados Unidos un modelo e incluso una inspiración para su Europa nativa.
Esto explica que, aunque la visita que hoy inicia Benedicto XVI a Estados Unidos sea la primera como Papa, haya sido precedida de otras cinco como cardenal Joseph Ratzinger. Sabe el octogenario pontífice que, a diferencia de Europa, la separación Iglesia-Estado en Norteamérica no tuvo como objetivo hacernos libres de la religión, sino más bien como decía William McLoughlin- el de hacernos oficialmente libres para la práctica de la religión.
Hay dos puntos focales en el viaje: el encuentro con los rectores de las Universidades Católicas y la visita a las Naciones Unidas. En el primero, probablemente irá a las raíces del tema que como intelectual más le preocupa: la "dictadura del relativismo".
En las Naciones Unidas, la intervención se centrará en un orden internacional dominado por incertidumbres. No sabemos hacia donde se orienta, desconocemos los alcances de la globalización y los fundamentos de un proyecto mundial conjunto no alcanzan a definirse. Si la guerra fría creaba un equilibrio de terror precario, hoy el mundo se ha quedado sin proyecto: no basta la economía. Buscamos una luz en el túnel.
Ante este panorama, se ha insistido en que Benedicto XVI no acude a la ONU para hacer alabanzas o lamentaciones. Irá más bien a las claves del problema. Aprovechando que este año se cumple el 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es muy posible que lance a la ONU el desafío de rescatar las verdades morales que fundamentan la dignidad humana y los derechos del hombre.
Los medios de comunicación esperan sus palabras sobre los escándalos sexuales de algunos clérigos. En mi opinión Benedicto XVI lo abordará brevemente. El tema del escándalo provocado por una minoría pedófila fue un fenómeno antiguo -de los años sesenta, en su mayor parte- que explotó mucho más tarde en sus consecuencias económicas.
En la década de los sesenta/setenta se enseñaba en algunas Universidades Católicas de América una concepción equívoca de la sexualidad humana y, por tanto, de la teología moral. Con eso acabó Juan Pablo II: aún se recuerda el "caso" de la privación del permiso para enseñar a Curran, exponente de aquella corriente. Hoy el tema es un no-tema. Esto explica que los teólogos del disenso encuentran poco eco en los medios: los protagonistas son teólogos identificados con el Magisterio como George Weigel o Richard J. Neuhaus.
Buena parte del día en que cumple 81 años, Benedicto XVI lo pasará en la Casa Blanca. Será el segundo Papa que se sienta en el Despacho Oval con el Presidente de la nación más poderosa del mundo. Un momento interesante, si se piensa que el Papa es, a su vez, la primera autoridad moral de la Tierra. No creo que consista en un simple intercambio de cortesías. El papa Ratzinger sabe que, por su edad, el tiempo que le queda no es mucho: aprovechará todos y cada uno de los momentos del viaje. Incluido éste.
Probablemente no olvidará que la misión de la religión en la política es convencer a los que tienen el poder de que están aquí hoy y no lo estarán mañana, y que son responsables ante los de abajo y también ante El de arriba. Esto hará que también -sin interferir en la campaña electoral más disputada de hace décadas- es posible que se refiera a temas polémicos fronterizos como la pobreza, la guerra en Irak, el aborto y la eutanasia, el matrimonio gay, la degradación ambiental, y la inmigración ilegal.
Es sintomático que, en su mensaje de paz a Estados Unidos antes de su viaje, haya utilizado el Papa, junto al inglés, el castellano. Un tercio de los católicos americanos son de origen hispano y cerca del 46% de los inmigrantes norteamericanos se declaran católicos. Esto explica que el invitado de honor en la misa del Yankee Stadium de Nueva York sea José Feliciano, el primer latino triunfador en el mercado del disco anglosajón. La Iglesia sabe que su futuro en Estados Unidos pasa, en buena medida, por la minoría hispana. Si los católicos permanecen en torno al 25% de la población desde hace treinta años, es por la llegada de inmigrantes católicos procedentes principalmente de América Latina.
En fin, el motivo del viaje es volver a las raíces, puesto que se celebra el 200 aniversario de la fundación de cuatro diócesis importantes: New York, Philadelphia, Boston y Louisville. Volver a las raíces es ir a los fundamentos de la propia identidad y, desde ahí, construir un camino de futuro. Este regreso al futuro es la finalidad de este viaje de Benedicto XVI.
Rafael Navarro-Valls es Catedrático de Derecho Canónico de la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro Del poder y de la gloria, sobre el Vaticano y Estados Unidos