La obsesión de algunos científicos por obtener embriones clonados es como seguir matando cuando la guerra ha acabado: rechazable e innecesario. Escribe el director del Instituto de Ciencias de la Vida, de la Universidad Católica de Valencia
Se acaba de difundir la noticia de que un grupo de investigación, dirigido por Andrew J. French, de la compañía Stemagen Corporation, de La Jolla, California, en colaboración con el Instituto de Genética Genesis, de Detroit, han clonado un embrión humano usando la misma técnica que fue utilizada por el equipo de Ian Wilmut para producir la oveja Dolly.
Indudablemente, la clonación humana es un objetivo apasionante para algunos científicos, que anteponen su propio interés profesional a la consideración ética de los medios que utilizan. Han sido hasta ahora siete los trabajos científicos que parecían indicar que se había conseguido. Pero, en nuestra opinión, ninguno de ellos lo ha demostrado. Los investigadores norteamericanos han utilizado la técnica de la transferencia nuclear somática con óvulos femeninos sobrantes de fecundación in vitro. Posteriormente, han activado el ente biológico generado y han producido un blastocisto, del que, en teoría, se deberían poder obtener las líneas de células madre embrionarias.
En su experimento utilizaron 29 óvulos y consiguieron generar cinco blastocistos que, en principio, podrían considerarse humanos. Sólo en uno de ellos demuestran que existe ADN de la célula adulta y de las mitocondrias del ovocito utilizado, y sería, desde un punto de vista genético, el único clon. El método utilizado para demostrar que ha sido exitoso es insuficiente. Para demostrarlo de forma definitiva, tendrían que haber extraído células madre y, en las líneas celulares generadas, demostrar la existencia de ADN idéntico al de la célula adulta y al de las mitocondrias del ovocito. Sin embargo, al igual que en las siete experiencias precedentes, y en unas muy recientes con primates, no se han podido cultivar células madre a partir de los blastocistos. Es decir, en ningún caso se ha demostrado científicamente que la clonación humana se haya conseguido.
Otra cosa distinta es la valoración ética del posible uso de los blastocistos. Me parece que no se ha demostrado que se haya conseguido clonar un ser humano, pero a ese blastocisto generado habrá que tratarlo como humano mientras no se demuestra que no lo es, por un ineludible principio de precaución ética. Esto implica que las experiencias realizadas por French y colaboradores, por los siete grupos científicos que anteriormente lo intentaron, y ahora por los equipos a los que en España el Ministerio de Sanidad ha autorizado a hacerlo, sean, desde un punto de vista ético, absolutamente rechazables.
Pero hay más. El pasado mes de diciembre se dieron a conocer los trabajos de dos equipos de investigación, uno japonés y otro norteamericano, que habían conseguido reprogramar células adultas hasta conseguir un tipo de células, denominadas iPS, que pueden sustituir a las embrionarias como material biológico para cualquier tipo de experimentos, e incluso, en un futuro, ser utilizadas con fines terapéuticos.
Ético, fácil y económico
El uso de las células iPS no tiene ninguna dificultad ética, pues en ningún caso hay que destruir embriones humanos. Pero, además, son técnicamente más fáciles de conseguir, y por supuesto más económicas, que la clonación humana, por lo que no se ve, desde ningún punto de vista, la conveniencia de seguir con la clonación experimental. Ello ha hecho que importantes investigadores de este campo de la Medicina, como Jean Thomson y Ian Wilmut, hayan manifestado su expreso deseo de dejar de utilizar en sus investigaciones células madre embrionarias para sustituirlas por células iPS. Ian Wilmut incluso manifestó recientemente al New York Times que, «dentro de una década, la guerra de las células madre será sólo una nota al pie de una página curiosa de la historia de la ciencia».
Este circo mediático me recuerda una de las últimas escenas de la inolvidable película de Roberto Benigni La vida es bella, cuando el protagonista desaparece tras una esquina, ante la mirada expectante de su hijo, para morir por el disparo de un soldado nazi. Siempre me parece abominable terminar con una vida humana, pero aún más cuando es a causa de una guerra que ya ha concluido. Sacrificio inútil y grotesco.
Algo parecido sucede ahora con la clonación terapéutica. Es difícil de comprender el empecinamiento de algunos por utilizar una técnica éticamente inadmisible y científicamente superada, cuando existe otra, como es la producción de células iPS, que puede utilizarse sin problemas éticos y con mayor garantía científica. Los responsables del Ministerio de Sanidad y Consumo sabrán por qué han autorizado en nuestro país la clonación de embriones humanos; y los directivos de los centros y los responsables de estos trabajos, por qué parecen decididos a llevarla a cabo. Yo sinceramente no lo sé.