Don Enrique Colom es Profesor ordinario de Teología Moral (Justicia y Doctrina Social) en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Conoció a san Josemaría en octubre de 1960, pocos meses después de haber pedido la admisión en el Opus Dei. Desde entonces hasta 1971 participó, casi anualmente, en algún encuentro con el Fundador cuando éste viajaba a España. En 1971 se trasladó a Roma para completar sus estudios en Sagrada Teología; fue ordenado en 1974 y continuó en Roma hasta 1976. En esos años, hasta el fallecimiento de san Josemaría, lo trató con mayor frecuencia, la mayoría de las veces en encuentros con diversas personas. Después de unos años de labor pastoral en Chile, regresó a Roma como profesor de Teología. Ha sido uno de los editores del Diccionario de la Doctrina Social de la Iglesia publicado por el Consejo Pontificio Justicia y Paz del que es Consultor.
¿Pensó alguna vez que estaba cerca de un santo?
Mi trato personal con san Josemaría ha sido limitado. Pienso que lo conozco más por sus escritos, su labor de gobierno y por el espíritu que nos ha transmitido; en este sentido, siempre lo he considerado un santo, porque lo que realmente le interesaba era nuestra unión con Dios y nuestro servicio a los demás, por amor a Dios. Ciertamente esto se percibía también en el trato personal, en sus palabras, en su actuación. Muchas veces eran indicaciones o hechos muy corrientes, pero que denotaban su presencia de Dios y su atención por las personas. De todos modos, me parece oportuno recordar una idea que tenía muy arraigada: la santidad, en esta tierra no significa ausencia de defectos: Nunca me han gustado esas biografías de santos en las que, con ingenuidad, pero también con falta de doctrina, nos presentan las hazañas de esos hombres como si estuviesen confirmados en gracia desde el seno materno. No. Las verdaderas biografías de los héroes cristianos son como nuestras vidas: luchaban y ganaban, luchaban y perdían. Y entonces, contritos, volvían a la lucha (Es Cristo que pasa, 76).
¿Qué rasgos destacaría de su personalidad?
El amor a Dios y a las personas concretado en la donación, la naturalidad de su trato que eliminaba cualquier posible barrera y el buen humor.
¿Y de sus enseñanzas?
El modo práctico y concreto de buscar la santidad en la propia situación: familiar, profesional, etc. En definitiva, enseñó a cumplir la voluntad de Dios en las tareas ordinarias de cada uno.
¿Influye san Josemaría en sus estudios y trabajos en torno a la Doctrina Social de la Iglesia?
El Magisterio de la Iglesia ha recordado, y Juan Pablo II lo repitió en muchas ocasiones, que el mensaje social de la Iglesia se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna. A la vez, ha subrayado la importancia del trabajo y de la familia para edificar una sociedad digna de la persona: El trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre (Laborem exercens, 3). ¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia! (Familiaris consortio, 86). Así pues, todo cuanto redunde en una práctica más humana y cristiana del trabajo y de la vida familiar contribuye al desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia, en mayor medida que una profunda especulación sobre el tema (aunque ésta sea también necesaria). La doctrina y el impulso práctico del Fundador del Opus Dei sobre la santificación del trabajo que supone trabajar bien desde el punto de vista técnico y moral, en servicio del prójimo y por amor de Dios y de la vida familiar son, sin duda, una contribución notoria al mensaje social cristiano.
¿Cómo vivió el fundador del Opus Dei la caridad y la solidaridad con los más necesitados?
San Josemaría nos enseñó que el Opus Dei ha de estar presente donde hay pobreza, donde hay falta de trabajo, donde hay tristeza, donde hay dolor, para que el dolor se lleve con alegría, para que la pobreza desaparezca, para que no falte trabajo porque formamos a la gente de manera que lo pueda tener, para que metamos a Cristo en la vida de cada uno, en la medida en que quiera, porque somos muy amigos de la libertad (Una mirada hacia el futuro desde el corazón de Vallecas, Madrid 1998, p. 135, palabras pronunciadas el 1-X-1967). En este tema, como en todos los demás, nos pedía unidad de vida, es decir, no separar la fe y la vida; por eso, sus enseñanzas han impulsado la creación de muchas iniciativas en favor de los más pobres, facilitando que éstos puedan alcanzar un desarrollo digno.
¿Se podría hablar de aportaciones de san Josemaría a la Doctrina Social de la Iglesia? ¿Algún ejemplo?
Un tema del que le he oído hablar en diversas ocasiones es su deseo de que los catecismos de la primera formación cristiana dedicaran algunos puntos a mostrar que el empeño social es un deber cristiano, compatible con un pluralismo de ideas y de realizaciones en este ámbito. El Catecismo de la Iglesia Católica y su reciente Compendio, incluyen estos puntos, y espero que esto se generalice en los catecismos que publiquen las Iglesias particulares. Así, desde el inicio de la vida cristiana quedará clara la necesidad de participar en la cosa pública, con el fin de hacerla más humana, más de acuerdo con las enseñanzas de Jesucristo.
También insistió mucho en la libertad política de los católicos dentro del orden moral; en concreto, decía que toda la vida de los fieles del Opus Dei es, y me permito citar textualmente porque vale la pena: un servicio de metas exclusivamente sobrenaturales, porque el Opus Dei no es ni será nunca ni podrá serlo un instrumento temporal; pero es al mismo tiempo un servicio humano, porque no hacéis más que tratar de lograr la perfección cristiana en el mundo, limpiamente, con vuestra libérrima y responsable actuación en todos los campos de la actividad ciudadana. Un servicio abnegado, que no envilece, sino que educa, que agranda el corazón lo hace más romano, en el sentido más alto de esta palabra y lleva a buscar el honor y el bien de las gentes de cada país: para que haya cada día menos pobres, menos ignorantes, menos almas sin fe, menos desesperados, menos guerras, menos inseguridad, más caridad y más paz (El Opus Dei en la Iglesia, p. 178). Ciertamente se podrían poner muchos más ejemplos, pero me parece que lo indicado resume la finalidad de la Doctrina Social de la Iglesia.
Benedicto XVI en su reciente encíclica se refiere a la fe en el progreso que caracteriza la sociedad actual, una confianza desmedida, desligada de la esperanza cristiana. ¿Qué relación entre trabajo y progreso se aprecia en el mensaje de san Josemaría?
En alguna ocasión se han comparado las enseñanzas de san Josemaría con la mentalidad calvinista que, según Max Weber, habría influido en el nacimiento y desarrollo del capitalismo y, por tanto, del progreso social. Este parangón demuestra un patente desconocimiento de la doctrina del Fundador del Opus Dei. En efecto, el calvinismo tiende a buscar el éxito terreno, que sería señal de una predestinación al cielo. San Josemaría busca el éxito espiritual y trascendente; para ello será necesario trabajar bien. Pero aún así no siempre se alcanza un éxito o un progreso terreno. Lo importante es conseguir un desarrollo humano integral: de todo el hombre y de todos los hombres. No se trata de despreciar el progreso terreno, sino de ponerlo en el lugar que ocupa. Y eso se logra con la santificación del trabajo ordinario, que busca el desarrollo temporal, pero subordinándolo al crecimiento espiritual. Así lo ha recordado, en diversas ocasiones, san Josemaría; por ejemplo como dice en Es Cristo que pasa (123): El progreso rectamente ordenado es bueno, y Dios lo quiere. Pero se pondera más ese otro falso progreso, que ciega los ojos a tanta gente, porque con frecuencia no percibe que la humanidad, en algunos de sus pasos, vuelve atrás y pierde lo que antes había conquistado Y en Forja (702), se lee: Las tareas profesionales también el trabajo del hogar es una profesión de primer orden son testimonio de la dignidad de la criatura humana; ocasión de desarrollo de la propia personalidad; vínculo de unión con los demás; fuente de recursos; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que vivimos, y de fomentar el progreso de la humanidad entera... Para un cristiano, estas perspectivas se alargan y se amplían aún más, porque el trabajo asumido por Cristo como realidad redimida y redentora se convierte en medio y en camino de santidad, en concreta tarea santificable y santificadora .Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
San Josemaría, maestro de perdón (1ª parte) |
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