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Hoy ha sido un día de vergüenza nacional en Italia, ante todos los países del mundo. Y en este sentido, el telediaro de la RAI 1 le ha dedicado 20 de sus 30 minutos al asunto. No se trata de la vergüenza de las basuras de Nápoles, que esa es otra historia. Esta historia contada por lo breve y urgente, y casi sin los adjetivos que merece, como pasará en los periódicos y televisiones de todo el mundo- trata de algo que igualmente huele a podrido, y no precisamente en Dinamarca
Decía Voltaire: no comparto tus ideas, pero lucharé hasta la muerte para que tu puedas expresarlas. Eso está muy bien. El caso es que hoy, alguien, ha tenido que renunciar a hablar en una Universidad, porque unos pocos laicistas intolerantes, disfrazados de laicos liberales y de progreso, se lo han prohibido: es decir, le han impedido acudir a una invitación hecha por su misma Universidad. Estos fundamentalistas del laicismo no comparten las ideas de una persona, y han luchado no hasta la muerte, por supuesto- para que no pueda expresarlas
El Papa Benedicto XVI, o el Profesor o el Cardenal Ratzinger ha debido renunciar esta tarde a acudir a una invitación de la primera (o al menos, la más voluminosa) Universidad italiana, La Sapienza.
Había sido invitado hace tiempo a pronunciar una lección en el acto inaugural del presente curso académico, el que hace el número 705 desde su fundación, acto que tendrá lugar pasado mañana jueves 17 de enero.
Hace unos pocos días, un grupito de 67 profesores de Física y otras Facultades (en total, La Sapienza tiene bastantes más de 5.000: hay más de 1.000 solo en Medicina, por ejemplo) escribieron al Rector diciéndole que Ratzinger no debía entrar en la Universidad ("Benedetto XVI non deve entrare all'Università La Sapienza").
La razón esgrimida ha sido ésta: el 15 marzo 1990, siendo entonces cardenal, en un discurso en Parma, Joseph Ratzinger ha repetido una intolerable afirmación de Feyerabend: Il processo della Chiesa contro Galileo fu ragionevole e giusto (El proceso de la Iglesia contra Galileo fue razonable y justo).
El caso es que quien se ha tomado la molestia de leer aquel discurso de hace 18 años- ha advertido que, efectivamente, Benedicto XVI citó como buen académico- las palabras literales del epistemólogo Feyerabend. Para inmediatamente tomar distancias de modo explícito, porque justo ese es un punto central de su pensamiento, insistiendo en que la fe no crece con el rechazo de la racionalidad. Es un caso semejante a lo sucedido con el ya famoso discurso de Ratisbona (Regensburg).
Pero hasta ahí no han llegado en su lectura los 67 preclaros físicos y demás científicos que -sin comprobar el dato básico de su alegato, que está al alcance de cualquier fortuna "científica"- firmaron la petición de prohibir hablar al Profesor Ratzinger, al Papa Benedicto XVI: aquí no habla un enemigo de Galileo, han dicho, imaginándose quizá cargados de razón tolerante, de espíritu de diálogo, etc., asuntos propios de los grandes y pequeños universitarios. O de los universitarios a secas.
Mucho menos han llegado ahí los grupitos de estudiantes que visto lo que hacía sus profes- han tomado cartas en el asunto, asaltando el Rectorado y luego haciendo concesiones para defender la laicidad necesaria de la Universidad. Es decir, para instaurar, literalmente, el laicismo obligatorio, como bien dice hoy un editorial del Corriere.
En fin, hoy ha sido un día para borrar (y no olvidar) en la historia de la sociedad civil italiana, y de las instituciones públicas italianas, empezando por la Universidad.
También ha sido un día que con un poco de suerte- se estudiará en las Facultades de Comunicación, por el papel desempeñado en este affaire por los periódicos y la televisión. Porque toda esta vergüenza nacional y este barullo lo han organizado -nolens volens- los mismos medios que ahora lo deploran.
Por un lado, hay que decirlo también, se ha echado de menos a Navarro-Valls en el Vaticano. Pero por otro lado, es patente que hay mucho y largo que reprochar a los medios de comunicación en este escándalo. Quién por oportunismo ideológico, quién para ganar dinero montando el escándalo, quién para buscar público joven entre los universitarios... Burla burlando, como diría Cortázar, como quien no se da cuenta, ya van demasiadas cosas por delante...
Por una parte, diciendo poco menos que los 67 preclaros profesores eran una especie de reencarnación de los siete sabios de Grecia, no sólo en sus específicas materias, sino en estas cuestiones de calado moral y sapiencial. Un ejemplo, el Corriere titula, como quien no quiere la cosa: Lettera di 67 cervelli contro l'intervento di Ratzinger: evento incongruo (Carta de 67 intelectuales contra la intervención de Ratzinger: acontecimiento incongruente). ¡Hay que ver la razón que deben tener nada menos que 67 cerebros firmando un papel!, ha de pensar para sus adentros el ciudadano espeso y municipal...
Por otra, diciendo y mostrando casi como un acto de heroísmo desinteresado en pro de las libertades lo que un pequeñísimo grupo de estudiantes ha hecho (carteles y pintadas insultantes, manifestaciones goliárdicas burlescas, invasión del Rectorado, etc.).
Y aún por otra, todo esto bajo el silencio más o menos temeroso de la mayoría de las voces políticas y culturales que suelen contar en Italia, ante el linchamiento de un intelectual y un profesor universitario a manos de la mayor universidad italiana. Mejor dicho, a manos de unos pocos de sus menos deseables miembros.
Quizá no importaba tanto a estos pocos profesores y estudiantes, complacientemente tratados por la prensa y televisión, una cosa: que la libertad de expresión y de diálogo es algo que caracteriza desde siempre (y La Sapienza lleva 705 años en esto, en principio) la vida en el ámbito universitario. No pocos han recordado que el presidente de Iran, Ahmadinejad, fue escuchado en Columbia University. La comparación no es nada afortunada en el personaje, pero quizá la cosa se acerca por contraste- a la intolerancia mostrada hacia el Papa. Más de uno ha recordado a los judíos, o se ha preguntado si lo mismo hubiera sucedido con el Dalai Lama
Cierto que siempre hay excepciones y ocasiones y épocas especiales, en que las cosas universitarias no se hacen al modo universitario, pero es difícil encontrar alguna circunstancia como ésta, tan clamorosa y con razones tan ridículas. Tan falseada intelectualmente, racionalmente, y tan jaleada, haciendo de las vergüenzas de un grupito, una nefasta cuestión nacional e internacional. Nefasta para la honra de Italia y para la honra de la Universidad. Vivo en Italia, pero no soy italiano. La vergüenza que siento, la siento como profesional universitario y como profesional de la comunicación.
El caso es que hoy hemos tenido en el telediario un largo desfile de políticos (de Prodi hacia abajo, hacia arriba y hacia los lados) renegando de tales profesores y estudiantes, de tal Universidad que reniega del ya mencionado principio de Voltaire: no comparto tus ideas, pero lucharé hasta la muerte por que tu puedas expresarlas.
A no ser que los políticos se apresuren a enterrar como sea -y no tiene trazas de serlo- este feo y podrido asunto universitario, pero también político y comunicativo, el asunto va a traer cola. No puede quedar en vano lo dicho por el Presidente de la República: Nessuna voce deve tacere nel Paese (Ninguna voz debe ser acallada en nuestro País), ni lo coreado por Veltroni: L'intolleranza fa male alla democracia (La intolerancia perjudica a la democracia) o por Berlusconi: Ferita che umilia l'Italia (Herida que humilla a Italia). Veremos qué sucede con lo que algunos proponen: Domenica tutti a San Pietro a riparare (El domingo todos a San Pedro para reparar).
El Papa hace bien en renunciar a ir a la casa de unos vecinos, en la que primero le invitan y luego están divididos en hacerlo (Non vado da una famiglia divisa, ha dicho) (No acudo a una familia dividida), porque unos pocos escandalosos -para dárselas de laicistas y dueños de la Universidad- quieren insultarle. Es de un sentido común aplastante.
Otra cosa es que quizá -como decía el presidente del gobierno en el telediario, con su habitual aire atribulado- aún quede alguna esperanza de recoser este desastre entre Italia y la Santa Sede. Porque el Vaticano y la Iglesia es algo que Italia (los italianos) no es asunto geográfico- tienen muy dentro de sí. Quizá surta efecto la propuesta Domenica tutti a San Pietro a riparare.
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