... disfrutamos más estas fiestas quienes valoramos su sentido: quien tenga dudas, que pruebe a vivirlas con su originario sentido, y que no se sienta raro cantando villancicos
El Mundo Castellón
Mis mejores deseos de una feliz Navidad, para todos, en particular a quienes tienen la paciencia y el mérito de leer esta columna semanal.
Son unas fiestas muy esperadas y celebradas por todo tipo de bolsillos. Tras el maratón de comidas y cenas por motivos profesionales o sociales -para algunos, como digo, es casi un maratón, porque la cifra de invitaciones puede rondar las 40, y no exagero, como bien sabemos los que las hemos tenido, y que agradecemos-, se cierra el preámbulo, y llegan las fiestas propiamente dichas, que se celebran con la familia.
Nos volcamos todos en la Navidad, cada uno como puede o sabe. Las atenciones o invitaciones han de lograr ser deseadas o queridas, no temidas. Pero la Navidad no debe ser un monumento al consumismo frenético. Si evocamos la solidaridad, la alegría, la familia o la paz, es por un origen religioso. Muchos no viven el espíritu real de la Navidad. Si el espíritu navideño no está arraigado, hasta es cómico el bombardeo de mails, SMS, llamadas o -en mucha menor medida, en general- christmas, y no digamos christmas sin motivos religiosos.
En un programa de una televisión de ámbito estatal, la presentadora dio entrada a un reportaje sobre la guarda de animales, aludiendo que es lo más propio de la Navidad. Con todo el respeto y afecto a la presentadora y a los animales, celebramos un Nacimiento, y la mayúscula no es una errata, porque nació el Hombre-Dios. Lo dijo una venezolana, en otro programa de otra televisión española, cuando una periodista le preguntó por el menú que iba a preparar en Nochebuena, y con toda sencillez lo explicó, apostillando: es que los venezolanos celebramos el Nacimiento del Niño-Dios.
¿Qué habrá visto y oído esta mujer venezolana, que lleva ya un tiempo con nosotros, para aclarar lo que para los venezolanos es la Navidad? Habría que preguntarle, pero es evidente que las celebraciones, las fiestas, los bríndis, los regalos y cuanto queramos añadir, suenan para algunos carentes de sentido. La propia alegría navideña se torna molesta para algunos, no tanto por los gastos, sino porque se les ha desdibujado el espíritu navideño, que es el cristiano.
Por eso hay instituciones que han alentado los belenes en la calle Mayor de Castellón se ha echado en falta uno especialmente, y muchos transeúntes han entrado a preguntar en esas oficinas-, y los motivos religiosos parecen haber aumentado este año, tal vez por la vaciedad que hemos observado. Sea como fuere, ¡muy feliz Navidad, también para quienes no compartan estas líneas! Pero disfrutamos más estas fiestas quienes valoramos su sentido: quien tenga dudas, que pruebe a vivirlas con su originario sentido, y que no se sienta raro cantando villancicos.