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Jesús Juan Pardo es licenciado en Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Especialista en medios de comunicación y familia.
Es miembro de Civértice, un grupo de investigación creado en la Universidad de Navarra e integrado por personas de varias universidades y centros de enseñanza media, cuyo principal objetivo es conocer mejor la relación del público infantil y juvenil con todo lo que permita hablar de consumo (internet, videojuegos, móviles...).
Ha trabajado en la dirección de asociaciones juveniles y es colaborador de la revista Nuestro Tiempo.
Colocar el ordenador con acceso a internet en la sala en vez de en la habitación del hijo, no dar un móvil exclusivo al adolescente, sino tener uno familiar que va cambiando de manos, controlar los videojuegos que entran en casa...
Jesús Juan Pardo ha visitado Donostia, invitado por antiguos alumnos de la Universidad de Navarra, para hablar sobre el ocio actual.
Teléfonos móviles
Si tuviese un hijo de diez años, ¿le compraría un teléfono móvil?
El móvil ha traído consigo muchas comodidades y ventajas, pero vivimos en una sociedad que nos crea nuevas necesidades continuamente. Creo que un niño de 10 años no necesita un móvil para nada.
¿Hay una edad idónea?
Me parece que no es cuestión de edad sino de necesidad. Que los hijos tengan móvil puede ser útil en algunas ocasiones. Por ejemplo, si están fuera y tienen algún problema, el móvil permite que nos localicen con facilidad. Sin embargo, esas ocasiones no son las 24 horas del día. Me parece que sería mejor para los adolescentes no tener un móvil de uso exclusivo, sino familiar, y que sólo tuvieran acceso a él cuando sus padres lo considerasen oportuno. El problema no es tanto el móvil, como la importancia de educar en la moderación. Si a un niño o a un adolescente le das todo lo que pide no le haces más feliz, sino que le haces daño. Luego no podemos extrañarnos de que busquen la felicidad sólo en la posesión de cosas materiales: es lo que han vivido desde pequeños.
¿Le suena la frase «todos mis amigos lo tienen»?
Sí, se repite más que los estribillos de las canciones. Y además, en el caso del móvil es cierto, según todas las estadísticas. Lo que pasa es que no me parece un criterio válido para la educación. Salvando las distancias, la borrachera del fin de semana también es un fenómeno extendido... Es muy bueno acostumbrar a los hijos a ir contracorriente desde pequeños, y que sepan dar razón de su propia conducta. Por otro lado, entiendo que las cosas tienen su momento, y que el móvil, como todo, tiene que llegar. Lo que es válido a los 10 ó 12 años no sirve a los 16 ó 17, cuando los hijos empiezan a tener más autonomía.
Si los padres deciden dar el paso de 'movilizar' a su hijo, ¿qué tipo de precauciones deberían adoptar?
Desde el punto de vista educativo es preferible el móvil de contrato al de tarjeta, ya que en el primer caso los padres reciben mensualmente información acerca de las llamadas realizadas, la hora en que se han hecho y a qué números. Tiene el problema de que en alguna ocasión puede llegar a casa una factura desproporcionada, pero me parece que es preferible eso a estar completamente fuera de juego.
Videojuegos
¿Existen realmente videojuegos educativos?
Sí, y además hay bastantes, y muy divertidos. Y también dentro de aquellos a los que no se les podría poner la etiqueta de «videojuego educativo» hay muchos que están muy bien. Me resulta mucho más fácil recomendar un videojuego que una serie de televisión con un contenido apropiado desde el punto de vista educativo. El problema es que todavía hay muchos padres que no saben a qué juegan sus hijos, y junto a videojuegos recomendables, hay otros que son una barbaridad. Los videojuegos actuales permiten jugar a casi todo: puedo ser Fernando Alonso o Michael Jordan, o atropellar transeúntes; resolver el problema del hambre en África, o descuartizar transeúntes con una motosierra; salvar la Tierra de una invasión extraterrestre y jugar a ser un superhéroe, o simular relaciones sexuales; construir una ciudad, o abusar de los compañeros de clase. También sirven para aprender idiomas, mejorar la psicomotricidad o el pensamiento estratégico.
¿No hay un sistema de calificación que lo advierta?
La industria del videojuego está haciendo un esfuerzo muy notable en los últimos años con el sistema PEGI. Como todo sistema de calificación, tiene sus deficiencias, porque en el fondo se trata de un código moral de consenso, que no tiene por qué coincidir con el de los padres, y además hay muchas cuestiones que dependen del grado de sensibilidad. A pesar de todo, el código PEGI ya se ha convertido en una primera orientación básica. Aunque la piratería ha disminuido un poco, todavía casi la mitad de los videojuegos que hay en España son piratas, y esto dificulta que los padres puedan situarse con lo que tienen en casa.
¿Hay algún método de uso razonable de este tipo de ocio audiovisual?
Los videojuegos pueden plantear dos problemas educativos: los contenidos inapropiados y la falta de medida en el consumo. Respecto al primer punto, la recomendación es sencilla: los padres tienen que saber a qué juegan sus hijos. Es verdad que no pueden ser unos expertos y conocer todos los videojuegos que hay en el mercado, pero al menos tienen que conocer los que tienen en su casa. Hay padres que no llevarían al cine a sus hijos para ver una película para adultos, y sin embargo tienen en su casa videojuegos con un contenido de violencia extrema o sexo explícito, y no son conscientes de ello. El segundo problema es la falta de medida en el consumo. El contenido puede estar muy bien, pero se puede abusar jugando demasiadas horas seguidas.
¿Es cierto que pueden llegar a provocar problemas de adicción?
En Amsterdam, por ejemplo hay una clínica para adictos a los videojuegos Sin embargo, los casos de adicción patológica son muy excepcionales, si tenemos en cuenta el elevado número de jugadores. Lo que sí es más frecuente es el consumo abusivo. Los videojuegos son muy atractivos, están extraordinariamente bien hechos, y proporcionan diversión inmediata y sin apenas esfuerzo. Con todos estos ingredientes no es de extrañar que uno se ponga frente a la pantalla con la intención de jugar un par de horas y termine haciéndolo durante cuatro o cinco.
Internet
Internet, ¿realmente ayuda a estudiar o supone una 'amenaza' dejar a un menor con conexión en su habitación?
Según las encuestas que hemos realizado, los padres afirman que el motivo principal por el que internet ha entrado en el cuarto de sus hijos es para facilitarles los trabajos escolares. En cambio, según las encuestas realizadas a sus hijos, vemos que el uso principal que hacen de internet es para chatear, descargar música o películas, o jugar a videojuegos. Es preferible que el ordenador con conexión a internet esté en la sala de estar o en un lugar común, mejor que en el cuarto de los hijos. Esto es sentido común y conocimiento del medio, no desconfianza. Algunas veces nos referimos a los contenidos de internet como «el mundo virtual», como si no formara parte de nuestro propio mundo, y no es así. Los peligros con los que un menor se puede encontrar -al igual que todas las cosas positivas que hay en la red- son reales, no virtuales.
Entonces, ¿es preferible no tener Internet en casa?
En ocasiones algunos padres me suelen comentar esto mismo: «Pues no tengo internet, y así me evito un problema». Me parece que es un error. Internet tiene unas posibilidades fantásticas y es una herramienta que los hijos tendrán que utilizar tarde o temprano. Lo más razonable es que aprendan a navegar en casa, y con la mediación educativa de sus padres.
¿Está a favor o en contra de que los padres 'fisgoneen' en el ordenador de sus hijos para comprobar en qué tipo de chats o foros participan?
El papel de los padres debe ser el de educar, no el de fisgar, pero a nadie le resulta extraño que los padres quieran conocer a los amigos de sus hijos, y esto se aplica también a internet. Para educar en la libertad es imprescindible tener la fortaleza de poner barreras. Internet pone al alcance de un click todo lo bueno y lo malo que hay en el mundo, y en el caso de un menor, todavía no tiene la madurez suficiente para decidir lo que quiera. Siempre recomiendo que tener instalado un filtro de contenidos. Si los padres quieren echar un vistazo de vez en cuando al historial de navegación, están en su derecho. Además, creo que es muy bueno avisar a los hijos de que lo harán -lo cumplan o no-, porque esto puede evitar más de un problema.
¿Messenger sí o no?
Depende de con quién, durante cuanto tiempo o a qué horas. En uno de los colegios donde realizamos encuestas, el consumo medio en quinto de Primaria (10 años) era de 11 horas semanales. Me parece completamente desproporcionado. Por otro lado, en la mayor parte de los chats lo primero que te piden es tu dirección messenger, y desde luego no es lo mismo chatear con un familiar o con un amigo que con un desconocido.
Las posibilidades positivas que ofrecen son fantásticas, y aunque es cierto que plantean algunos problemas, creo que el balance global es muy positivo.
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